La Iglesia boliviana pide más diálogo y una democracia real

Los obispos, reunidos en Asamblea, reiteran sus críticas al Gobierno de Evo Morales

Álvaro García Linera, Evo Morales y el secretario general de la OEA

(Ronald Grebe– La Paz) Al concluir su 90ª Asamblea, celebrada del 11 al 16 de noviembre en Cochabamba, la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) mostró su preocupación por la realidad que viven sus fieles, reflejada en la extrema pobreza, el narcotráfico, el alza de precios de la canasta familiar, la democracia poco participativa y consensuada, así como la grave contaminación y el deterioro ambiental que sufre el país.

En el encuentro, presidido por el arzobispo de Sucre y vicepresidente de la CEB, Jesús Pérez, en ausencia del cardenal Julio Terrazas, se volvió a insistir en que “la Iglesia no persigue intereses ideológicos o pragmáticos, sino que ilumina las realidades políticas, económicas, sociales, con los criterios que el Evangelio y la Tradición de la Iglesia enseñan”. Durante la sesión inaugural, Pérez exteriorizó la inquietud episcopal por que “un nuevo rostro y nueva composición de la Patria se esté dando en un clima de desconcierto, por la falta de claridad y transparencia en indicar las metas que, a veces, parecen ocultar otras intenciones y por la ausencia de un diálogo sincero”. El prelado añadió que, “aunque la causa que se quiere alcanzar pueda ser justa, si se recurre a medios injustos no sólo no se logra la meta propuesta, sino que también se corre el riesgo de que quede en la nada lo que se ha alcanzado, y, peor aún, que se instaure una democracia puramente formal, sin valores y principios éticos”.

El vicepresidente de la CEB se refirió también a la economía, porque, si bien los indicadores macroeconómicos son importantes, causa inquietud “la situación económica de los sectores pobres marginales, que sufren por la falta de un empleo estable y formal, hecho agravado por el alza exagerada de los precios de la canasta familiar”. Así las cosas, la vida  de los “hermanos campesinos pareciera no sólo estar igual sino peor” que antes.

El estigma del narcotráfico

En reiteradas ocasiones, la CEB “ha llamado la atención respecto al problema del narcotráfico –recordó Pérez–, que se va extendiendo en distintas regiones del país por el crecimiento del cultivo de la hoja de coca, y que ve involucrados a grupos criminales de otros países, que recurren a la violencia y a las armas para imponer su ley”. “Este mercado –advirtió– tiene consecuencias morales y sociales nefastas y nos estigmatiza a nivel internacional”.

El arzobispo de Sucre aprovechó también su intervención para responder al vicepresidente del país, Álvaro García Linera, quien afirmó que “los sacerdotes deben salvar almas y no hacer política”, lo que el prelado considera “una malentendida apreciación acerca de la misión de la Iglesia en el mundo, porque ésta se refiere a todas las dimensiones de su vida, incluyendo lo social y lo político”.

Precisamente, en respuesta también a esa preocupación eclesial por la situación del país, el Gobierno de Evo Morales –por boca de su portavoz, Iván Canelas– pidió a la jerarquía católica dejar “que aporten a la solución de los problemas, porque es bien fácil criticar desde afuera”.

El senador oficialista Eugenio Rojas, por su parte, llamó a la Iglesia a “trabajar por buscar la igualdad y ayudar a erradicar la pobreza, y no entrometerse en temas políticos”. Porque “el nuevo sistema político que existe en el país –añadió– no gustó a la Iglesia, que dejó de ser un poder más del Estado boliviano”. El diputado opositor Mauricio Muñoz, por contra, compartió la percepción de la Iglesia, y aseguró que “la democracia se está debilitando en el país”, recordando que el oficialismo no toma en cuenta la opinión de la oposición en la Asamblea Plurinacional, controlada por el oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS).

“No son discursos de confrontación o de crítica al Gobierno; la Iglesia, a través de los obispos, denuncia determinadas situaciones, propone otras y se preocupa por determinados acontecimientos sin el ánimo de ir contra el Gobierno”, matizó el jesuita René Cardozo.

A juicio del politólogo Jorge Lazarte, sin embargo, esta situación hay que leerla así: “El poder de la Iglesia radica en que hay millones de bolivianos que creen en ella y las observaciones que hace expresan el sentimiento de mucha gente, por eso intenta descalificarla desde el Gobierno”. Una Iglesia que “tocó temas a los que el Gobierno no está pudiendo dar respuestas, y por eso la muestra como opositora”, terció su colega Carlos Cordero, para quien el Ejecutivo pasa por alto el hecho de que grandes figuras de la Iglesia, como el jesuita mártir Luis Espinal, han trabajado por la recuperación de la democracia y que incluso el presidente Morales fue resguardado por la institución eclesial.

rgrebe@vidanueva.es

En el nº 2.731 de Vida Nueva.

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