El deseo de seguir siendo testigos

(Julia García Monge– Secretaria general de CONFER) Termina el año 2010 y sus últimos días son una invitación a la gratitud y a la esperanza. Nos preguntamos qué nos queda en el corazón de todo lo acontecido. Y, desde ahí, contemplo un año cargado de la bondad de Dios hacia la Vida Religiosa. Un año vivido en el seguimiento apasionado de Jesucristo y en el servicio por nuestros hermanos y hermanas. Es lo que ha dado sentido, cada día, a la vida de tantos hombres y mujeres consagrados que transitan por las cunetas de la exclusión, por los campos de la increencia y del dolor, o por los no más fáciles de la educación y de la salud.

Sin ruidos, sin que apenas se note, con autenticidad y coherencia, los religiosos y religiosas hemos tratado de vivir al lado de los que sufren. A lo largo del año, a algunos de nuestros hermanos y hermanas les llegaba un reconocimiento en sus ayuntamientos o en otras instituciones, pero las más de las veces el reconocimiento ha venido de aquellos a quienes es un atrevimiento mirar a los ojos porque nos desinstalan de nuestras seguridades. La Vida Religiosa ha permanecido muy cerca de quienes están siendo duramente castigados por la crisis económica y se han quedado en paro.

Con sencillez, también con humor, sin eludir las preguntas que hoy se hacen a la Vida Religiosa, se ha tratado de responder con humildad y firmeza. La Vida Religiosa es hoy muy consciente de sus dificultades, falta de vocaciones, pérdida de significatividad, edad elevada, pero también de sus fortalezas: “La comunidad religiosa enriquece a la Iglesia de la que es parte viva, antes de todo con su amor”, como acaba de decir el Papa. Su fuerza no está en el número, en el prestigio de sus obras o en el reconocimiento social que la ha acompañado en otro tiempo. Su fuerza está en el seguimiento del Señor y en su entrega generosa a los preferidos de Jesús.

“Acabamos de celebrar nuestra XVII Asamblea General, y el Señor nos ha bendecido con el gozo de sentirnos unidos y la sabiduría de saber buscar y esperar la Esperanza para el mundo, Jesucristo: nacer de nuevo para una esperanza viva,” nos dice el P. Elías Royón en su mensaje de Navidad. Nuestro deseo más profundo es seguir siendo testigos de la ternura y de la bondad de Dios, testigos de esperanza en este momento de tanta oscuridad.

La Vida Religiosa ha apostado por recorrer el camino de la comunión. Deseamos que sea el diálogo lo que nos ayude a caminar en nuestras tareas compartidas, en el interior de la misma Vida Religiosa con proyectos comunes que potencien nuestra labor apostólica. Y deseamos vivir la comunión, que es don y tarea, en el diálogo con nuestros pastores. Tenemos la certeza de que los diversos carismas de la Vida Religiosa seguirán enriqueciendo a las Iglesias particulares y las abrirán a una dimensión más universal.

La mayor parte de las congregaciones están trabajando mucho en la pastoral vocacional, comenzando por el impulso de la propia vida y el testimonio comunitario.  Desde la CONFER, la pastoral vocacional será uno de sus objetivos prioritarios y tema de reflexión en la próxima Asamblea General, después de haber celebrado la Jornada Mundial de la Juventud.

La Vida Religiosa quiere compartir las búsquedas de nuestros hermanos y hermanas que se esfuerzan por alumbrar un mundo según el sueño de Dios. Se siente llamada junto a ellos a un profundo cambio de mentalidad y de corazón que nos permita ser más fraternos, más solidarios con todos en el nuevo año 2011.

En el nº 2.735 de Vida Nueva.

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