Afanes de una Iglesia samaritana y en Misión

Los obispos mexicanos celebrando el Bicentenario en Guadalupe

(José Luis Celada) Dos terremotos (Haití y Chile), varios relevos presidenciales (Sebastián Piñera por Michelle Bachelet en Chile, Laura Chinchilla por Óscar Arias en Costa Rica, Juan Manuel Santos por Álvaro Uribe en Colombia, y Dilma Rousseff por Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil) y un puñado de países (Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, México y Venezuela) inmersos en las celebraciones del Bicentenario de su independencia han marcado la actualidad de 2010 en un continente que, pese al impacto de la crisis mundial, ha experimentado un incremento de las inversiones extranjeras y el crecimiento de algunas de sus economías (Perú, Colombia, Brasil, Argentina, Chile y Uruguay). Sin embargo, según datos recientes de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), sus más de 189 millones de pobres (un 34% sobre la población total de unos 550 millones) siguen delatando a la región con mayores desigualdades del mundo.

Haití, un país aún en ruinas

Realidades políticas, sociales y económicas que han puesto de manifiesto la verdadera dimensión profética de la Iglesia en estas tierras y su capacidad de respuesta ante desafíos y situaciones que requerían mucho más que un juicio sereno o una palabra de aliento. No pocos hermanos latinoamericanos han encontrado también en ella una mano maternal a la que asirse para continuar el camino. Bien lo saben en Haití, donde, tras el devastador terremoto del 12 de enero (más de 200.000 muertos y un millón y medio de damnificados, especialmente en Puerto Príncipe), episcopados, diócesis, Cáritas y Pastoral Social de todo el continente se movilizaron para ayudar a uno de los pueblos más pobres del mundo, hasta convertir la solidaridad en el “nuevo nombre” del país caribeño. No puede decirse lo mismo de los políticos, enfrascados a nivel interno en disputas electorales; o, lejos de allí, organizando bienintencionadas pero inútiles conferencias de donantes, mientras esgrimían eternas promesas incumplidas como la condonación de la deuda. Tampoco el brote de cólera que, desde finales de octubre, se ha cobrado unas 2.500 vidas está facilitanto las cosas para la necesaria reconstrucción.

Otro seísmo en Chile

Piñera y el cardenal Bertone

Mejor le ha ido a Chile, víctima de otro fuerte seísmo el 27 de febrero (su balance: un millar de muertos y dos millones de damnificados en la céntricas regiones de Maule y Bío Bío). Aunque sumido todavía en el dolor y la incertidumbre cuando Piñera llegó a la presidencia (11 de marzo), el país asumió “con solidaridad y esperanza” –mensaje inequívoco de su Iglesia– la ingente labor que tenía por delante. Y a respaldar este esfuerzo acudió el secretario de Estado vaticano, pero unas polémicas declaraciones del cardenal Bertone en torno a la pederastia, asociando homosexualidad y pedofilia, desdibujaron una visita (6-12 de abril) destinada también a compartir la alegría por el Bicentenario. Tiempo habría para festejos, cuando un solemne Te Deum en la catedral de Santiago (18 de septiembre) abrió oficialmente dichas celebraciones. Aunque si algo llenó de alegría a Chile en 2010 fue el feliz rescate en octubre de 33 trabajadores de la mina San José tras permanecer 69 días bajo tierra. Las eucaristías semanales en el campamento ‘Esperanza’ y la cercanía a las familias se convirtieron en signos reales de esa presencia silenciosa de la Iglesia chilena junto a sus gentes.

Paz para México

Acompañar a su pueblo en el complejo y peligroso contexto que sufre México es lo que ha tratado de hacer su Iglesia todos estos meses. Con documentos episcopales y proyectos sobre el terreno. Fruto de su última Asamblea Plenaria, los obispos dieron a conocer en febrero una valiente exhortación pastoral (Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna) en la que reivindican las exigencias irrenunciables de la vida cristiana ante la situación de guerra encubierta que se vive en el país. Tema que volvió a figurar en la agenda de sus reuniones de abril y de noviembre. Como también lo estuvo en la conmemoración de los 200 años del proceso de independencia (16 de septiembre) y el centenario de la Revolución (20 de noviembre). Se trata de Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra Patria, según reza el título de la carta pastoral publicada el 30 de agosto. Y es que –como ya recordaban los propios prelados en su encuentro de abril– este Bicentenario es una “ocasión propicia para dar gracias a Dios por los dones que el Señor ha concedido a nuestra Patria” y una invitación “al reconocimiento de las injusticias que se cometieron”. Reclamo que ellos asumieron a propósito de otro asunto recurrente en la radiografía eclesial del año: la pederastia en el clero. Así, en una de sus citas, pidieron perdón a quienes han sido “víctimas de abusos por parte de sacerdotes deshonestos”, saliendo al paso, asimismo, a la ola de indignación de la sociedad mexicana, acrecentada por el “silencio de la Iglesia” ante el caso del P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

