‘El mensaje de María es para creyentes y no creyentes’

En su homenaje a la Inmaculada, el Papa subraya la esperanza y la confianza

(Antonio Pelayo -Roma) A las siete de la mañana del 8 de diciembre, apenas despuntada el alba, el cuerpo de vigili del fuoco (bomberos) de la ciudad de Roma en estricta formación rendía honores al monumento a la Inmaculada que desde 1857 enseñorea la Piazza di Spagna. Minutos después, un comandante trepaba a través de una gran escalera hasta la imagen de la Virgen y depositaba en su mano derecha una corona de flores blancas. Después de él, otros compañeros subieron hasta los pies de la estatua mariana con ramos de flores, algunos con mensajes personales y todos con manifiesta emoción. Así comenzaba una jornada en la que los romanos y los turistas de la Ciudad Eterna acuden en masa a esta plaza, que ese día se convierte en el corazón de Roma.

A las 12 h. otra Plaza, la de San Pedro, ofrecía un lleno considerable para escuchar de labios de Benedicto XVI sus palabras en el Angelus. Después de glosar con su habitual sencillez pedagógica el misterio de la Inmaculada Concepción de María, el Papa dijo: “Esta tarde renovaré el tradicional homenaje a la Virgen Inmaculada (…). Con este acto de devoción, me hago intérprete del amor de los fieles de Roma y del mundo entero a la Madre que Cristo nos ha dado. A su intercesión confío las necesidades más urgentes de la Iglesia y del mundo. Que ella nos ayude sobre todo a tener fe en Dios, a creer en su Palabra, a rechazar siempre el mal y escoger el bien”.

A partir de las 14 h. ya no se podía dar un paso en la plaza que lleva el nombre de España, tomada por miles de personas que esperaban la llegada del Papa, prevista para las 16 h. A esa hora comenzaron a caer algunas gotas, pero fue una amenaza pasajera que dio paso a una tarde serena y con buena temperatura.

Con puntualidad germánica, el papamóvil enfiló la recta de Via Condotti y el Pontífice sonriente saludaba a derecha e izquierda al numerosísimo mar de manos que se alzaban a su paso. Al entrar en la plaza, el nivel sonoro aumentó con los aplausos y algunos vítores. En ese momento, la Capilla Sixtina (que participa por vez primera en esta ceremonia) entonó el Tu es Petrus. Joseph Ratzinger recibió el saludo del alcalde, Gianni Alemanno, y de su vicario para la Diócesis de Roma, el cardenal Agostino Vallini. Monseñor Guido Marini indicó al Papa que la paraliturgia podía comenzar. “A ti, que eres la Toda Santa –dijo Benedicto XVI en la monición introductoria–, te pedimos que nos enseñes a creer, a amar y a esperar, que nos indiques el camino que conduce a la paz, el camino hacia el reino de Dios, que nos ayudes en las circunstancias alegres y tristes de nuestra peregrinación terrena, que sostengas nuestro camino de santidad”.

Dirigido a todos y cada uno

Después de la lectura de un pasaje de la carta a los Gálatas, el Pontífice dio lectura a su alocución, más breve que en años anteriores, pero con matices nuevos: “Cuando venimos aquí, especialmente en esta fecha del 8 de diciembre, es mucho más importante lo que recibimos de María que lo que nosotros le ofrecemos. Ella nos da un mensaje destinado a cada uno de nosotros, a la ciudad de Roma y al mundo entero. También yo, que soy el Obispo de esta ciudad, vengo para ponerme a la escucha, no sólo para mí, sino para todos. (…) Su Mensaje no es otro que Jesús. Él es toda su vida. Y gracias a Él, ella es Inmaculada”.

