Los escombros de Haití delatan una ruina aún peor

Un año después del terremoto, el país sigue sumido en la miseria y el colapso

(José Luis Celada) Apenas se ha retirado un 5% de los escombros que dejó el terremoto y la construcción de viviendas provisionales para los afectados no llega ni al 15% de la demanda (Oxfam); unas 400.000 personas podrían contraer el cólera durante 2011 dada la falta de sistemas de saneamiento y agua potable (Organización Panamericana de la Salud); cerca de la mitad de los cuatro millones de menores todavía no han vuelto a la escuela y unos 380.000 siguen viviendo en campamentos en los que se hacinan más de un millón de refugiados (Unicef); un inmenso mar de tiendas de campaña donde cientos de mujeres y niñas –sólo en el primer semestre de 2010 hubo 250 denuncias– han sido violadas (Amnistía Internacional)…

Son algunos de los datos facilitados por las ONG y agencias internacionales reseñadas y otras tantas presentes en Haití, coincidiendo con el primer aniversario (12 de enero) del seísmo que asoló Puerto Príncipe, la capital, con un trágico balance: 250.000 muertos y dos millones de damnificados.

Y, a la vista de lo ocurrido durante el último año, no parece que este dato sea el único motivo de dolor para el país más pobre del continente. Aquel desastre natural despertó un movimiento de solidaridad sin precedentes. ¿Qué ha sucedido entonces?

Un informe de Oxfam sugiere la respuesta: muchos países cooperantes se han guiado por sus propias prioridades en la provisión de ayuda, lo que ha obstaculizado una coordinación más adecuada y efectiva. Y, tomando cifras de Naciones Unidas, recuerda que se ha desembolsado menos del 45% de los 2.100 millones de dólares prometidos por una conferencia de donantes celebrada en Nueva York en marzo de 2010.

Respuesta al cólera

Otro tanto podría decirse de la respuesta internacional a la epidemia de cólera, que  ya se cobrado más de 3.500 vidas y ha infectado a 150.000 personas desde que se registró el primer caso en octubre: de los 174 millones de dólares solicitados para hacer frente a la pandemia, la ONU sólo ha recibido el 25%. Que los haitianos sostengan que las fuerzas de paz de esta organización llevaron el virus a la isla (lo que desató una oleada de ataques contra sus vehículos e instalaciones) ha mermado también su protagonismo en la reconstrucción, hasta tal punto que su secretario general, Ban Ki-moon, ha nombrado una comisión internacional de expertos para investigar el origen de la epidemia.

Tampoco los problemas estructurales que ya padecía Haití antes de la catástrofe facilitan la labor. Y menos aún las tensiones políticas que se vienen produciendo desde la primera vuelta de las elecciones presidenciales de diciembre, con violentas protestas denunciando los resultados. Precisamente, hasta que la Organización de Estados Americanos (OEA) no termine de evaluarlos, el Consejo Electoral Provisional ha decidido aplazar la segunda vuelta, prevista inicialmente para el 16 de enero.

Incertidumbres que, lejos de disiparse en el último año, han ido en aumento, incluso del otro lado de la frontera con la República Dominicana. Amnistía Internacional denunciaba días atrás que casi un millar de refugiados haitianos habían sido expulsados en una semana del país vecino.

Las imágenes que hoy llegan desde Haití muestran un paisaje sembrado todavía de escombros, cruel estampa convertida en clamor ante el mundo por esas otras ruinas que hipotecan el futuro de un pueblo instalado definitivamente en la miseria y –de no ser por los de siempre (ONG, congregaciones religiosas…)– también en el olvido.

VISITA DE ‘COR UNUM’

El cardenal Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo ‘Cor Unum’, ha viajado a Haití con un mensaje del Papa y ayuda económica para la población afectada por el terremoto de hace un año, según informaron fuentes vaticanas. El purpurado africano, que ha visitado algunas comunidades religiosas y un campo de refugiados, se ha reunido con el aún presidente del país, René Préval, con los obispos y seminaristas, y con los responsables de Cáritas y de las organizaciones internacionales de voluntariado, a quienes ha agradecido todo su trabajo en la fase de emergencia de la catástrofe, al tiempo que invitaba a renovar el compromiso de la Iglesia en la reconstrucción e iniciar una nueva fase de compromiso caritativo.

En el nº 2.737 de Vida Nueva.

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