Benedicto XVI canta a la fe y a la belleza

(Lluís Serra Llansana– Secretario general de la Unión de Religiosos de Cataluña) Me dirijo a la Sagrada Familia, dos horas y media antes de comenzar la ceremonia. El hormiguero de la gente es visible en el metro y en las inmediaciones del templo. Con la credencial colgada del cuello, paso los diversos controles, incluido el detector de metales. El personal voluntario atiende con respeto y cordialidad. Encuentro a amigos y conocidos. ¡Tantas veces he visto la Sagrada Familia…, pero hoy es distinto! Soy consciente de que voy a vivir una jornada histórica. Accedo a su interior por la fachada del Nacimiento. Una vez dentro…

“M’illumino d’immenso”

Me vienen a la mente los versos más breves de la poesía italiana que escribió Giuseppe Ungaretti en 1933, que traducen mi experiencia personal. Me siento transportado por el bosque de columnas, por su verticalidad, por su confluencia hacia la luz cenital, que llena de claridad todos los recovecos del templo. La belleza y la magia de la arquitectura se cuelan por los intersticios de las células. Benedicto XVI subraya en la homilía esta tarea de Gaudí: “Superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre la belleza de las cosas y Dios como Belleza”, ya que “la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”.

Antoni Gaudí invierte los términos en este milagro arquitectónico al mostrar en el exterior los misterios que suelen reservarse en el interior de los templos, donde la desnudez de unas formas bellas invita a la experiencia mística del éxtasis. Su arquitectura no es un foso que se engulle para atraparte, sino un trampolín que te eleva hacia dimensiones nuevas y trascendentes.

Jesucristo, el fundamento

Asisto a una misa tan cotidiana como especial, que alimenta mi fe en el seno de una comunidad creyente. La experiencia litúrgica centra mi plegaria en la figura de Jesús. El Papa la realza, pero no la sustituye en absoluto. La lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios apunta al tema central de toda comunidad cristiana: “Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo”. No obstante, el mismo texto bíblico invita a la reflexión cuando proclama: “Mire cada uno cómo construye”. En la celebración, la verticalidad y la luz invitan a dirigirse a la fuente y al origen de la vida cristiana. No se trata de validar una ideología, sino de tener experiencia de una persona, Jesucristo, que nos anuncia la Buena Noticia.

La visita al ‘Nen Déu’

No hay vivencia cristiana sin amor fraterno. El acto que tiene lugar por la tarde del domingo complementa la celebración eucarística. La visita a la obra benéfico-social del ‘Nen Déu’ (Niño Dios), dedicada a la educación y tratamientos médicos de niños y adultos con disminuciones físicas y psíquicas y de ancianos en soledad, representa el contrapunto horizontal a la verticalidad de las columnas gaudinianas, significa el cuidado por las personas como templo de Dios frente a la atención del templo de piedra. Son los dos actos de la jornada, como las dos tablas de la ley del amor. Una conduce a la otra y ésta le sirve de garantía. De lo contrario, la fe cristiana caería en los espejismos del engaño.

Nuevos aires para la Iglesia en Cataluña

Se puede decir que esta visita del Papa permite recuperar una sintonía con el Vaticano, que se había debilitado en las últimas décadas. Las tareas de evangelización no pueden olvidar a sus destinatarios. El uso del catalán como lengua propia del país, la comprensión de las comunidades cristianas con sus características particulares, el trato directo del cardenal Bertone y Ravasi, entre otros, con la realidad catalana, la gestión sin interferencias externas del contenido de la visita a cargo del cardenal Lluís Martínez Sistach, el papel interlocutor del abad de Montserrat… han aumentado la autoestima de la comunidad eclesial. Las disquisiciones de la Iglesia en Cataluña y de la Iglesia de Cataluña sirven para cualquier nacionalidad o país. La universalidad de la Iglesia no va nunca en detrimento de la encarnación histórica en un tiempo y lugar. Se trata de la Iglesia local, sin colonialismos. Ignorarlo debilita la tarea de la evangelización.

