¿Final de época para el Foro Social Mundial?

(Jaume Botey Vallés, Profesor de Historia de los Movimientos Sociales. Universidad Autónoma de Barcelona) Del 6 al 11 de febrero, Dakar (Senegal) acogió a unas 75.000 personas de organizaciones y movimientos sociales de todo el planeta bajo el lema Otro mundo es posible. Era el Foro Social Mundial, “buque-insignia” del movimiento antiglobalización y, hoy, el mayor encuentro, fundamentalmente de jóvenes, para coordinar trabajos, resistencias y luchas. Son un espacio de articulación de redes, y en el ambiente se respira una profunda atmósfera de solidaridad y esperanza para los pobres. En terminología cristiana, diríamos, para la construcción del Reino.

Jaume Botey

Se inició hace diez años en Porto Alegre y, desde su origen, tuvo una estrecha relación con las comunidades de base de Brasil. Hoy, tanto en sus dirigentes como entre los participantes, sigue habiendo una especial sensibilidad hacia la capacidad liberadora de la fe y de compromiso en la transformación social.

Dakar fue, como en anteriores ediciones, el gran escaparate de propuestas con gran diversidad de temas: 120 talleres o actividades simultáneas acerca de la deuda, los problemas energéticos y de extracción del petróleo y minerales en África, los medioambientales, la emigración-immigración, los derechos humanos, problemas de salud (especialmente, la malaria y el sida), armamentismo y conflictos, problemas agrícolas y de pesca, la infancia, propuestas sobre banca ética y microcréditos etc; era obvia la diversidad social, ideológica y de procedencia de los colectivos presentes: intelectuales, campesinos, sindicalistas, mujeres africanas organizadas, miembros de ONG o de la sociedad civil sin adscripción, etc. Todo ello permitía una visualización de lo que se mueve realmente en todo el mundo.

Fue, sobre todo, un Foro africano. Y que tuvo que enfremtarse a dos tipos de dificultades: las previsibles, la falta de recursos. En parte se superó con la imaginación africana: se organizaron caravanas recorriendo la región, dando a conocer el proceso y sumando centenares de participantes. Eso suponía acallar algunas de las críticas dirigidas a los Foros anteriores acerca de una excesiva presencia de las ONG, con mayor capacidad económica y política que otros colectivos.

Pero, sobre todo, dificultades políticas imprevistas: solo una semana antes, el nuevo rector de la universidad anfitriona, con la que se habían comprometido instalaciones y aulas, revocó acuerdos tomados poniendo en serios aprietos la celebración del Foro (¿miedo al contagio de lo que estaba ocurriendo en Túnez y Egipto?). Sin embargo, la organización africana demostró su capacidad de autogestión supliendo las aulas con carpas improvisadas.

A pesar de las dificultades, el campus de la universidad fue durante aquellos días la “aldea global” de los movimientos sociales.

Los grandes debates

En Dakar se hizo presente el debate acerca del modelo de estos eventos para el futuro. El nacimiento de estos Foros coincidió con el auge del movimiento antiglobalización con ocasión de las manifestaciones contra las cumbres del G-8 y, especialmente, de la OMC en Seattle en 1999 y el insulto que suponía para los países pobres el encuentro de Davos.

Nadie pone en duda los éxitos conseguidos: la creación de redes, el impacto político directo o indirecto, cambiar el imaginario colectivo y la conciencia de que ante el sistema no hay nada a hacer, derrotar el pensamiento único, etc. Son importantes victorias culturales.

Sin embargo, las limitaciones y los retos son enormes. En diez años, el mundo ha cambiado, la fuerza del movimiento ha bajado sensiblemente, la coyuntura económica es de crisis, los conflictos en Irak, Afganistán o Palestina se han agudizado, la propia organización del Foro, para algunos, da señales de esclerosis…

Deben actualizarse los objetivos y métodos. Sobre todo, porque la crisis –o “vuelta de tuerca” del capitalismo– pone de manifiesto la urgencia de espacios que permitan coordinar luchas. El debate está en si los foros deberían evolucionar hacia un movimiento más organizado, con perfiles anticapitalistas más definidos y estrategias de lucha globales y consensuadas –perdiendo en pluralismo, pero ganando quizás en eficacia–, o deberían mantenerse como “espacio abierto” de creación de conciencia e intercambio. Es lógico que este debate resulte particularmente tenso con ocasión de la financiación ofrecida por algunas multinacionales criticadas por el Foro.