Manifestación de inmigrantes en Phoenix, capital de Arizona

Junto a todo ello, y sin cejar en su denuncia de las situaciones de pobreza, inseguridad, violencia, narcotráfico y crimen organizado que se suceden día a día en el país, con un reguero incesante de víctimas, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) fijó a menudo su atención en las duras condiciones de vida de los migrantes, sometidos a secuestros y extorsiones que, en ciertos casos, concluyen con la muerte, como ocurrió en la masacre cometida por un comando de los Zetas, que el 26 de agosto acabó con las vida de 72 personas camino de la frontera con los Estados Unidos. Precisamente, diversas instituciones de este país y de México –entre ellas, la Iglesia católica– denunciaron la polémica Ley SB1070, promulgada el 23 de abril en el Estado de Arizona, dando “vía a la caza del inmigrante”. Y así lo harían saber en una declaración conjunta de la CEM y la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU., difundida el 19 de mayo con ocasión de una visita del presidente mexicano, Felipe Calderón, a su homólogo estadounidense, Barack Obama. En ella, los pastores de ambos lados de la frontera pedían una “reforma migratoria integral”, que no sacrifique la dignidad humana básica y los derechos de los migrantes. Deseo que, un mes más tarde, ratificaron en Washington representantes de los diversos episcopados del continente americano, y que volvió a dejarse oír en Ecuador durante el IV Foro Social Mundial de las Migraciones (Quito, 8-12 de octubre).

No menos preocupados por este colectivo están en Guatemala, país de salida y tránsito de miles de migrantes, cuyo camino se convierte en un auténtico “vía crucis”, como describían los obispos durante la última Cuaresma. Ya en su primera Plenaria del año (25-29 de enero), en un lúcido y comprometido documento (Vivamos la Caridad en la Verdad), la jerarquía católica analizaba éste y otros aspectos que configuran la realidad nacional, fruto de “un sistema que genera pobreza y exclusión”. En parecidos términos se expresaba el Episcopado en su Asamblea Extraordinaria de agosto, cuando retrataba un panorama “difícil y desafiante” para su pueblo: un país de frágiles infraestructuras ante posibles desastres naturales, como se puso de manifiesto en mayo tras la erupción del volcán Pacaya y el paso de la depresión tropical Agatha (más de 200 muertos y 200.000 afectados), cuyos efectos sólo logró paliar en parte la rápida y oportuna acción de Cáritas; el incremento de la violencia y la débil aplicación de la justicia, una batalla perdida que quedó escenificada en la dimisión en junio del español Carlos Castresana, director de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG); la falta de apego a la verdad; el profundo y progresivo deterioro ecológico; y la debilidad de la democracia.

Democracia en peligro

Protestas de periodistas bolivianos por la ley contra el racismo

Donde la democracia sí corrió verdadero peligro durante unas horas fue el 30 de septiembre en Ecuador, cuando un grupo de policías retuvo en un hospital al presidente, Rafael Correa. Un intento golpista que encontró la rápida y contundente respuesta de los obispos en forma de Llamado a la serenidad y al diálogo. Un mensaje que también han venido reiterando en 2010 dos episcopados hermanos: el de Bolivia y el de Venezuela. En el país presidido por Evo Morales, la Iglesia ha abogado siempre por la conciliación. Lo hizo el 27 de septiembre en un pronunciamiento (Leyes al Servicio del Bien Común) que cuestionaba la ley contra el racismo promulgada por el mandatario, al entender que podría atentar contra la libertad de expresión. Y volvió a hacerse oír días más tarde, animando al presidente a escuchar a la prensa cuando varios profesionales mantenían una huelga de hambre en protesta contra dicha legislación. No ha sido el único capítulo donde el Gobierno y el Episcopado liderado por el cardenal Terrazas han enfrentado sus puntos de vista. En noviembre, unas declaraciones del arzobispo de Cochabamba, Tito Solari, denunciando el empleo de menores para el tráfico de drogas en la región, soliviantaron al Ejecutivo y desataron una nueva polémica. Felizmente, quedó zanjada poco después, cuando ambas partes mostraron su disposición a unir fuerzas contra ese “flagelo”. Porque la Iglesia boliviana ha vuelto a hacerse presente con una palabra valiente y necesaria, aun a costa de enemistarse no pocas veces con los actuales gobernantes. Los mensajes resultantes de sus dos asambleas (16-20 de abril y 11-16 de noviembre) son el mejor ejemplo: sus críticas al Gobierno se concretan en la petición de una “democracia real” para un país acosado por la extrema pobreza, el narcotráfico y la escasa responsabilidad hacia el medio ambiente. Exigencias a las que no es ajena y ante las que tiende su mano a las autoridades para encontrar respuestas.

