Antonio Hernández, Premio Nacional al Voluntariado 2010

El Ministerio de Sanidad reconoce al sacerdote tinerfeño su trabajo con drogadictos

(Marina de Miguel) “Uno es feliz cuando ayuda a los demás, cuando se entrega a ellos. El voluntariado no es solamente un dar, más bien es un recibir”. A lo largo de más de veinte años, Antonio Hernández Hernández ha encontrado la felicidad acompañando, guiando y orientando a miles de jóvenes en su lucha por salir del infierno de la drogadicción. Más de dos décadas en las que este párroco de la iglesia tinerfeña de Nuestra Señora de La Concepción, en La Orotava, ha predicado con el ejemplo, con su propia vida. El pasado 2 de diciembre, el Ministerio de Sanidad y Política Social le otorgó el Premio Nacional al Voluntariado 2010.
“Concibo el voluntariado como algo natural. Es una faceta que el ser humano puede desarrollar porque está impresa en el corazón de cada uno, con independencia de que sea creyente o no”, contesta Antonio.

Nacido en 1942 en el municipio palmero de Fuencaliente, compartió su infancia con sus once hermanos, viviendo de manera sencilla, pero en comunidad. Fue en la adolescencia cuando descubrió que no seguiría los pasos de sus padres, agricultores: algo en su interior se removía en forma de inquietudes sociales y ayuda a los demás.

Se formó como terapeuta en el CEIS Progetto Uomo de Roma y en el Proyecto Hombre de Bilbao y, de regreso a las islas, con la ayuda de las dos diócesis canarias, creó la Fundación CESICA Proyecto Hombre Canarias, de la que es presidente.

“Los jóvenes hoy están frustrados”

“El joven es fruto de la sociedad en la que vivimos, cuya oferta es pasarlo bien y tenerlo todo al alcance. Están frustrados al ver que no son felices y pretenden serlo de forma rápida. No cabe duda de que las drogas son una respuesta a esto”, señala para explicar la razón por la que se empieza a consumir. “Con ellas se llena el vacío que se debería ocupar con la familia, el trabajo, los estudios o las ilusiones. Nosotros trabajamos para que recupere todo eso”.

La familia juega un papel fundamental, tanto en la prevención o detección del consumo, como en la rehabilitación y reinserción. “Sería una barbaridad decir que es el origen del consumo de las drogas, pero los padres son cómplices indirectos. Están ahí cuando el hijo empieza a jugar con estas sustancias y, muchas veces, son los últimos en enterarse del problema”.

Más información, en el nº 2.739 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, puede leer la entrevista íntegra aquí.

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