Un “gozo espiritual y estético” en Orihuela

El Museo Diocesano de Arte Sacro se reabre en el Palacio Episcopal

(Juan Carlos Rodríguez) Quinientos años de fe, historia y arte. Es la definición –como tantas otras– del Obispado de Orihuela. Pero en la extraordinaria historia de la Iglesia en España, la creación y refundación del obispado oriolano es, si no un capítulo aparte, sí un episodio vibrante y apasionante por el pleito multisecular entre la sede apostólica oriolana y el cabildo cartaginés.

El 13 de mayo de 1510, el papa Julio II expidió tres bulas en las que consagraba el rango catedralicio de la colegiata del Salvador, la creación del Obispado de Orihuela y su unión canónica con el de Cartagena bajo la fórmula “sub uno pastore”, según había recomendado Fernando el Católico. La medida, ante la enardecida oposición de la Iglesia murciana, fue revocada por Clemente VII, atendiendo a las súplicas del rey Carlos V.

Habría que esperar hasta 1564 para que el papa Pío IV separara definitivamente Orihuela de la Diócesis de Cartagena, creando su propio obispado a petición del rey Felipe II. En aquel pulso está también el origen de la colección del Museo Diocesano de Arte Sacro, inaugurado en Orihuela en el mismísimo Palacio Episcopal y que culmina su recorrido museográfico en la misma Catedral del Salvador y Santa María, en plena celebración de su Año Jubilar y su V Centenario como sede catedralicia; aunque, como Iglesia, se construyó a finales del siglo XIII sobre restos visigodos e hispano-árabes.

Un museo que monseñor Rafael Palmero, titular de la Diócesis de Orihuela-Alicante, define como “un gozo espiritual y estético”. “Va a ser un precioso instrumento –añadió– para la catequesis y la evangelización, y para reencontrarse con Dios, ya que no solo basta con saber conservar este rico patrimonio sino que hay que saber acercarlo a la gente e introducirlo en los circuitos tanto culturales como pastorales. Este museo no solo va a ser un espacio artístico sino un hogar, una casa donde la fe, el amor y el respeto puedan conjugarse sin dejar de servir a la cultura y a la devoción”.

Un instrumento que reúne más de 150 valiosísimas piezas –y otras cien en el almacén dispuestas a dar el relevo–, entre obras de arte, incunables y joyas, desde el siglo XIII hasta el XX. “Un centro museístico en donde se conservará el rico patrimonio artístico e histórico no solo de Orihuela, sino también de la comarca y de toda la diócesis”, en palabras del vicario y deán de la Catedral de Orihuela, José Antonio Gea.

Del Románico al siglo XX

Un recorrido en 13 salas que atraviesa, por tanto, el Románico, el Renacimiento, el Gótico o el Neoclásico hasta llegar a las vanguardias del XX. Todo un paseo entre orfebrería, pintura, escultura, mobiliario, textiles… Según el director del museo, José Antonio Martínez, “la fe tiende a expresarse en obras artísticas y documentos históricos que entrañan una gran fuerza evangelizadora. Un arte nacido de la fe, el mensaje del Evangelio traducido a colores”.

La primera referencia pictórica es, sin duda, Velázquez y su épica Tentación de Santo Tomás, una de las cuatro obras religiosas del pintor sevillano, realizada para el Convento de los Dominicos de Orihuela, ahora Colegio de Santo Domingo. Todo un logro su ubicación, en la capilla, devolviéndole la perspectiva para la que la pintó Velázquez si se accede desde el Salón del Trono. Junto a ella, destacan los cuadros de la escuela de Ribera, el Retrato del Obispo Gallo (1576), de Sánchez Coello, y, especialmente, La vieja del candil (1625-1630), atribuida a Mathias Stommer.