Ataques de Chávez

Tampoco lo ha tenido fácil el Episcopado de Venezuela en estos doce meses, año del Bicentenario y de las elecciones parlamentarias (26 de septiembre) que pusieron fin a las mayorías arrolladoras de Hugo Chávez. Ya desde su Asamblea de enero, los obispos reivindicaron su voz y su misión en un país dividido y necesitado de un “clima de respeto, justicia y libertad”. Tres sustantivos por los que el presidente no parece sentir ningún aprecio, como puso de manifiesto pocas semanas más tarde cerrando Radio Caracas Televisión (RCTV). La Iglesia volvió a reclamar “pluralidad política y tolerancia” coincidiendo con los actos del Bicentenario y, de nuevo, el líder bolivariano cargó contra uno de sus representantes, el cardenal Jorge Urosa, a quien tildó de “golpista”, “troglodita” e “indigno”. Aunque una declaración de la Plenaria quiso dar por zanjado el contencioso, desde Aló, Presidente –su programa televisivo dominical–, Chávez descalificó de nuevo al arzobispo de Caracas, en el enésimo episodio de una campaña de acoso y desprestigio de la institución eclesial encaminada a polarizar aún más al país y desviar la atención de sus verdaderos problemas.

Cuba y sus presos

El ‘ministro de Exteriores’ vaticano, Dominique Mamberti, en Cuba

Protagonismo, pero en positivo, ha alcanzado durante 2010 la Iglesia católica en Cuba. El 19 de mayo, un encuentro de cuatro horas entre el presidente, Raúl Castro, y los arzobispos de La Habana, cardenal Jaime Ortega Alamino, y de Santiago de Cuba, Dionisio García Ibáñez, dio para mucho. Allí se habló del presente y el futuro del país, del papel de la Iglesia católica y de la situación de los presos políticos. La muerte el 27 de febrero del disidente Orlando Zapata, tras 83 días en huelga de hambre, calificada por la propia Iglesia como “una tragedia para todos”, fue la gota que colmó el vaso y el inicio de una histórica mediación eclesial que se materializaría el 13 de julio con la llegada a España de los primeros excarcelados. Testigo privilegiado de este clima de entendimiento fue el secretario vaticano para las Relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, de visita en la Isla con ocasión del 75º aniversario del establecimiento de relaciones entre Cuba y la Santa Sede, y encargado de inaugurar la X Semana Social organizada por la propia Iglesia.

Argentina bicentenaria

Algo más tensa, aunque sin perder la cordialidad, ha sido la relación vivida en la Argentina del Bicentenario entre el Gobierno y los representantes de la Iglesia católica. Ya en un documento difundido el 10 de marzo con este motivo (La Patria es un don, la Nación una tarea), el Episcopado urgía a “recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males”. Reforzar los lazos de solidaridad, combatir la pobreza y defender la vida fueron algunos de los mensajes más repetidos por los obispos coincidiendo con el inicio oficial de los festejos el 25 de mayo. También su defensa del matrimonio, tras una nueva polémica con el Ejecutivo de Cristina Fernández de Kirchner a cuenta de las uniones homosexuales. No faltaron tampoco a la cita con la historia –entre otros– los ‘curas villeros’ de Buenos Aires, que en un manifiesto abogaron por un Bicentenario “para la integración” y con mayor protagonismo del “pueblo bajo”. Celebraciones que se extenderán durante meses y que se vieron repentinamente ensombrecidas el 27 de octubre por la muerte del que fuera presidente del país (2003-2007) y esposo de la actual mandataria, Néstor Kirchner, hecho que despertó la gratitud y solidaridad de millones de compatriotas.

