Bulle Santiago

Los fieles comienzan a llegar a la Plaza del Obradoiro para acompañar al Papa

(José Lorenzo -Enviado especial) La Plaza del Obradoiro, centro neurálgico de la primera visita a Santiago de Compostela de Joseph Ratzinger como Papa, bulle de gente en las horas previas a que Benedicto XVI presida en ella una solemne eucaristía con motivo del Año Jubilar Compostelano.

El sol, que brilla para satisfacción generalizada, hace resplandecer las piedras de la catedral y de la emblemática plaza en donde ya se cruzan, con un punto de nerviosismo y ansiedad, algunos de los peregrinos llegados de otras diócesis y latitudes para acompañar a los largo del día 6 al Papa en otra histórica jornada para la archidiócesis compostelana, que podrá presumir de haber acogido tres visitas papales en menos de tres décadas.

En estas horas previas, la Plaza del Obradoiro, la que sostiene la mirada a la fachada principal de la catedral compostelana, está ya tomada por la Policía. Sólo sus miembros superan en número a los fieles de mediana edad llegados desde la diócesis de Córdoba, también ellos “uniformados” con un pañuelo blanco en el que se da cuenta de su origen y condición.

Curiosamente, se ve a pocos peregrinos. Ni un atisbo de las largas colas que se formaban este verano para abrazar al Apóstol y participar en la Misa del Peregrino.

Con todo, una de las personas más ajetreadas de Santiago de Compostela en estos últimos meses, Salvador Domato, coordinador de esta visita apostólica de Benedicto XVI, aún roba tiempo de donde no le queda para acompañar por las inmediaciones de esta Plaza, uno de los destinos privilegiados para los cristianos de todo el mundo, a tres fatigados peregrinos de andar renqueante.

Sin lugar a la improvisación

Domato fue también el coordinador de las anteriores visitas papales a Compostela. Tal vez por eso le ve tranquilo y muestra a este periodista su confianza en que todo saldrá según lo previsto. Esto es: sin lugar a la improvisación. Incluso esta dispuesto a quitarse el cierto regusto amargo que le quedó con la música en las anteriores ocasiones.

Mezclados con todos estos personajes, bullen por estas piedras desgatadas por la fe de millones de almas otras personas que se acercan para curiosear en los últimos esfuerzos organizativos.

La mayoría da sus bendiciones al altar, ejemplo de “efímera arquitectura”, como la define su autor, Iago Seara, aunque algunos de los hijos de esta tierra en donde la Santa Compaña no es cosa de broma, cruzan los dedos ante las flores que jalonan la subida al presbiterio: crisantemos malvas. “Flores de difuntos”, dicen. “¡A quién se le ocurre!”.

Periodistas ¿privilegiados?

Incluso los hay que aciertan con los destinatarios de las dos tribunas que, (¡qué desfachatez!) ocultan parcialmente el Hostal de los Reyes Católicos, hoy Parador Nacional, antaño hospital de peregrinos. “No, no son para las autoridades. Seguro que son para la Prensa. A los políticos no les ponen unas sillas tan duras…”, certifica la sabiduría popular.

Tan sólo unos metros más allá, una religiosa Hija de la Caridad, más acostumbrada a fijarse en lo esencial, señala a la anciana a la que lleva del brazo: “Sí, aquellos palcos son para los periodistas. Ya lo decían en la radio: tienen una posición privilegiada”, apunta sin asomo de rencor.

En unas pocas horas también Benedicto XVI apuntará a lo esencial en ese mismo lugar, a los pies de un templo que, desde hace más de un milenio, y como él mismo ha dicho en alguna ocasión, ha ayudado a crear la espina dorsal de Europa.

Pero eso será en unas horas. Antes, el Obradorio se habrá quedado definitivamente vacío de los seres que ahora pululan por él, blindado por la Policía hasta que, a las ocho de la mañana en punto, vuelvan a abrir sus calles de acceso para acoger en su seno a los que vienen a escuchar al sucesor de Pedro.

————

Especial Visita de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona

Compartir