“Éste es el mensaje que nos da María –añadió más adelante–, y cuando vengo aquí en esta fiesta me sorprende, porque lo siento dirigido a toda la ciudad, a todos los hombres y mujeres que viven en Roma: también a los que no lo piensan, a quien hoy no recuerda siquiera que es la fiesta de la Inmaculada, a quien se siente solo y abandonado. La mirada de María es la mirada de Dios sobre cada uno de nosotros. Ella nos mira con el mismo amor que el Padre y nos bendice. Se porta como nuestra ‘abogada’, y así la llamamos en el Salve Regina, ‘advocata Nostra’. Aunque todos hablasen mal de nosotros, ella, la Madre, hablaría bien, porque su corazón inmaculado está sintonizado con la misericordia de Dios. Así ve ella a la ciudad: no como un conglomerado anónimo, sino como una constelación donde Dios conoce a todos personalmente por su nombre, uno por uno, y nos llama a brillar con su luz. Y los que a los ojos del mundo son los primeros, para Dios son los últimos, y los que son pequeños, para Dios son grandes (…). Es un mensaje de confianza para cada una de las personas de esta ciudad y para todo el mundo. Un mensaje de esperanza no hecho de palabras, sino de su propia historia: ella, una mujer de nuestra estirpe que dado a la luz al Hijo de Dios y ha compartido toda su existencia con Él”.

Finalizadas sus palabras, mientras se cantaban las letanías, Benedicto XVI se acercó al monumento y bendijo un cesto con cien magníficas rosas blancas, su ofrenda “alla Madonna”, que se sumaba a los centenares de ramos, coronas y tiestos depositados en la base de la columna mandada levantar por el papa Pío IX y que él mismo vino a bendecir desde nuestra histórica Embajada cerca de la Santa Sede. Su actual titular, Francisco Vázquez, rodeado de sus consejeros, estaba en primera fila para recibir la bendición papal y su afectuoso saludo, mientras el Coro de Cámara de La Coruña cantaba varios motetes marianos.

Saludo a los enfermos

Benedicto XVI también saludó a los cardenales presentes, Ivan Dias, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (cuya histórica sede “de Propaganda Fide” también se asoma a la plaza), y el español Julián Herranz, presidente emérito del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos. El prefecto de la Congregación de Obispos, cardenal Marc Ouellet, que asistía como un fiel más, no se acercó a saludar al Pontífice. Sí lo hicieron algunos de los numerosos enfermos que ocupaban puestos preferentes entre el público, que aclamaba al vecino más ilustre de la ciudad y que este día le siente como un ser más cercano. Con su presencia en medio de ellos, comienzan, de algún modo, las festividades navideñas.

Como no todo pueden ser alegrías, las malas noticias procedentes de China generan preocupación en la Santa Sede: Feng Xinmao, obispo de Hengshui, fue “secuestrado” por un pelotón de policías y trasladado por la fuerza a Pekín para obligarle a participar en la Asamblea de los representantes católicos chinos, que se reúne estos días en la capital del inmenso país. La noticia la daba con extensión el padre Bernardo Cervellera, director de AsiaNews, que tiene excelentes fuentes de información. Otro obispo, Li Liang Gui, de la diócesis de Cang Zhou, se encuentra en paradero desconocido, no se sabe si por propia iniciativa (para evitar ser igualmente “secuestrado”) o por decisión de las autoridades.

En Roma están informados de que en la ya citada reunión de Pekín van a ser elegidos el presidente de la Asociación nacional católica china y el del Consejo de Obispos. Estos dos organismos son los responsables de la Iglesia sometida al régimen político y hay fundados temores de que el Gobierno pretende reforzar su presión sobre la Iglesia “clandestina”, que últimamente parecía haber recuperado ciertos márgenes de una relativa autonomía. Conociendo los complicados meandros de la política china, en la Secretaría de Estado se mueven con gran cautela.

Bertone en Kazakistán

Durante su estancia en Astana, capital de la república ex soviética de Kazakistán, el cardenal Tarcisio Bertone, que participaba en una reunión de los 56 países miembros de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), habrá podido aludir a estos problemas con algunos de sus colegas que mantienen lazos de cooperación comercial y política con China, entre ellos el país anfitrión, cuyo presidente es el hábil Nursultan Nazarbayev.

