Voces para defender a los más débiles

El Movimiento Cultural Cristiano lucha para despertar conciencias contra el hambre, el paro y la explotación

(Texto: Encarni Llamas Fortes) Cientos de personas de distintas razas, lenguas y naciones se dieron cita, el 2 de octubre, en Almería para participar en varios actos, convocados por el Movimiento Cultural Cristiano (MCC) y el Camino Juvenil Solidario (CJS), en solidaridad con los inmigrantes empobrecidos. Fue un día de denuncia, exigencia y compromiso, pues, como exclamaron por las calles de la ciudad andaluza, “en el mundo, más de 100.000 personas mueren de hambre cada día, más de 400 millones de niños son esclavizados, y existen 1.600 millones de personas en paro”.

Uno de los actos de este día de fiesta y denuncia fue la eucaristía en la catedral, presidida por el obispo, Adolfo González Montes, quien recordó que “para la Iglesia nadie es extranjero”. Así, el templo mayor de la diócesis acogió cánticos africanos, la ofrenda de tierra senegalesa y el estandarte de la Virgen de Guadalupe, patrona de los inmigrantes, portado por los iberoamericanos.

Aquella jornada de manifestación pública, celebración litúrgica en la catedral, puestos de información, marcha solidaria por el paseo marítimo, exposición de un Museo Viviente de la Inmigración con esculturas humanas por las calles, cantos de coros, proyecciones de vídeo y audio, testimonios en directo de inmigrantes… contó con la organización de un buen grupo de personas cuyo objetivo es “ser voz de los que no tienen voz” y denunciar las condiciones de explotación a las que se somete a los inmigrantes. Entre ellos se encuentran miembros de la Asociación de Senegaleses Católicos, la Casa África de Roquetas de Mar, las Mercedarias de la Caridad de San Isidro, la Asociación Católica de Senegaleses, las Religiosas Adoratrices, las Carmelitas de la Caridad Vedrunas, la Asociación Shema Adonai, la Asociación Hispanoamericana Prismha, el MCC y el CJS.

Militantes pobres

El Movimiento Cultural Cristiano hunde sus raíces en la Juventud Obrera Católica europea y, después, en la Hermandad Obrera de Acción Católica española, que nace con Guillermo Rovirosa (actualmente en proceso de beatificación) y un grupo de laicos de los años 40 del pasado siglo. Pero nació en los años 80 “con el objetivo inequívoco de promocionar militantes cristianos pobres, sostenidos en la conversión a Cristo, la fidelidad a la Iglesia y la encarnación en los empobrecidos, en sus vidas y en sus luchas”, como lo define Manuel Araus, portavoz de este movimiento para los medios de comunicación. Araus considera que en aquellos años 80 se producen dos circunstancias que influyen en el nacimiento del MCC: “En primer lugar, una fuerte crisis del apostolado laico en la Iglesia, que en el compromiso político pierde o subordina su identidad cristiana y su eclesialidad. En segundo lugar, asistíamos claramente a un cambio de civilización, de la sociedad industrial nacional a la postindustrial global. Estábamos en una época en que era necesario un laicado asociado, organizado, que estuviera presente en la sociedad, que fuese familia de familias (ya Juan Pablo II decía que ‘la nueva evangelización será obra de las familias o no será’), un laicado que debe hacer visible su catolicidad, su internacionalismo, su universalidad… Un laicado fiel a la vocación que le pide la Iglesia: la caridad política”.

La propuesta de promoción cristiana del MCC se basa en dos pilares íntimamente unidos: los grupos-equipos de familias, laicos consagrados y sacerdotes seculares, que siguen un plan de formación permanente; y las plataformas de acción evangelizadora propias, en las que se encauzan los compromisos que surgen de la formación. Estas plataformas son básicamente tres: Ediciones Voz de los Sin Voz (libros, DVD, carteles, folletos, exposiciones, material formativo y las revistas bimensuales Autogestión e Id y Evangelizad), la Campaña por la Justicia en las Relaciones Norte-Sur (en las que se enmarca el acto de Almería ) y el Aula de Verano Malagón-Rovirosa en la Casa Emaús (Torremocha del Jarama, Madrid), con cursos y jornadas a lo largo del año.