Un entorno complejo

Los grupos minoritarios que han esgrimido el consabido “Yo no te espero”, también han orquestado sus campañas, con más eco mediático que consistencia social y presencia en la calle. En Gran Bretaña, el rechazo inicial fue intenso, pero luego se supo aceptar el carácter constructivo de la visita y se reconocieron los hechos. Veremos qué ocurre con el relato que se haga de la visita de Barcelona. Desgraciadamente, imperan los relatos sobre las realidades, al menos en nuestro país. El Arzobispado no ha entrado en guerra de cifras, hecho insólito. Ningún organizador de un acontecimiento se somete a las cifras proporcionadas por los ayuntamientos y las disparan multiplicándolas para acabar en un baile de cifras, imposible de digerir. La seguridad ha querido blindar al Papa, pero no ha sido tanto por exigencias vaticanas ni eclesiales, sino por imperativo de la Casa Real, que ha impuesto sus protocolos al participar los Reyes en la jornada. El dinero también ha sido motivo de discusión, aunque la Iglesia ha asumido sus propios costos de manera solidaria y ejemplar. Algunos políticos, entre ellos el presidente del Gobierno español y algunos miembros del tripartito catalán, interpretan la laicidad como distancia y oposición en vez de entenderla de manera positiva, como respeto y tolerancia. No actúan como gobernantes de todo el pueblo, sino que se mueven acomplejados por su propia ideología excluyente.

Fe y modernidad

Las respuestas que el Papa da a los periodistas en pleno vuelo suelen proporcionar grandes titulares, muchas veces más que sus discursos y homilías, como ha sucedido en viajes anteriores. Sus referencias a un anticlericalismo y secularismo fuerte y agresivo, propio de los años 30, trae cola. No obstante, tampoco hay que ser muy perspicaz para observar que dos grandes problemas de aquella época resultan crónicos: la cuestión religiosa y el encaje de Cataluña con España. Hoy siguen sin estar resueltos, pese a que las formas son aparentemente más educadas y menos salvajes. El problema de fondo sigue irresuelto. No obstante, la propuesta del Papa tiene una doble dirección. Apuesta por repensar la fe en un nuevo contexto de pensamiento y por el encuentro entre fe y laicidad. Con reacciones viscerales no se irá a ninguna parte. El diálogo, la argumentación y la voluntad de encontrar vías constructivas pueden desencallar una situación que no beneficia a nadie. La Iglesia tendrá que hacer su tarea y la sociedad la suya. El marco ha variado y hoy existe, además, un pluralismo religioso que no se daba en otras épocas.

Las piedras hablan

La obra de la Sagrada Familia se ha transformado en basílica cristiana a través de la ceremonia de la dedicación. Sigue siendo el edificio más singular de la ciudad de Barcelona, la mayor catedral del siglo XXI en construcción, que ha vivido a caballo de tres siglos. Las piedras hablan y sirven de testimonio mudo en una ciudad secular donde se levantan rascacielos de oficinas y nuevos recintos del deporte. Constituye un mensaje de trascendencia en el concierto arquitectónico urbano.

El retorno a lo cotidiano

El Papa atrae la atención, entre otras razones, por ser un personaje excepcional. Sólo hay uno. En su persona visibiliza la unidad de la Iglesia católica. No es extraño que la gente quiera verlo y saludarlo a su paso por las calles, en un papamóvil que ha circulado con mayor rapidez de la que el público agolpado en las aceras podía esperar. Sigue siendo un referente una vez el avión ha despegado del aeropuerto, pero el cristiano sabe que “su vivir es Cristo”, que lo encuentra en cualquier momento en que dos o tres se reúnen en su nombre, en la lectura y meditación de la Palabra de Dios, en los hombres y mujeres de nuestro tiempo y, especialmente, en cualquiera de estos pequeños que pasan hambre, sed y viven marginados. Los momentos de Tabor son breves y sirven para estimular la fe, como lo ha hecho Benedicto XVI con nuestras comunidades cristianas, pero hay que volver al ritmo cotidiano y desentrañar la presencia de Jesús en nuestra vida y en nuestra sociedad, tal como hicieron en la vigilia del sábado las religiosas y los religiosos que viven en barrios obreros y populares para celebrar su XVII Jornada anual de reflexión y plegaria, en esta ocasión sobre la Vida Religiosa y la inmigración en tiempos de crisis.

En el nº 2.729 de Vida Nueva.

Número Especial de Vida Nueva

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