Benedicto XVI, con el secretario general del CMI, Olav Fykse Tveit

El cardenal Bertone, al que acompañaban monseñor Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados, y el nuncio en el país, el español Miguel Maury, se reunió con los obispos católicos de Asia central y celebró el sábado 4 una misa en la vieja catedral de Karaganda (ya está en construcción el nuevo templo que la sustituirá), donde están enterrados algunos obispos y sacerdotes víctimas del terror reinante durante la tiranía estalinista.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, fue recibido en audiencia privada por el Papa el lunes 6 de diciembre. Según el habitual comunicado de la Sala de Prensa vaticana, en el “cordial coloquio” se ha “subrayado la importancia de la tradición cristiana en la vida de la nación y el papel de la Iglesia católica en su renovación”. Esta visita precede al próximo inicio de la presidencia magiar de la Unión Europea.

Entre las audiencias de carácter religioso, cabe destacar la de la delegación del Consejo Ecuménico de las Iglesias (CMI), con sede en Ginebra, presidida por su secretario general, el pastor luterano noruego Olav Fykse Tveit, en el cargo desde el 1 de enero de 2010. Antes, la delegación (compuesta por siete miembros, incluida la reverenda Fulata Mbano-Moyo, responsable del programa sobre el papel de las mujeres en la Iglesia) había mantenido un provechoso intercambio de puntos de vista con el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y sus colaboradores. Las relaciones entre Roma y Ginebra están instaladas desde hace ya varias décadas sobre la base de una buena colaboración a todos los niveles, si bien manteniendo cada parte posiciones no siempre convergentes a nivel teológico y de acción en la esfera mundial.

Finalmente, el 3 de diciembre, los miembros de la Comisión Teológica Internacional se encontraron con Benedicto XVI al final de su reunión anual de trabajo, en la que han abordado temas como la teología y su metodología, la cuestión del Dios único en el diálogo interreligioso y la integración de la Doctrina Social de la Iglesia en el contexto más amplio de la doctrina cristiana. En su discurso, era fácil imaginar que Joseph Ratzinger no podía no tocar el primero de estos temas: “Es necesario destacar que la teología vive siempre en continuidad y en diálogo con los creyentes y los teólogos que existieron antes de nosotros. Y así como la comunión eclesial es diacrónica, también lo es la teología. El teólogo nunca comienza de cero, sino que considera como maestros a los Padres y teólogos de toda la tradición cristiana. Enraizada en la Sagrada Escritura, leída con los Padres y Doctores, la teología puede ser escuela de santidad, como lo ha testimoniado el beato John Henry Newman”.

NUNCIOS, por Antonio Pelayo

La Iglesia española cuenta con un número considerable de nuncios apostólicos; en el ranking de números sólo nos supera Italia.

De ese excelente grupo de “profesionales” de la diplomacia eclesial se ha descolgado desde el 5 de diciembre pasado el que ha sido durante casi seis años representante del Papa en Gran Bretaña, monseñor Faustino Sainz Muñoz. Lo hace por muy justificados motivos de salud, y así lo ha reconocido con admirable franqueza ante la Asamblea Plenaria del Episcopado inglés; sin perder el buen humor, les dijo que no podía decirles nada sobre su sucesor, salvo que “no será español”, porque en la Nunciatura de Londres antes que monseñor Faustino Sainz estuvo durante años monseñor Pablo Puente, quien también presentó al Papa su dimisión antes de cumplir los preceptivos 75 años.

Monseñor Sainz –al que tantos amigos suyos le hemos llamado y le seguiremos llamando Faustino– se va de la Gran Bretaña después de haber tenido la satisfacción de haber acompañado a Benedicto XVI en su visita a la Iglesia de Escocia, Gales e Inglaterra, a cuyo éxito tanto contribuyó con su tacto y experiencia. Me consta que deja muy buen recuerdo, como ya sucedió en sus anteriores destinos de Cuba, Zaire y Bruselas.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.733 de Vida Nueva.

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