Por su parte, el CJS nace de una necesidad: dar una respuesta formativa cristiana a los jóvenes y los niños. “A los jóvenes les decimos que no se dejen engañar ni seducir con las propuestas que se les hacen”, asegura Manuel. “Si un joven hoy no es consciente de la realidad de sufrimiento que viven los que están a su lado, algo estamos haciendo mal. Si no es consciente de las propias agresiones que sufre su dignidad cuando son tratados como ‘consumidores voraces’, ‘objetos de placer’, ‘mercancía’ de usar y tirar en el trabajo… es porque les hemos degradado como personas. Ése es para nosotros el más tremendo de los fracasos escolares. A los jóvenes les decimos lo mismo que a los adultos: ‘Si no lucháis, os vais a vender. Es decir, vais a dejar que os degraden como personas y vais a sufrir por encima de las fuerzas que vais a tener para soportarlo’. Eso ya está conduciendo, con más frecuencia de lo que se dice, a muchos trastornos, suicidios y suicidios lentos (la droga y el alcohol no dejan de ser una manifestación del deseo de no ser)”.

Manuel y su esposa, como tantos otros cristianos, han encontrado sentido a su vida en esta parcela de la Iglesia: “Tratamos de ser fieles a esos tres amores que son un mismo Amor: Cristo, la Iglesia y los pobres. Pero sólo somos un par de traidores que, sumados a otros, queremos ser muy conscientes de nuestra debilidad y ofrecérsela al Señor para que la ponga al servicio de Su Reino de Justicia”.

Una propuesta de promoción

Este movimiento no ofrece ayudas ni proyectos, sino que su propuesta de promoción la hace a través de sus plataformas de formación y acción, y está dirigido a todo el mundo, de forma especial a los más débiles y empobrecidos. “A los inmigrantes les ofrecemos exactamente eso”, asegura Manuel. “Muchos lo entienden. La toma de conciencia de su situación, del porqué se han visto obligados a emigrar, de su deber de solidaridad… les lleva a intentar que su vida de sufrimiento tenga sentido. Y algunos han encontrado en el MCC la posibilidad de esa promoción. También es evidente que otros muchos se han conformado, en la línea que favorece esta sociedad, con ‘salvarse a sí mismos’ y, ‘como ya tienen bastante con sus problemas’, dedican todo el tiempo que no están siendo explotados a evadirse. El MCC les plantea muy claramente que sólo hay esperanza en la lucha asociada, en la militancia”.

La acción de este movimiento busca despertar las conciencias y “trabajar contra las causas”. Porque no son una casualidad los problemas de nuestro mundo. El hambre, el paro, la explotación laboral, la esclavitud infantil, la emigración forzosa… tienen causas. Y, para este movimiento, las causas están en el terreno de la política, que es la que sostiene las decisiones económicas. Estos males –sostienen– no se remedian con “ayudas”, sino con cambio de mentalidad y cambio de estructuras. “Es lo que el papa Benedicto XVI llama caridad política. Las dos cosas al mismo tiempo, las dos. No hay primero una y luego otra”.

En relación con la defensa de la dignidad de los inmigrantes, desde este movimiento afirman que “son muchas las personas que trabajan en la Administración y realizan auténticos actos heroicos personales con los que se juegan su trabajo. Son muchas las acciones colectivas y organizadas de los pobres. Pero poca la información que se da sobre ninguna de ellas. Casi lo único que se publicita es lo que hacen los fuertes, los ricos y los listos con los pobres”, opina Manuel. “Hay un movimiento no violento en muchos lugares del mundo sostenido por los inmigrantes: hispanos en la frontera sur con los EE.UU., los que se han enfrentado a la violencia de las FARC y del Ejército en Colombia, campesinos en Filipinas, movimientos contra las grandes empresas transnacionales en el África negra, movimientos de acogida en las fronteras… Y en todos encontramos –y por eso se habla muy poco de esos movimientos– a la Iglesia católica alentándolos, sosteniéndolos con su oración, con su formación, con la vida de millones de personas que se están entregando, obispos incluidos. Nosotros, siempre que nos enteramos, nos hacemos eco de esas luchas”.

En el nº 2.727 de Vida Nueva.

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