Cataluña redescubre Roma

(Jordi Llisterri – Corresponsal en Barcelona) Nos ha gustado y nos hemos gustado. Ésta es la percepción mayoritaria en la sociedad catalana, de católicos y no católicos, después de vivir la vistosa ceremonia de dedicación de la Sagrada Familia presidida por Benedicto XVI. Y, desde la vida eclesial, una percepción aún más positiva: que el Papa no aterrizó en Barcelona como un paracaidista, sino que vino a participar de la celebración de la cobertura del templo con la Iglesia diocesana de Barcelona.

Éste era el sentimiento al finalizar la ceremonia, que además compartían los que habían estado en el interior con las más de 50.000 personas que había en las calles siguiendo la misa. A través de pantallas, realmente el templo se amplió a varias manzanas del barrio del Eixample y los feligreses que no estaban dentro compartieron la celebración. La mayoría procedente de parroquias de toda Cataluña y otros muchos llegados en autocar de diferentes puntos de España. “Nuestra gente, gente de nuestras parroquias”, como retrató el arzobispo Joan-Enric Vives.

Las felicitaciones han sido tan generales que el cardenal Lluís Martínez Sistach ha podido mostrar una valoración más que positiva de la visita: “El Papa quedó muy impresionado, muy contento. Y durante la comida en el arzobispado me dijo que la celebración en la Sagrada Familia le dejaba un recuerdo inolvidable”.

El arzobispo de Barcelona también recogía la satisfacción general de la sociedad catalana, que captó los equilibrios tejidos para recoger las especificidades de la Iglesia de Cataluña en una ceremonia que fue universal. “El Papa ha sido sensible con nuestra historia, con nuestra cultura, con nuestra lengua y ha sido coherente con esta sensibilidad y valoración”, concluye el cardenal.

Sistach, el artífice

Todas las interpretaciones publicadas estos días reconocen a Sistach, en plena sintonía con el cardenal Tarcisio Bertone, como artífice de esta complicidad. “Soporte inequívoco de la Santa Sede a Martínez Sistach”, decía Josep Maria Carbonell, uno de los impulsores de la carta de personalidades catalanas que dieron la bienvenida Benedicto XVI en un texto en el Corriere della Sera. Esta valoración es altamente significativa porque rompe un tópico extendido los últimos años en Cataluña: “En Roma no nos quieren”. Con la visita de Benedicto XVI, todos dan por enterrado este distanciamiento.

El decano de la Facultad de Teología de Cataluña, Armand Puig, argumentaba el motivo de este reencuentro: “Era una celebración de todos. Hemos ofrecido una imagen real de la Iglesia en Cataluña, y en la liturgia se ha visualizado cómo el pueblo católico de Cataluña compartía esta complicidad con el resto de la sociedad”.

Sin duda, un factor clave para lograr esta percepción fue la imagen que ofreció el canal autonómico de televisión, transmitida a todo el mundo. TV3, que también hizo una amplia cobertura propia, ha recibido todo tipo de elogios y felicitaciones. Benedicto XVI consiguió que una ceremonia de tres horas fuera la misa más seguida nunca en Cataluña, reuniendo también a personas que hacía años que no se acercaban a una parroquia. “Gaudí ha ganado la batalla”, añade Puig. “Se ha cumplido su sueño, el de hacer una gran iglesia en el que todo el pueblo participe en la liturgia”.

Evidentemente, entre los más satisfechos de la jornada se encontraban los responsables de la Junta constructora del templo. “Ha sido un éxito”, decía Joan Rigol, presidente delegado del Patronato. Rigol, con la basílica consagrada, pensaba ya en el futuro y se comprometía a que “a partir de ahora, cuando la gente entre en la Sagrada Familia, no vean sólo la monumentalidad, sino también un espacio del espíritu, para los que creen, y para los que no creen”.

Sobre el futuro del templo, que puede albergar hasta 7.000 personas, esta semana el Arzobispado ha anunciado que “la basílica quedará al servicio del culto y también al servicio de la evangelización y de la catequesis para los miles de personas que entran cada día para visitarla”. Durante este curso se verá qué tipo de peticiones se reciben, mientras la vida ordinaria de la parroquia continuará en la cripta del templo.

El abad de Montserrat, Josep Maria Soler, también se mostraba plenamente satisfecho con la celebración, en la que la Escolanía y el estilo litúrgico de los monjes estuvo muy presente. Para Soler, la proyección pública de la visita “nos estimulará a vivir con más coraje nuestra fe cristiana y a testimoniarla. Y esto quiere decir vivir más fundamentados en Jesucristo”.

Pero el abad también remarca un aspecto de la visita que quedó, en parte, tapado por la grandiosidad y belleza de la obra de Gaudí: la presencia del Papa en la obra del ‘Nen Déu’ dedicada a la atención de niños y adolescentes con discapacidades. Soler señala cómo la doble visita mostró “la unión inseparable entre la liturgia y el servicio a las personas, particularmente a los más necesitados”.

A pesar de las emotivas imágenes de cercanía de Benedicto XVI con los niños, el encuentro con las familias en el ‘Nen Déu’ no tuvo la misma proyección que la obra de Gaudí. Las religiosas responsables de la obra tuvieron el acierto de remarcar el espíritu franciscano de su trabajo con un enorme “Paz y Bien” que presidía el recinto del encuentro con el Papa, junto con el Cántico de la Criaturas de san Francisco de Asís.

En el ámbito político e institucional, el éxito de la visita dejó en segundo plano el debate sobre la ausencia o la presencia del presidente Zapatero. Presididas por los Reyes, todas las autoridades políticas presentes en la ceremonia hicieron una valoración muy positiva de la visita por la proyección internacional que ha ofrecido de la ciudad. De “proximidad y entendimiento” con la sociedad catalana, hablaba el presidente de la Generalitat, José Montilla. También se felicitaba la directora general de Asuntos Religiosos de la Generalitat, Montserrat Coll, por la normalidad en que transcurrió la visita, y agradecía “el esfuerzo del Papa para hablar en catalán”.

A los pocos días, el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, reconocía que hasta ahora “el proyecto de la Sagrada Familia iba por un lado y el Ayuntamiento y las instituciones por otro”, y que esto tenía que cambiar. Una de las perspectivas que se abren es la de solucionar definitivamente el limbo jurídico en el que se realizan hoy las obras –iniciadas en 1882– y la ejecución del plan urbanístico que permitiría terminar el templo siguiendo el proyecto de Guadí, que ocupa una zona verde actualmente ocupada por viviendas.

¿Y las críticas? Pues las hubo, pero bastante más aplacadas después de la visita. Sólo la imagen equívoca de las monjas de la basílica, limpiando el altar ante una asamblea presidida únicamente por hombres, ha facilitado argumentos a los críticos con la doctrina papal. Por otra parte, las protestas en la calle fueron tan coloristas, y atractivas para los medios de comunicación, como reducidas.

Aunque unas 60.000 personas siguieron la ceremonia y, según el Ayuntamiento, unas 200.000 más salieron a la calle para seguir el recorrido del papamóvil, la cifra quedó lejos de las previsiones que apuntaban a 400.000. Pero el error de estimación no permite hablar de acogida fría. La resumía la portada del lunes de un periódico local: “El Papa de Barcelona”.

En el nº 2.729 de Vida Nueva.

Número Especial de Vida Nueva

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