Gervasio Sánchez: “Siempre hay que estar al lado de las víctimas”

El fotoperiodista inaugura una exposición simultánea en tres ciudades sobre los ‘Desaparecidos’

Fosa común en Guatemala

(Juan Carlos Rodríguez) Menos mal que siempre quedarán periodistas como Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), siempre dispuestos a alumbrarnos esa otra realidad que no queremos ver. Su cámara está ahí para mostrarnos verdades desnudas. Y él nunca se calla si es para darle voz a las víctimas. Es, algo así, como un heraldo de todas las víctimas de la guerra contemporánea. Lleva veinticinco, treinta años, pisando todos los conflictos armados, escribiendo y fotografiando sobre ellos. Le ha dado visibilidad a las Vidas minadas, a las víctimas de ese invento endiablado que son las minas antipersona, que aún años después de ser sembrada, siguen asesinando y mutilando. Sus imágenes han ganado premios, se han publicado y expuesto en medio mundo. Ahora afronta una exposición que, afirma, “es el trabajo de mi vida”.

El periodista y fotógrafo Gervasio Sánchez

Lo es porque desde 1984 ha viajado a las más sangrientas dictaduras para documentar el terrible drama de los desaparecidos. De los desaparecidos forzosos, a los que el totalitarismo hizo detener, torturar, ejecutar y desaparecer por motivos ideológicos. “Desaparecidos es el proyecto más duro al que me he enfrentado en mi vida profesional –describe– y es muy posible que parte de mí también haya desaparecido para siempre durante su realización. He visto tanto dolor que llego a una triste conclusión: mi trabajo apenas describe una parte ínfima de este drama”.

Gervasio Sánchez, contra el olvido y en tres escenarios museísticos a la vez. Un macroproyecto, comisariado por Sandra Balsells, que esta semana se va a inaugurar con tres exposiciones simultáneas y completamente distintas en León (MUSAC: 79 fotos e instalación de retratos Crueldad y dolor, obra conjunta de Gervasio Sánchez y Ricardo Calero), Madrid (La Casa Encendida: 73 fotos y 4 murales con 40 retratos) y Barcelona (CCCB: 103 fotos y 4 murales con 40 retratos).

Las tres forman parte del proyecto Desaparecidos y tienen como objetivo “rescatar la memoria sepultada” de personas desaparecidas en conflictos bélicos y procesos de represión en países como Chile, Argentina, Perú, Colombia, El Salvador, Guatemala, Irak, Camboya y Bosnia-Herzegovina. “Cuando me planteé que haría una exposición sobre los desaparecidos, sabía que era difícil porque los protagonistas no están. Así que me pregunté cómo iba a documentar ese drama. Y la opción era retratar el entorno, los padres, los hijos, las tumbas, los escenarios. No es una exposición sin víctimas, porque los familiares lo son”.

Madre de un desaparecido

Así se ve en sus fotografías. Angustia, desesperación, dolor. Mucha gente dedica su vida a buscar a los seres queridos y por el camino se quedan las ilusiones, los sueños, la juventud… las vidas quedan condicionadas por estas desapariciones forzosas e impiden a los familiares tener una vida normal.

Es lo peor de un conflicto. Este trabajo está en mi mente desde hace 25 años. Yo era estudiante cuando entré a formar parte de Amnistía Internacional, comencé a leer y a escribir sobre los desaparecidos en América Latina. La primera vez que viajé para hacer fotografías sobre este tema fue a Guatemala y el Salvador en 1984, a Chile en 1986, a Perú en 1988, a Colombia en 1989. Luego fui a Irak, el país con más desaparecidos del mundo; después a Bosnia y Camboya. Es un trabajo que atraviesa toda mi vida profesional.

MUSAC, Casa Encendida y CCCB. Su proyecto en tres grandes escenarios.

No es común que museos de tanto prestigio afronten proyectos como éste. Ni tampoco que se expongan proyectos como el mío en tres museos como estos paralelamente. Creo que es el sueño de cualquier fotógrafo, y más aún si es un fotoperiodista. Sólo soy un periodista. Incluso me molesta cuando me llaman periodista comprometido. Lo mismo que no acepto la etiqueta de reportero de guerra, tampoco me gusta la de periodista comprometido. El periodismo debe ser compromiso por definición. El problema es que la profesión está cada vez más embaucada en políticas mediáticas, en grandes negocios, en partidismos.

Sigo creyendo en el periodismo, y lo que hago es periodismo, no periodismo comprometido o periodismo de denuncia; si hay que poner una etiqueta al periodismo, es porque algo está fallando. No es raro, ni casual que seamos, junto a la política, de las profesiones más denostadas por parte de los ciudadanos. Creo que el periodismo debe volver a estar del lado de las víctimas y no del de los poderosos.

Habla usted de consecuencias. Y eso es ‘Desaparecidos’, como lo fue ‘Vidas minadas’: un modo de recordarnos que las guerras acaban, pero el drama sigue.

A veces pensamos que la guerra comienza y acaba cuando deciden los políticos. Y no es así. Un conflicto armado no acaba hasta que no lo hacen sus consecuencias. El ejemplo es la Guerra Civil española. Me da vergüenza lo que pasa en nuestro país con el tema de los desaparecidos. Todavía estamos dando lecciones de democracia a países de América Latina cuando algunos de estos están haciendo las cosas mejor. Por eso, dedico un epílogo a España en la exposición.

Familiares de un desaparecido esperan sus restos

Hay quien no entiende su obsesión por los desaparecidos.

Me han llovido los insultos. Lo hago porque creo que lo que debe hacer un periodista es documentar nuestra época. La primera víctima de una guerra es la verdad y, en este contexto, el fotoperiodista intenta estar lo más cerca posible de la verdad. La única verdad incuestionable de un conflicto son las víctimas; por eso creo que estar cerca de las víctimas es estar cerca de la verdad. Jamás se puede abandonarlas, sean del bando que sean.

Pido al público que se ponga en el lugar del otro. Y que no vea estas exposiciones con ojos rencorosos, que es un trabajo que inicié hace muchos años. Cuando se creó la primera asociación de familiares por la Memoria Histórica yo ya llevaba años trabajando en este tema. Y, por supuesto, mucho antes de una ley que ha sido instrumentalizada por el Gobierno.

En el nº 2.739 de Vida Nueva.

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