También en 2011

Bicentenario en Argentina

Aunque con la vista puesta en 2011, dos de sus vecinos, Uruguay y Paraguay, también incluyeron en la agenda de sus plenarias la conmemoración el próximo año del Bicentenario de su independencia. Del otro lado del Río de la Plata, el 14 de noviembre, los obispos uruguayos tuvieron un recuerdo para el Proceso de Emancipación Oriental, pero sin olvidar algunos de los aspectos que más preocupan de la realidad nacional: las cárceles, los migrantes y el medio rural. Desde Asunción, por su parte, sus hermanos paraguayos difundieron, el 12 de marzo, otro mensaje En preparación al Bicentenario de la Independencia Nacional en el que, además, repasando la actualidad del país, reivindicaban una reforma agraria integral, una educación de calidad y para todos, y la creación de fuentes de trabajo.

Mientras tanto, quienes ya celebraban también su Bicentenario en 2010 eran los colombianos. Y lo hacían en “un año complejo y lleno de retos”, como anunciaba el presidente del Episcopado, Rubén Salazar Gómez, durante la Asamblea de este organismo (8-12 de febrero). Dos fechas suscribirían sus palabras: el 30 de mayo, jornada de elecciones presidenciales; y el 20 de julio, día en que se cumplían los “doscientos años del grito de la independencia”. Precisamente, en su reunión de este mismo mes (5-9), el Bicentenario volvió a la mesa de trabajo, aunque sin desatender otras inquietudes candentes: la pobreza y el desempleo o la pederastia en el seno de la Iglesia. Por entonces, Vida Nueva Colombia era ya un altavoz más de éstos y otros focos de interés informativo. El 8 de mayo, este quincenal iniciaba su andadura, felizmente compartida durante su lanzamiento oficial el 16 de junio en Bogotá, acto “apadrinado” por el arzobispo Claudio Mª Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.

Colombia eligió en mayo a un nuevo presidente, Juan Manuel Santos

¿Y el gigante latinoamericano? En el año en que Lula pasaría el testigo de la presidencia a su candidata del PT, Dilma Rousseff, Brasil se vio salpicado por no pocos escándalos de corrupción. Un hecho que no pasó por alto el Episcopado del país, que el 11 de marzo dio a conocer un mensaje (Por una reforma del Estado con la participación popular) en el que proponía cambiar el vigente modelo neoliberal “concentrador y excluyente” para evitar que se repitan actuaciones semejantes. Apenas dos meses después, y ante diversos abusos en el ejercicio de la política, también el presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Héctor Miguel Cabrejos, emitía un breve pronunciamiento llamando a las diversas instancias de la administración pública y privada a recuperar la ética pública, porque “la corrupción afecta a los más necesitados”.

De vuelta a Brasil, cabe detenerse en el informe que la Comisión de la Tierra –dependiente del Episcopado– entregó al Gobierno el 29 de abril, en el que se registran más de tres conflictos al día en el campo. Un dato ciertamente preocupante, que los prelados analizarían en su siguiente Asamblea Plenaria (4-13 de mayo). En ella, además de repasar otros temas de actualidad (desde el momento político preelectoral hasta el III Plan Nacional de Derechos Humanos, pasando por la aprobación de unas directrices internas contra los abusos sexuales en la Iglesia), la jerarquía brasileña volvió a reivindicar una verdadera reforma agraria que ponga fin a situaciones como las que se describen en el citado informe. Algunas quizá demasiado familiares para sus vecinos peruanos. Enfrentados a menudo con terratenientes o multinacionales que agreden a las poblaciones locales y su único medio de vida, los pastores de este país se vieron obligados a defender en un mensaje el Rol de la Iglesia católica en la Amazonía peruana, ante las amenazas de expulsión contra misioneros y otros agentes de pastoral que trabajan en la región.

Centroamérica

Las poblaciones indígenas ven amenazado su medio de vida, la tierra

Una palabra final sobre Centroamérica. Del 22 al 26 de noviembre, el Secretariado Episcopal de América Central (SEDAC) celebraba en Costa Rica su Asamblea anual con un deseo común: que “nuestros pueblos tengan vida y vivan la paz”. Dos necesidades que la realidad de la zona convierte en acuciantes. Ahí está, sin ir más lejos, el conflicto fronterizo entre Costa Rica y Nicaragua, la inestabilidad político-social de éste último país bajo la presidencia de Daniel Ortega, o la violencia e inseguridad que provocan las pandillas juveniles (maras) en Honduras o El Salvador.