El éxito del encuentro de Dakar, sobre todo por la manera como se desarrolló, marcó una línea más combativa: autogestión debido a la prohibición, masiva presencia de participantes africanos, especialmente de mujeres, escasa financiación y la necesidad de dar una respuesta a la crisis económica mundial, parecían inclinar la balanza hacia un modelo de foro de perfiles más definidos. Parece que estemos en un “final de época” de los Foros como han venido desarrollándose hasta el presente, pero también ante una redoblada necesidad de conectar con los movimientos sociales.

Quizás un síntoma de la distancia entre Foro y movimientos sociales sea la distancia entre lo que ocurría en Dakar y lo que en aquellos días estaba sucediendo en Túnez y Egipto. Casualmente, la clausura del Foro coincidió con el anuncio de la salida de Mubarak de Egipto, estruendosamente celebrada. Pero lo cierto es que la gran movilización “por otro mundo posible” que es el Foro se desarrollaba paralelamente a los gigantescos movimientos populares que estaban ocurriendo “para otro mundo posible” en el mismo mundo africano.

¿Cómo hacer que el Foro pueda ser realmente el espejo del magma de movimientos sociales realmente existente? El protagonismo de la Asamblea de los Movimientos Sociales y su Declaración Final parecen indicar este nuevo ciclo.

Un espacio abierto

En el marco del Foro Social Mundial también se celebraba en Dakar la IV edición del Foro Mundial de Teología y Liberación, con unas 200 personas procedentes de los cinco continentes y de unos 30 países. Se trata de un espacio abierto al diálogo entre creyentes desde la perspectiva de la liberación de los oprimidos, para el intercambio de experiencias y la reflexión teológica. Nacido en Porto Alegre en 2005 a la sombra del Foro Social Mundial, ha seguido desde entonces su mismo itinerario: la segunda edición en Nairobi (2007) y la tercera en Belém (2009).

La intuición de base es que la globalización pone en contacto y universaliza las diferentes visiones de Dios, y que es necesario hacer un esfuerzo para buscar el común denominador que hay entre ellas. Es un espacio propicio para construir un discurso de la fe hecho desde la historia, más narrativo que deductivo, más vivencia de espiritualidades y compromisos que dogmático.

La pregunta de este año era si es posible construir un “hablar de Dios” (teología) con un lenguaje común, un punto de partida, un método, unas mínimas categorías inteligibles para todo el mundo.

La diversidad de situaciones de cada uno de los continentes puso de manifiesto la necesidad de partir de la experiencia concreta de cada sitio. No puede haber una teología global si no hay una teología contextual. En este sentido, la aportación europea insistía en que la primera preocupación no es el diálogo interreligioso, que probablemente se irá dando al compás de la vida, sino cómo hablar de Dios en el mundo occidental, tan secularizado. Y la crisis económica, tanto en sus dramáticos efectos entre la población más débil como en la responsabilidad que como Occidente debemos asumir.

A pesar de los contextos tan heterogéneos allí representados, quedaron afirmados algunos principios básicos muy amplios. He aquí algunos:

  • A Dios no se le conoce a partir de definiciones, sino desde la historia, en el quehacer de la vida de las personas y desde la experiencia.
  • Dado el carácter histórico de la Palabra de Dios y la innegable afirmación de Jesús acerca de la prioridad de Dios por los pobres, el punto de partida para hacer teología son los pobres. Y si el designio de Dios pasa por la liberación de los pobres, el criterio ético fundamental que nace de esta teología es el compromiso por la liberación de los pobres.
  • El carácter histórico no es suficiente para que una teología pueda considerarse “liberadora”. Deben tenerse presentes otros condicionantes, como los culturales, étnicos, medioambientales, de género, de violencia y paz.
  • Es necesario construir una “epistemología de puentes” y que las diferentes tradiciones encuentren elementos comunes para hablar de Dios y la trascendencia. El concepto misericordia es uno de esos elementos comunes a todas las religiones.
  • Es necesario construir la red, trabajar por una posible articulación de lo que podríamos llamar “creyentes de base” y dar forma a estos diferentes “sujetos históricos” aún incipientes.

Ambos foros son semillas de esperanza. En ambos se cocina un futuro que no sabemos cómo será. En ambos había valores, intereses e, incluso, terminología semejante. Tanto el mundo como las Iglesias, estamos en el inicio de un camino que más pronto que tarde nos llevará a vivir colectivamente, sin distinción de razas, credos o naciones e, incluso, a tener un sentido de lo trascendente de manera diferente a como ha sido hasta ahora.

En el nº 2.746 de Vida Nueva.

INFORMACIÓN RELACIONADA

Compartir