Otra oportunidad para construir un México nuevo

En estos días de balance, los obispos apelan a la esperanza ante la dura realidad del país

(Pablo Romo Cedano– México DF) Con el inicio de este 2011, no pocos obispos mexicanos han hecho balance de muy diversas maneras del año recién concluido y han querido fijar su atención en algunos de los grandes temas que consideran problemáticos.

Así, el obispo de Tehuacán, Rodrigo Aguilar Martínez, invitó a pedir perdón “por el mal realizado y el bien omitido, con sus consecuencias”, al tiempo que reflexionó sobre la libertad religiosa, que “no significa relativismo o sincretismo religioso, que dé lo mismo profesar cualquier religión; tampoco significa fanatismo religioso o antirreligioso”; y agregó que “debemos buscar y cultivar la libertad religiosa en una atmósfera de sano y respetuoso diálogo entre religiones”. En el mismo sentido, y siguiendo el mensaje de Benedicto XVI para la pasada Jornada Mundial de la Paz, se manifestó desde su sede de Acapulco Carlos Garfias Merlos, quien constató “con dolor que en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal”, y recordó que “no respetar la libertad de conciencia, la libertad religiosa, es una amenaza a la seguridad y a la paz, que además impide la realización de un auténtico desarrollo integral de la persona humana”.

Desde un contexto de suma violencia, el obispo de Torreón, José Guadalupe Galván Galindo, por su parte, pidió al Señor “que el año que estamos iniciando sea para todos la oportunidad de contemplar con esperanza ‘el cielo nuevo y la tierra nueva’”.

Una posibilidad que, para el pastor de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi, choca frontalmente con la cruda realidad: desempleo, violencia, inseguridad, narcotráfico, corrupción, extorsión, secuestros… “La inconformidad social –explica– es más agresiva; la economía es incierta; la política se concentra mucho en los procesos electorales; la educación pública se politiza; para algunos medios de comunicación lo que vale es el ingreso económico, no tanto los valores morales; la migración es más insegura; aumentan los suicidios, los abortos, la desintegración de las familias”. Ante lo que el prelado se pregunta: “¿Exagero?”. Su respuesta es inmediata: “Nada de eso; me faltaría enumerar otros factores”. Vuelve entonces su mirada a la Iglesia, para lamentar cómo “la pederastia clerical comprobada nos ha acarreado pérdida de confianza y de credibilidad, sobre todo en aquéllos que no tienen una fe bien cimentada”. Pero su radiografía eclesial no acaba aquí: prosiguen las deserciones, “por falta de una evangelización más cristocéntrica” o “de bondad y de atención pastoral”; se extienden la increencia, el relativismo, y “el laicismo excluyente no da el paso a una laicidad positiva e incluyente”; escasean las vocaciones y muchos seglares no asumen la suya y “la misión apostólica en sus tareas ordinarias”. A todo ello se añade una formación religiosa “deficiente”, en la que “hermosos y profundos documentos eclesiales, como Aparecida y nuestras cartas pastorales, se quedan en papeles”. En suma, “nos falta más corazón y dinamismo pastoral para llevar a cabo el encargo de Jesús de evangelizar y formar discípulos misioneros…”.

Pese a todo, Arizmendi concluye su reflexión llamando a “mirar al futuro con esperanza y alegría”, sabedores de que “toda la vida de nuestros pueblos está fundada en Cristo y redimida por Él”.

LA DICTADURA DEL LAICISMO

La Arquidiócesis de Ciudad de México revivió con fuertes tonos sus diferencias con la Administración local y su Asamblea Legislativa en el contexto de la carrera hacia las elecciones presidenciales de 2012 a las que el Jefe de este Gobierno piensa lanzar su candidatura.

Para el semanario arquidiocesano Desde la Fe, las autoridades civiles se comportaron durante 2010 como un “verdadero talibán laicista”, cuyas críticas y su persecución a los jerarcas de la Iglesia les convierte en “fundamentalistas en sus principios inmorales, incapaces de aceptar el reto del diálogo con la racionalidad y el derecho”. Se trata de un “autoritarismo e intolerancia que rayan en la falta de respeto y la vulgaridad con que se manejan”, actitudes que no son “un buen augurio para futuras responsabilidades públicas de quienes hoy ejercen la autoridad en la Ciudad de México”.

La misma fuente lamenta que 2010 se caracterizó por “el crecimiento de la hostilidad hacia las expresiones religiosas” bajo el pretexto de la defensa del Estado laico, “cuando en realidad se trata de la dictadura del laicismo sobre una gran parte de la población que vive con principios religiosos”.

promo@vidanueva.es

En el nº 2.736 de Vida Nueva.

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