Los jóvenes reivindican un ecumenismo más vivencial

Son pocos y les cuesta incidir en la formación, pero se comprometen sin mirar “etiquetas”

Encuentro ecuménico de jóvenes en Taizé

(Miguel Ángel Malavia) Si hoy los jóvenes están cada vez más alejados de la religión y, dentro de las Iglesias el ecumenismo sólo interesa a un número determinado de fieles, la unión de ambos elementos lleva a la acentuación de una realidad: son muy pocos los jóvenes cristianos, de todas las confesiones, implicados en la causa ecuménica. Pese a todo, se busca que se sientan interpelados. Eso es lo que intentan los organizadores en Madrid de la anual Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (18-25 de enero). Así, este sábado 22, la iglesia evangélica de Chamartín alberga un encuentro específico para ellos.

Su pastor, Andrés López, percibe que los jóvenes cristianos, en general, están “desencantados” en su vivencia de la fe, por lo que la causa de la unidad puede ser “un incentivo para que muchos se acerquen a Dios”.

Una de las cuestiones que más se les achaca es que no les interesa tanto la vertiente teológica del diálogo, sino la exclusivamente vivencial, no acudiendo apenas a los cursos de formación, mientras que sí lo hacen (a veces multitudinariamente) a las celebraciones y oraciones.

Andrés López lo valora positivamente: “La nueva generación busca experiencia, eso es la oración; busca dinamismo, eso es la oración; busca respuestas personales, eso es la oración. La formación es importante, pero si enseñamos de Dios igual que de matemáticas, estamos diciendo que no hay relación personal”.

Taizé como modelo

Pero, ¿cómo lo ven los propios jóvenes? Alejandro Izquierdo, católico de 24 años, y que lleva desde hace ocho colaborando con las Misioneras de la Unidad, reconoce que intenta ir a las charlas, pero que es en la oración conjunta donde encuentra “algo que me ayuda mucho en mi vida”. Poniendo el ejemplo del movimiento ecuménico de Taizé, entiende que “se puede dar un gran testimonio mostrando cómo compartimos y nos ayudamos unos a otros, siendo en verdad una gran familia”.

Aurelio Lepe, de la Iglesia Española Reformada Episcopal, sí aúna la formación con la celebración. Para él, no hay incompatibilidad entre lo reflexivo y lo vivencial, pues ambos reflejan un mismo objetivo: “Creo que hay un deseo en muchas personas de buscar lo común, lo que nos une, de unir fuerzas y proyectos para trabajar por las necesidades de nuestra sociedad”.

Aunque Aurelio también hace autocrítica eclesial: “La mayoría de las Iglesias no tienen conocimiento del verdadero ecumenismo, temiendo que sus ideas y conceptos se puedan ver comprometidos”. Algo que reafirma Andrés López: “Las personas sencillas, las de a pie, las laicas, presentan menos problemas y prejuicios para unirse a otros cristianos”. Y añade: “Lo que estropea el ecumenismo es el deseo de convertir al protestante en católico y viceversa; lo mismo con el resto de las confesiones cristocéntricas”.

A unos meses de la Jornada Mundial de la Juventud, por la que Madrid espera recibir a dos millones de católicos, algunas voces reclaman la idoneidad del testimonio que supondría un encuentro con jóvenes de otras confesiones. Victoria Saugar, ortodoxa perteneciente al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, cree que sería “una oportunidad excepcional para enseñar al mundo que lo que nos une, más allá de las diferencias, es que somos cristianos. Sería un testimonio de unidad muy fuerte, y mucho más en el actual contexto de indiferentismo o beligerancia hacia lo religioso”.

No todos lo entienden así. Alejandro cree que “el ecumenismo funciona más a nivel parroquial que en las altas esferas jerárquicas. Además, al organizarlo la Archidiócesis de Madrid, acabaría teniendo un sello marcadamente católico”. Algo en lo que coincide Aurelio: “Me siento más cómodo en los grupos ecuménicos en los que hay conocimiento de qué y qué no compartimos, habiendo por todas partes respeto, tolerancia y aceptación de las diferencias”.

Andrés López tampoco cree “en los grandes eventos; creo en la actuación de cada uno, en la labor de los pequeños grupos unidos, conectados. El impacto no debe ser visual sino activo, vivo. Muchos jóvenes cantando no tienen el mismo impacto que grupos de jóvenes sirviendo, separados, pero interconectados”.

En el nº 2.738 de Vida Nueva.

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