Las religiosas de ‘Iesu communio’ se explican

Narran en una nota el proceso y las causas que las han llevado a ser una nueva realidad

(Fran Otero) Cuando el pasado 9 de diciembre las entonces clarisas de Lerma-La Aguilera anunciaban que se convertían en un instituto religioso nuevo bajo el nombre de ‘Iesu communio’ añadían que no ofrecerían más información hasta conocer los documentos oficiales. Pues bien, justo antes de Navidad, la comunidad emitió una nota informativa en la que contaban el proceso seguido hasta desembocar en lo que ahora son, así como aspectos relacionados con su aprobación.

Reconocen que ha sido “un largo camino” y que, a pesar de que se pueda tener la impresión de que su vida ha cambiado radicalmente de un día para otro “no es ése el caso”. Todo comenzó con el auge de vocaciones que ellas mismas no entendían, muchas procedecentes de las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Esta situación excepcional provocó que se plantearan algo nuevo. Algo que, como ellas explican, “no es el resultado de la negación de un carisma radiante como el de san Francisco y santa Clara”, pues consideran que “el franciscanismo ha sido la cuna en la que Dios ha querido que surja una nueva forma de vida”. “No se trata de una negación, sino de la afirmación y acogida, en obediencia, de un designio de Dios sobre la vida de esta comunidad, que se perfilaba como una vida contemplativa que se hace presencia y testimonio”, reiteran.

Reconocen asimismo que ha habido voces “no siempre afectuosas ni respetuosas, pero también sencillas y desconcertadas” que no entendían lo que sucedía. “Hemos sentido siempre un vivo dolor al oír que hacíamos mal y hasta traición a la Orden por secundar la llamada a una vida que no observaba estrictamente la Regla de las Clarisas. Incluso algunas voces que decían que no éramos clarisas, eran las mismas que nos pedían a la vez que enviásemos hermanas a sus conventos”, lamentan.

Sobre esta última cuestión, dicen que nunca han sido indiferentes pero admiten que no era posible acceder a las demandas “porque las vocaciones que iban surgiendo se sentían llamadas a abrazar esta forma de vida que acaba de ser aprobada”.

El punto de inflexión del proceso fue la adquisición del convento de La Aguilera y el traslado de parte de las religiosas hasta allí constituyendo una sola comunidad en dos espacios diferentes y con un gobierno único y una única casa de formación. El Vaticano accedió, pero tanto el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, Franc Rodé, como el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, les pidieron que aclarasen la forma de vida que querían seguir.

Así, y tras plasmar por escrito lo que allí se vivía en forma de proyecto de Constituciones, se convocó un capítulo bajo la presidencia del arzobispo para que la comunidad se pronunciara sobre si trasladarlo a la Santa Sede. Fue aprobado por unanimidad tanto por las hermanas que forman parte del Capítulo como las que no. El resto quedó en manos de la Santa Sede, que ha dado el visto bueno a las Constituciones ad experimentum por cinco años.

Aunque con esta nota han aclarado muchas de las dudas que se cernían sobre esta nueva fundación, otras quedan sin responder. No hay respuesta a la vinculación con nuevos movimientos o a un excesivo sentimentalismo, según explican a Vida Nueva fuentes expertas. Precisamente, estas mismas fuentes, que visitaron recientemente al convento burgalés, explican que “‘Iesu communio’ es un camino que parece poco nuevo, con mucho sentimiento y que, sobre todo, necesita el tiempo de la purificación, el mismo que la órdenes y congregaciones han tenido que pasar para ver si eran de Dios”.

ASPECTOS PRINCIPALES

El decreto de aprobación del instituto tiene unos aspectos principales, entre los que destaca que la madre Verónica María Berzosa es reconocida como fundadora y confirmada como superiora general. Además, se declara extiguido el monasterio autónomo de la Ascensión de Lerma, y la Santa Sede dispone que su patrimonio, activo y pasivo, pase al nuevo instituto.

En cuanto a las religiosas, las que ya han hecho su profesión solemne o temporal en el monasterio extinguido conservan el mismo estatus, mientras que con el resto de religiosas se procede análogamente. Las que por ancianidad, salud u otros motivos fundados así lo pidan se les concede el indulto especial para seguir siendo clarisas sin tener que pasar al nuevo instituto o a otro monasterio. El arzobispo de Burgos será el que vigile y cuide la vida del nuevo instituo por un periodo de cinco años.

En el nº 2.736 de Vida Nueva.

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