Patxi Álvarez: “Hay que mirar a las personas con ternura y esperanza”

Secretario para la Justicia Social y Ecología de la Compañía de Jesús

(María Gómez) Patxi Álvarez de los Mozos (Bilbao, 1967) es de los que creen que los pobres tienen mucho que enseñar: “Las personas que llamamos pobres (por su falta de recursos materiales y las situaciones injustas en las que viven) acumulan resortes increíbles de vida que se muestran en su alegría, su dignidad, su sencillez, su generosidad y su esperanza. Toda una escuela donde aprender a vivir”. Él lo sintió así durante sus años de estancia en Camboya y la India, echando una mano en varias comunidades jesuitas.

Aquél fue un “tiempo de gracia, de confusión interior al ver tanto dolor, y de consuelo al ser testigo de la esperanza de la gente”; una paradoja emocional que todavía hoy no sabe cómo gestionar. “Creo que el dolor, si no te rompe por dentro, y el consuelo, que forman una tensión creativa, mueven finalmente al compromiso agradecido. No sé si el dolor se supera, pero sí creo que se le encuentra un sentido acompañando y aliviando en las situaciones de sufrimiento con las que te encuentras en la vida. Eso hace que el dolor del pasado adquiera un significado de sanación”.

Patxi Álvarez es sacerdote jesuita (y no ingeniero de telecomunicaciones, carrera que estudiaba cuando sintió la vocación) porque “la fe, conocer a Jesús y el deseo de seguirle, es uno de los mayores regalos de mi vida y deseo compartirlo agradecidamente con otras personas”. En Camboya coincidió con el obispo Kike Figaredo, en el taller de sillas de ruedas que él comenzó en el Centro de las Palomas: “Le sustituí (si es que eso era posible, pues él tiene un carisma deslumbrante) mientras hacía la Tercera Probación en Salamanca. Me sentí muy acompañado por él y nos hicimos muy buenos amigos. A mí me enseñó muchas cosas, sobre todo a mirar la vida y las personas con ternura y esperanza”.

Gracias a todas sus experiencias al lado de los excluidos, “los olvidados de la mesa”, ha ido adquiriendo una actitud vital: “La vida propia no es tan importante. Es para ponerla al servicio de la vida de las personas. Eso es lo que a la mía le da sentido y valor: ¿por qué no ser alguien que, con sencillez, trata de aportar ilusión y esperanza a la gente?”.

Siguiendo esta máxima, en 2006 se entregó a las tareas de director adjunto en Alboan (ONG jesuita de cooperación para el desarrollo) y de coordinador del Plan de Formación de la Provincia de Loyola. Y aquí, nuevas lecciones: “Creo que he aprendido el valor de la colaboración con el laicado. Los laicos son verdaderos compañeros en la misión que me interpelan por su compromiso y por lo consecuentes que tratan de ser en sus vidas. Sin el trabajo con ellos, la Compañía no sería hoy lo que es”.

Se confiesa agradecido y asegura que les echará de menos en la nueva etapa que está a punto de emprender: secretario para la Justicia Social y Ecología. ¿Qué tienen que ver entre sí? “La conciencia ecológica es una preocupación por una tierra herida. Y este planeta herido es una de las mayores amenazas a las poblaciones más vulnerables”. Así, aunque reconoce la importancia de asuntos como el cambio climático, considera que la mejor contribución de los jesuitas es lo social (“la protección de los más pobres amenazados por ese cambio climático”) y lo educativo.

Desde Roma, Patxi confía en seguir contribuyendo a que las obras sociales de la Compañía “sirvan a los últimos con más eficacia y más ternura. Creo que para eso este Secretariado es un lugar privilegiado”.

En esencia

Una película: Un lugar en el mundo, de Adolfo Aristarain.

Un libro: Tiempo de crear, de Benjamín González Buelta.

Una canción: Solo el amor, de Silvio Rodríguez.

Un deporte: subir a la montaña.

Un rincón del mundo: un hogar pobre convertido en capilla al atardecer.

Un deseo frustrado: convivir con campesinos pobres.

Un recuerdo de infancia: la mano firme y acogedora de mi padre.

Una aspiración: servir y amar.

Una persona: Jesús de Nazaret.

La última alegría: celebrar con compañeros la amistad.

La mayor tristeza: un mundo con tanta injusticia.

Un sueño: una preciosa mesa (bien dispuesta) donde todos quepamos.

Un regalo: una sonrisa.

Un valor: la esperanza.

Que me recuerden por… la cercanía y la sencillez.

En el nº 2.732 de Vida Nueva.

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