Feliz, sin reservas, Año Nuevo

(Carlos Amigo Vallejo– Cardenal arzobispo emérito de Sevilla)

“¿Que nos puede traer el nuevo año? Desde luego, lo que ya tenemos y que permanecerá inmutable: el cuidado de Dios por sus hijos. Es la Providencia. Ahora bien, esta acción y cuidado de Dios por los suyos no sólo no excluye el interés y trabajo de cada día por buscar caminos y maneras de resolver los problemas, sino que implica una confianza activa, perseverante, consciente y responsable, de cada uno y de todos, a favor de un bien común”

Se espera un año caliente, y no por los efectos del cambio climático, sino por alguna de esas varias causas que son motivo de la preocupación de cada día.

Suele ser en verano cuando se anuncia un “otoño caliente”. Es algo así como el aviso de que vayan ustedes preparándose, que la movida social y laboral va a ser de aquí te espero.

Como parece que nuestros días están infectados por ese persistente virus de la inseguridad en casi todo, pues el año que ha llegado se adivina de vacas flacas y con el cinturón cada día más apretado.

Más que motivos se tienen para esa sospecha de tiempos malos, añorando con nostalgia aquellos años definitivamente perdidos. Han llegado, ciertamente sin quererlo, los momentos de la carencia y de la necesidad.

Se repiten, junto al consabido “feliz y próspero Año Nuevo”, los augurios y anuncios de lo peor. Se ponen, sobre la mesa de los desastres, análisis y perspectivas, tendencias a la baja y números rojos como para echarse a temblar.

Sin restarle importancia y tomar aviso acerca de la atención que hay que prestarle a dificultades y preocupaciones, tendremos que estar dispuestos para afrontar los problemas con responsabilidad y tino, buscando recursos y salidas  y manteniendo también una actitud de firmeza en las propias convicciones sobre el esfuerzo personal, la ayuda de los demás y el favor de Dios, que nunca ha de faltar.

¿Que nos puede traer el nuevo año? Desde luego, lo que ya tenemos y que permanecerá inmutable: el cuidado de Dios por sus hijos. Es la Providencia. Ahora bien, esta acción y cuidado de Dios por los suyos no sólo no excluye el interés y trabajo de cada día por buscar caminos y maneras de resolver los problemas, sino que implica una confianza activa, perseverante, consciente y responsable, de cada uno y de todos, a favor de un bien común.

Ni cruzarse de brazos ni pensar que todo se va a resolver con un fogonazo de efectos especiales y maravillosos. Se requiere tiempo, preparación y sacar a la calle los recursos de la inteligencia y de la fortaleza que el Señor nos ha dado.

Ni evasionismo, ni pedir a Dios los milagros que ahora le corresponde hacer al hombre. Él te dará el pan. A ti te corresponde multiplicarlo con el saber compartir.

Felicidad sin reservas, es decir, confiar, trabajar y rezar, que es tanto como mirar a Dios y ponerse en seguida manos a la obra.

Ha dejado dicho el papa Benedicto XVI que “el amor no sólo consta de sentimiento, sino también de responsabilidad, de constancia y de sentido del deber. Todo esto se aprende con el ejercicio prolongado de las virtudes cristianas de la confianza, la pureza, el abandono en la Providencia y la oración” (A los jóvenes, Cagliari, 7-9-2008).

En el nº 2.736 de Vida Nueva.

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