Gaspar Quintana: “Algo falla cuando no se acepta la pluralidad en la Iglesia”

Claretiano. Obispo de Copiapó (Chile)

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, CMF) Gaspar Quintana es un misionero-obispo de 74 años. Acaba de vivir la gesta del triunfo de la solidaridad y la vida. Los mineros de Atacama son su pueblo, lo eran antes de que fuesen conocidos por haber permanecido meses bajo tierra. Está feliz porque lo puede contar y, sobre todo, porque lo pueden contar. Él lo denomina el “milagro de la fraternidad”.

¿Cómo es su diócesis?

Pequeña. Muy marcada por la geografía dura y difícil. El desierto es algo más que un elemento poético. Es una imagen que evoca sequedad, dureza… En muchos momentos soledad. Pero ese mismo desierto de Atacama, tiene etapas, con poquita lluvia que se convierte en un jardín indescriptible. Formamos la diócesis 260.000 personas, de las que menos de un centenar son sacerdotes (seculares y religiosos, no hago diferencias) y un buen grupo de religiosas. Además de un nutrido grupo de seglares. No hay nada más grande en nuestro ser Iglesia que la pluralidad. Me duele mucho cuando ésta no se entiende. Creo que se trata de falta de formación teológica cuando no se acepta y valora la pluralidad de carismas.

Y la participación de la mujer en la misión…

Es fundamental. Padecemos en todas las culturas cierto “machismo cultural”. A pesar de bellas declaraciones, esto se arrastra. Es difícil descastarlo. Necesitamos a la mujer en la Iglesia con mucha fuerza. Tiene una tarea importante y un poder de creatividad sorprendente. Son imprescindibles en la pastoral social, en la transmisión. Yo lo definiría como un magisterio afectivo.

¿Dónde sitúa su esfuerzo como pastor?

Me considero un defensor de la piedad popular, porque el cuerpo grueso de la vida del pueblo está marcado por Jesucristo. Ahí tenemos que situar una teología válida del misterio cristiano. La propuesta de fe tiene que hacerse cultura del pueblo. Si no se hace,  es barniz. Lo importante es la encarnación.

¿Vive la Vida Consagrada un momento complicado?

Creo que tememos que superar cierta ‘lujuria de las ideologías’. Los fundadores y fundadoras nos dicen que es posible vivir el evangelio cada día. Tenemos que hacer una propuesta más pedagógica y menos ideologizada, más adecuada al hoy de nuestro pueblo.

Háblenos de lo ocurrido en la mina de Atacama.

Fue una conmoción para todos. Que 33 personas estuvieran durante meses a 700 metros de profundidad conmovió a nuestra tierra y nuestras entrañas. Un hecho duro, singular y extraordinario que nos hizo caer en la cuenta de la necesidad del apoyo real más allá de diferencias de pensamiento, cultura o religión. Personalmente, me ha abierto mucho la concepción sobre mi Iglesia. Me siento impulsado y urgido a abrir puertas. En nuestra casa caben todos. Nada más comenzar la crisis, el pueblo asoció la situación a María. Se sacaron las imágenes y se llevaron a la boca de la mina. Piensen que para nosotros lo importante es el rito. Toda la diócesis entró en un estado de oración permanente.

¿Qué hacer después de un hecho así?

Hay que volver a la normalidad. Nuestra geografía obliga a lo contemplativo. No hay posibilidad de despiste. Hay que arrebatarle a la mina su tesoro y es duro. Esta experiencia que hemos vivido nos ha ayudado a entender bien nuestra limitación. Ha habido una unidad grande entre todos los grupos sociales y la Iglesia. Hemos asumido todo el dolor como una situación previa para un camino de esperanza. Aquí hay algo que se escapa de lo natural. ¿Qué nos está queriendo decir Dios con acontecimientos como éste? El milagro de la cooperación plural a favor del pueblo y de la vida.

¿En qué momento se encuentra personalmente?

Estoy a un año de presentar mi renuncia al Papa. Estoy feliz por el don misionero que he podido realizar. El desafío ha sido precisamente ser misionero y servidor de lo que me preocupa: discípulo con los discípulos para que la vida en Cristo brote en Atacama. Sinceramente, al pensarme, lo único que puedo resaltar es el agradecimiento a tantos y tantas que me acompañan en este servicio al Reino.

MIRADA CON LUPA

El camino de la Vida Consagrada es el trayecto de la humanidad. Sus búsquedas son las nuestras y sus logros los nuestros. Análisis parciales u horizontes privados nos dejan sin perspectiva y sin futuro. Tenemos que leer lo que somos a la luz de otras formas de vida y en el contexto de la pluralidad. Nuestra razón de ser y nuestro sitio es entre otros y otras.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.727 de Vida Nueva.

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