¿Y 2011? Aún es pronto (y difícil) para aventurarse en perspectivas. La actualidad marcará los ritmos y acciones a emprender. Mientras, las Iglesias locales siguen embarcadas en la ardua –y, en ocasiones, infructuosa– tarea de dotar de contenido y aplicar a nivel pastoral las exigencias evangelizadoras identificadas en la Conferencia de Aparecida (2007). Han pasado más de tres años desde que se impulsara la Misión Continental en tierras brasileñas. El desafío es grande, y la fe, mucha, pero no son pocos los que dudan de la eficacia real de un proceso que, como fiel herramienta al servicio del Reino, parece destinado a dar frutos a largo plazo. Por ahora, habrá que conformarse con ir dando pasos y estrechando lazos en este empeño conjunto. Próxima parada: el II Congreso Continental Latinoamericano de Vocaciones (Costa Rica, 31 de enero-5 de febrero de 2011). Un buen pretexto para estrenar el futuro.

SIGNOS DE VIDA Y ESPERANZA

Entre las múltiples huellas de muerte y destrucción que este 2010 ha ido dejando a su paso por el continente, ha vuelto a florecer la semilla de los numerosos encuentros convocados por los distintos departamentos y secciones del CELAM, signos inequívocos de la vitalidad eclesial en aquellas latitudes. De ellos, rescatamos dos, celebrados ambos en septiembre, por lo que representan para el futuro de la Iglesia latinoamericana y caribeña: el III Congreso Latinoamericano de Jóvenes, en Los Teques (Venezuela); y el III Congreso Latinoamericano y del Caribe de Movimientos Eclesiales y Nuevas Comunidades, en Encarnación (Paraguay).

Junto a ellos, otra presencia fundamental para entender esa labor de la Iglesia en su caminar con el pueblo es la de la Vida Religiosa. Reunida el mes de marzo en Brasilia, la junta directiva de la CLAR (Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos) aprobó el Plan Global del Trienio y trazó sus líneas estratégicas: la Palabra de Dios, una actitud de escucha, los rostros sufrientes de los pobres, la identidad de América Latina y El Caribe, la necesidad de una Vida Consagrada nueva… Desafíos de altura, sin duda, pero nunca menores que los que afrontan sus compatriotas.

CON NOMBRE PROPIO

El Salvador recordó a Romero

La Iglesia latinoamericana y caribeña se ha encarnado a lo largo de este 2010 en miles y miles de nombres que ponen rostro a su incansable labor evangelizadora. Por razones obvias, aquí recogeremos tan sólo algunos, aunque seguramente llamados a ser destacados protagonistas de la vida eclesial del continente en los próximos años.

El brasileño Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), y Raúl Eduardo Vela Chiriboga, arzobispo emérito de Quito, recibieron la púrpura cardenalicia de manos de Benedicto XVI. Y quién sabe si en próximos consistorios se unirán al Colegio Cardenalicio algunos de los arzobispos nombrados durante los últimos doce meses: desde el propio sucesor de Vela en la capital ecuatoriana, el franciscano Fausto Gabriel Trávez, hasta los nuevos metropolitanos de Panamá (el agustino José Domingo Ulloa) y Guatemala (el salesiano Óscar Julio Vian), pasando por el actual presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, Rubén Salázar Gómez, quien ocupa la sede de Bogotá desde el pasado mes de agosto, o la más reciente designación del salesiano Ricardo Ezzati como arzobispo de Santiago de Chile.

Motivos bien distintos nos llevan a recordar al jesuita Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo (Perú), víctima de amenazas por su defensa encendida del medio ambiente y de los derechos de los pueblos indígenas de la Amazonía. Un colectivo que en Chiapas (México) siempre contó con el apoyo del que fuera obispo de San Cristóbal de Las Casas, Samuel Ruiz, que el 25 de enero celebraba allí sus bodas de oro episcopales acompañado por miles de fieles y un nutrido grupo de prelados y sacerdotes.

Quien también recibió un emotivo homenaje fue el arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero en el 30º aniversario de su asesinato (24 de marzo), una fecha en la que “habríamos deseado que se diera la grata noticia para todos de que monseñor Romero era declarado beato”, reconocía su sucesor en la capital y presidente del Episcopado salvadoreño, José Luis Escobar, firmante de una carta que este organismo envió al papa Benedicto XVI interesándose “por la pronta conclusión del proceso de canonización”. Por fortuna, y aunque en Roma impera todavía el silencio, “san Romero de América” –como ya le conoce su pueblo– “ha vuelto para quedarse”, confesaba en entrevista con Vida Nueva el que fuera su obispo auxiliar, Gregorio Rosa Chávez.

En el nº 2.735 de Vida Nueva.

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