La Santa Sede pone en duda los informes de Wikileaks

Aclara que son ‘percepción de sus redactores’, y no expresión de los oficiales vaticanos

El P. Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa

(Antonio Pelayo –Roma) Benedicto XVI y la Curia se preparan para las celebraciones navideñas con un calendario que apenas difiere del de años anteriores: comenzarán con la audiencia que el Papa concederá al personal que trabaja en la Secretaría de Estado y en los diversos organismos del gobierno central de la Iglesia (el 22 de diciembre) y se prolongarán hasta el solemne encuentro con el Cuerpo Diplomático con motivo del Año Nuevo, el 10 de enero. En ambas ocasiones, los discursos del Pontífice revisten una importancia especial, porque en ellos ofrece su balance y reflexiones sobre los más importantes acontecimientos sucedidos a los largo de 2010 en el ámbito eclesial y en la esfera internacional. Por otra parte, las celebraciones litúrgicas que presidirá el Santo Padre son las habituales, y entre ellas destacan el mensaje Urbi et Orbi del día de Navidad y la homilía en la misa del 1 de enero, Jornada Mundial de la Paz. Esta semana, el hecho más destacado ha sido la publicación en diversos medios de comunicación de una serie de documentos de la diplomacia norteamericana que se refieren a las relaciones entre la Administración de Washington y la Santa Sede.

Nos referimos a los papeles puestos en circulación por Wikileaks y que cinco periódicos (El País, para las naciones de lengua castellana) han entregado a sus lectores después de pasarlos por sus respectivos filtros. Digo esto porque, partiendo de idénticos despachos diplomáticos, la selección de temas y las lecturas que se hacen de los mismos divergen según las orientaciones de cada uno de esos medios. No sorprenderá a nadie que el periódico madrileño destaque sobre sus colegas por su acidez y también por algunos de los errores que comete en la interpretación de algunos de esos documentos.

Imagen de uno de los cables sobre el Vaticano filtrado por el portal de Internet Wikileaks

El sábado 11 de diciembre, la Sala de Prensa de la Santa Sede juzgó necesario salir al paso de dichas informaciones con un comunicado en inglés y en italiano que considero imprescindible transcribir íntegramente para nuestros lectores: “Sin entrar en la valoración de la extrema gravedad de la publicación de una gran cantidad de documentos reservados y confidenciales y de sus posibles consecuencias –se afirma–, la Sala de Prensa de la Santa Sede observa que una parte de los documentos hechos públicos recientemente por Wikileaks se refiere a informes enviados al Departamento de Estado de los Estados Unidos de América por la Embajada de los Estados Unidos ante la Santa Sede. Naturalmente, dichos informes reflejan la percepción y las opiniones de los que los han redactado y no pueden ser considerados expresión de la misma Santa Sede ni citas precisas de las palabras de sus oficiales. Su credibilidad, por lo tanto, debe ser valorada con reserva y mucha prudencia, teniendo en cuenta tales circunstancias”.

Una fuente poco fiable

La mayoría de los despachos diplomáticos y los comentarios que en ellos se reflejan datan de un corto período de años y tienen como autora principal, aunque no única, a la señora Julieta Valls Noyes, encargada de Negocios de la Embajada de los Estados Unidos de América ante la Santa Sede entre la marcha del embajador Francis Rooney (que presentó sus cartas credenciales el 12 de noviembre de 2005) y la llegada a Roma del actual embajador, Miguel Humberto Díaz, en octubre de 2009. Hay documentos anteriores a este período y se refieren, algunos de ellos, a los últimos años de Juan Pablo II y a los rumores y cavilaciones sobre su posible sucesor. La diplomática norteamericana antes citada multiplicó sus encuentros con personalidades de muy diverso rango en el mundo vaticano, y no brilla de modo especial por la profundidad de sus análisis, que revelan notable incomprensión sobre cómo funcionan los organismos vaticanos y cómo se establecen dentro de la Iglesia las relaciones de fuerza.

Es algo simplista, por citar sólo algunos ejemplos, calificar al secretario de Estado como un “yes man” y destacar que no habla inglés o que carece de experiencia diplomática. Algo más acertadas pueden parecer sus opiniones sobre la no muy brillante gestión de la información por parte del Vaticano, aunque resulte superficial hacer responsable del fenómeno al jesuita Federico Lombardi (del que se dice que usa blackberry pero que no tiene acceso directo al Papa y que está desbordado de trabajo; el corresponsal de El País añade por su cuenta que “es, además, vicario general de los jesuitas, es decir, número dos de la Compañía de Jesús”, cosa completamente falsa). Tampoco creo que en la Casa Blanca consideren al Vaticano simplemente un “poder anticuado pero útil como aliado”, y si así lo hicieran, demostrarían una notable escasez de luces.