No obstante, el visitante tendrá antes la oportunidad de examinar el San Miguel Arcángel de Paolo de San Leocadio, que sirve de transición entre los últimos años del Románico y el esplendor del Renacimiento valenciano, o la puerta del sagrario pintada por Juan de Juanes. Significativas son las dos obras de Vicente López, procedentes del Monasterio de Las Salesas que acoge el Salón Amarillo, estancia donde esperaban las visitas al obispo y que ahora acoge las piezas del siglo XIX y XX.

En el recorrido han ido quedando obras de pintores de la talla de Vicente Masip, Hernando de Llanos, Pedro Orrente, Pedro Camacho, Jerónimo Jacinto de Espinosa o Joaquín Agrasot. La escultura está representada, ante todo, por El triunfo de la Cruz (1695), el paso conocido popularmente como La diablesa, de Nicolás de Bussy, hoy propiedad del Ayuntamiento de Orihuela, que lo ha depositado en el propio Museo Diocesano, del que se sacará cada Semana Santa. Junto a La diablesa, destacan obras medievales como La Virgen entronizada (s. XIII), La Virgen de Gracia (s. XIV) o La Virgen de la Merced (s. XV), así como diversas imágenes del escultor murciano Francisco Salzillo.

La orfebrería luce extraordinariamente con la custodia, el templete y los faroles de la carroza del Corpus –expuesta en la renovada sala capitular de la Catedral—, acabada por Juan Antonio Domínguez en 1733. Mientras los magníficos ángeles que portan las luminarias (1792) de la carroza fueron ejecutados por el platero valenciano Fernando Martínez, uno de los artífices más destacados de la platería valenciana, y autor de numerosas obras que se conservan en la diócesis. Junto a la carroza destacan obras de Miguel de Vera, Hércules Gargano, Estanislao y Fernando Martínez, Antonio Grao o Luis Perales, además de extraordinarias piezas de procedencia italiana como el cáliz del cardenal Despuig. Entre las piezas textiles y documentos históricos, sobresalen el terno del cardenal Belluga, realizado en Roma, el misal miniado donado por Alfonso V el Magnánimo (s. XV) y el incunable de las Edades del Mundo (1493).

Restauración

El Museo se inauguró en 1939, cuando el vicario general Luis Almarcha decretó su creación. A finales de 1970 se trasladó a la catedral por el deterioro del Palacio Episcopal, su primera sede. Ahora regresa a un edificio restaurado con mimo en unas obras de rehabilitación y adaptación museográfica que han durado diez años tras el inciso para celebrar en 2003 la Luz de las imágenes.

Lo hace con una colección que se ha incrementado con piezas del Patronato Histórico Artístico de la ciudad, debido a la alianza entre el ayuntamiento y el obispado para recrear un museo diocesano que, en su inauguración, fue calificado por el director general de Obras Públicas de la Generalitat, Ismael Ferrer, como el más valioso dedicado al arte sacro en la Comunidad Valenciana, incluso “muy probablemente el segundo de España”, tras el Museo Diocesano de Arte Sacro de Palencia; curiosamente, la diócesis precedente de monseñor Palmero.

No es cuestión de elegir uno u otro, ambos son referentes. En el caso de Orihuela, la rehabilitación y la adaptación museográfica, con nueve millones de euros invertidos por la Generalitat Valenciana, le ha dado al edificio de estilo barroco –construido en el siglo XVI sobre el antiguo Hospital del Corpus Christi y ampliamente reformado en 1733 bajo el episcopado de Flores Ossorio– un esplendor que, por sí mismo, sorprenderá a “todos aquellos dispuestos a dejarse fascinar por la belleza”, según José Antonio Martínez. Desde 1564, fecha de refundación del Obispado de Orihuela, fue morada de obispos. Un motivo suficiente para pagar los cuatro euros de la visita.

Si acaso el secretario de Bienes Culturales de la diócesis, Mariano Cecilia, no deja lugar a dudas: “Estamos ante uno de los mejores museos de España”. El primero que, por si fuera poco, anuncia ya una exposición temporal de arte paleocristiano, en colaboración con el MARQ de Alicante.

En el nº 2.745 de Vida Nueva

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