La pintura virreinal de México y Perú deslumbra en Madrid

El Palacio Real y el Museo del Prado acogen la muestra ‘La pintura de los Reinos’, que ofrece una visión global del arte en el Imperio español entre los siglos XVI y XVIII

‘La imposición de la casulla a san Ildefonso’

(Juan Carlos Rodríguez) Entre los siglos XVI y XVIII, España era una realidad compleja, inabarcable e imperial, que al hispanista Jonathan Brown, referente mundial en la pintura española del Siglo de Oro, le gusta definir como “el poder cultural más importante en el mundo”. En el seno de ese poder había realidades coloniales bien distintas que partieron de “identidades compartidas” para crear sus propias variantes culturales locales. Eso ocurre, de modo extraordinario, con la pintura religiosa hispanoamericana que, a partir de modelos españoles –especialmente Berruguete, Zurbarán o Juan de Juanes–, sobre todo en México y Perú, toma un impulso creativo asombroso y original, de la mano, por ejemplo, de Cristóbal de Villalpando, Juan de Correa, José Juárez y Diego Quisque Tito.

“Hay un parentesco con España, pero no es una coincidencia que lo que hacen en América tenga una personalidad muy marcada dentro de la familia del Imperio español”, insiste el hispanista británico, comisario de la exposición La Pintura de los Reinos. Esa pintura virreinal, distinta y proverbial, ha sido históricamente denostada en España por desconocimiento, al considerarse una mera continuidad de la pintura española –de hecho, apenas existen colecciones decentes, más allá de la arrinconada en el Museo de América, en Madrid–; del mismo modo que desestimada durante décadas en la propia Hispanoamérica como testimonio del poder colonial, sobre todo a partir de las independencias. Ya era hora de que, a uno y otro lado, se volviera la mirada hacia una pintura de sorprendente calidad que Brown, entusiasmado y orgulloso, ha reunido en una exposición que define como “la más grande que se ha montado jamás sobre pintura hispánica”. Porque, en cualquier caso, además de abrir los ojos hacia el indudable valor pictórico de la América colonial, la muestra va aún más allá al presentarla como parte de un todo.

‘Arcángel san Miguel’

Será la primera vez, insiste Brown, que se inaugura una exposición que, sin excepciones, recoge toda la pintura del Reino de España entre los siglos XVI y XVIII. “Tradicionalmente, se ha dado un enfoque nacional y hacía falta una visión global de la monarquía hispánica en esos siglos”, explica otro hispanista, John Elliot, que ha participado con el ensayo Un Rey y muchos reinos en el proyecto de investigación que hace dos décadas comenzó en México bajo el impulso de la historiadora Juana Gutiérrez Haces, heredado por Jonathan Brown tras su muerte. La iniciativa ha culminado no sólo con la exposición del Palacio Real y el Museo del Prado, sino con la edición de cuatro volúmenes que, bajo el mismo título de la exposición, La pintura de los Reinos: Identidades compartidas, recoge todo el fundamento teórico de una nueva forma de entender el arte español e hispanoamericano en 1.500 páginas y 800 fotografías. “La monarquía española fue auténticamente global. Existían una serie de redes que permitían la conexión entre sí y con España, como eran el Rey, la Iglesia y el idioma. A estas instituciones compartidas hay que unir la cultura y, sobre todo, la cultura visual”, explica Elliot.

Mirada global

Desde el primer momento, Gutiérrez Haces entendió que para explicar el valor y la originalidad mexicana o peruana de la pintura colonial había que dar a la vez una mirada global del arte creado bajo el imperio español. “España recogió de sus territorios europeos toda una serie de ideas artísticas, culturales, políticas y religiosas que transmitió a las partes más lejanas de su imperio, empezando por América. Y al llegar esta materia a México –explica Brown, que se confiesa subyugado por la pintura de Villalpando, del que se podrá ver La Trinidad en la tierra o Dulcísimo nombre de María– se transforma, porque la sociedad de la Nueva España y de Perú tiene mucho parecido con la española, pero las condiciones son bastante distintas y la pintura se adapta a esas nuevas condiciones”.

‘Comunión de santa Teresa’

Este diálogo fue indudablemente político y comercial, pero sobre todo religioso, en el que franciscanos y jesuitas jugaron un papel muy importante. De ahí que la gran mayoría de los cuadros tengan su origen en la evangelización. Abunda la devoción, vírgenes, santos, escenas bíblicas; todo casi siempre matizado con un componente local para afianzar las identidades propias. Los elementos autóctonos se introdujeron a través de las apariciones milagrosas de la amplia geografía americana, los santos locales o los retratos de los nobles o mecenas presentes en muchas escenas evangélicas. Elementos que no sólo se han difundido en América, sino también en España. De Sevilla, que concentraba el mercado de arte europeo en el siglo XVII, viajaron a las colonias multitud de obras de arte, pero a través de ella también llegaron otras tantas procedentes de América. De ahí, por ejemplo, la gran presencia de la Virgen de Guadalupe en España. Y eso se ve también en esta extraordinaria exposición, que reúne 108 obras de pintores de la talla de Francisco Zurbarán, Juan de Juanes, Pedro Berruguete, Martín de Vos, Bernardo Bitti, Luis de Morales, Sebastián López de Arteaga, Cristóbal de Villalpando y Juan Valdés Leal, entre otros.

La Pintura de los Reinos mostrará primero en el Palacio Real 69 obras de los siglos XVI y XVII para explicar, con un preámbulo dedicado al idioma español, tanto “la formación de un lenguaje artístico común”, según describe Brown, como “sus variantes locales”. Esto se hace comparando cuadros de la misma temática a lo largo de toda la muestra, pero particularmente en la sección titulada ‘Conquista y Evangelización’, en la que se han reunido un conjunto de obras latinoamericanas de gran valor, completadas con otras de Antonio Moro, Simon Pereyns, Angelino Medoro, Tomás Yepes y Claudio Coello.

Cambios en los modelos

‘La Inmaculada Concepción’, de Francisco Rizzi

En el Museo del Prado, en donde se exhiben 32 obras, se sigue este mismo guión, en el que se insiste en la presencia de obras realizadas en España con destino al mercado americano, pinturas de artistas europeos que trabajaron en Nueva España o Perú y cuadros de pintores nacidos en Iberoamérica. “Se ha optado por organizar las obras por capítulos temáticos y no por escuelas geográficas –según el comisario–, con la idea de mostrar mejor las similitudes y diferencias existentes entre ambos mundos, así como constatar que el lenguaje estilístico y el repertorio de temas tuvo una extraordinaria movilidad. Porque en América no siguieron los modelos pictóricos de forma exacta, siempre hacían cambios”.

La exposición, en cualquier caso, se ha programado con motivo del Bicentenario de la independencia de las repúblicas iberoamericanas, está organizada por Fomento Cultural Banamex –entidad que desde el primer momento apadrinó el proyecto de investigación de Gutiérrez Haces–, Patrimonio Nacional, el Museo del Prado y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC). Y se podrá ver hasta el 30 de enero de 2011. Incluso con Renoir, pese a quien pese, es la gran cita de la temporada: arte y religión para un territorio común.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.727 de Vida Nueva.

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