A este propósito, algunos han recordado en el Vaticano la famosa frase atribuida al que durante muchos años fue hombre clave en la diplomacia pontificia, el cardenal Agostino Casaroli. Cuando al que fue secretario de Estado con Karol Wojtyla y antes hombre de la Ostpolitik con Pablo VI y Juan XXIII, se le decía que la vaticana era la primera y la mejor diplomacia del mundo, contestaba con su habitual sorna: “Pues si es así, me gustaría conocer cómo es la segunda”.

Para darse cuenta exacta de la “autoridad” de las fuentes informativas de la embajada americana ante la Santa Sede, puede resultar útil recoger el comentario irónico del que fue durante muchos años vaticanista de La Stampa de Turín. En su blog, Marco Tosatti confiesa ser la “garganta profunda” de algunas de las informaciones mandadas a Washington por el diplomático americano de turno antes del Cónclave en el que se eligió a Joseph Ratzinger. Concretamente, reconoce haber “soplado” a su confidente en la embajada estadounidense el nombre del cardenal Darío Castrillón como un papable con grandes posibilidades. Ya sabemos con qué éxito…

Hacia un acuerdo con la OLP

Hablando de cosas algo más serias, el jueves 9 de diciembre tuvo lugar en Ramallah una reunión entre una delegación de la Santa Sede presidida por monseñor Ettore Balestrero, vicesecretario para las Relaciones con los Estados, y otra de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), a cuyo frente estaba Ziad Al-Bandak, consejero del presidente de la OLP, Mahmoud Abbas, para las relaciones con los cristianos. El objetivo de la reunión era avanzar en la elaboración de un acuerdo bilateral que regule y promueva la presencia y actividades de la Iglesia católica en los territorios palestinos siguiendo las pautas del Acuerdo fundamental que ambas partes firmaron en el año 2000.

Benedicto XVI, con la presidenta de Lituania

Al día siguiente, 10 de diciembre, monseñor Balestrero participaba, en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, en una reunión de la Comisión Plenaria Permanente entre la Santa Sede y el Estado de Israel. Éste se hacía representar por el viceministro de Asuntos Exteriores, Danny Ayalon. Juntos acordaron los próximos pasos para la conclusión del acuerdo que regule de forma definitiva la presencia de la Iglesia católica en Israel. Ese mismo día, Benedicto XVI recibía en audiencia, en el Palacio Apostólico, a una delegación del World Jewish Congress (Congreso Judío Mundial) con su presidente, Ronald S. Lauder. Ante ellos recalcó una vez más que es necesario seguir combatiendo el antisemitismo.

Noticias de otra área muy diversa del mundo, un país de honda raigambre católica como es Lituania, le llegaron al Santo Padre al recibir, también el 10 de diciembre, a su presidenta, la señora Dalia Grybauskaite. En la conversación quedó confirmada “la presencia positiva de la Iglesia católica en la historia y en la vida del país” y la común voluntad de reforzar las ya “buenas relaciones bilaterales existentes”.

Entre los decretos emanados de la Congregación de las Causas de los Santos presidida por el cardenal Angelo Amato figuran los que llevarán a la beatificación de seis nuevos mártires de la persecución religiosa que tuvo lugar en España durante los años 30. Son dos sacerdotes diocesanos, José Nadal y José Jordán, asesinados en Monzón el 12 de agosto de 1936, y cuatro miembros de la familia franciscana, igualmente asesinados el mismo año; se trata de Miguel Faúndez, Baltasar Muñoz, Pedro Sánchez Barba y Fulgencio Martínez García”.

TÍBER, por Antonio Pelayo

El histórico río separa dos realidades estatales tan diversas como Italia y la Santa Sede, pero sólo Dios sabe hasta qué punto a lo largo de la historia y hasta hoy mismo existe una relación profunda entre ambas. Para lo bueno y para lo peor.

Una cosa es colaborar desde la independencia y el respeto; otra muy distinta, manipular y confundir los papeles de cada uno.

Cuando a este lado del Tíber se encuentra un político tan astuto y pérfido como Berlusconi, al otro lado (“oltretevere”, dicen los romanos) tienen que andarse con todo el cuidado posible para que no les envuelva en sus maniobras. No me atrevería a decir que esto no ha sucedido ya más de una vez y… que no vuelva a suceder.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.734 de Vida Nueva.

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