En defensa de unos derechos cada vez más vulnerables

La Iglesia española, presente en el IV Foro Social Mundial de las Migraciones en Quito

(José Luis Pinilla Martín, SJ- Quito) Para tener ustedes su máquina de fotos, vídeo, computadoras, acuden a mi país. Y deberían saber que, para tener estos aparatos, se generó una guerra de más de cinco millones de muertos. El mundo rico necesita nuestro mineral más preciado: el coltán. Nuestros minerales y recursos naturales pueden salir sin problema de nuestro país, pero las personas no; tenemos que quedarnos en nuestra tierra aunque esté en guerra. Nos han sacado los recursos naturales, pero nosotros no tenemos libertad de movimiento”. Quien así se expresaba era Víctor Nzuzi-Mbembe, agricultor de la República Democrática del Congo, activista del Movimiento Mundial Vía Campesina y miembro del Comité de Anulación de la Deuda del Tercer Mundo.

Apareció en la tribuna del IV Foro Social Mundial de las Migraciones (Quito, 8-12 de octubre) con dos jóvenes voluntarios que sostenían en sus manos sendos mapas artesanales que reflejaban, por una parte, el dibujo de un soldado robando móviles, vídeos, etc. (instrumentos de comunicación imprescindibles en el Primer Mundo y que necesitan del coltán congoleño); y, por otra, un esquemático mapa de su país. Mientras otros ponentes utilizaban artilugios informáticos para sus ponencias, él con su sola presencia y su pasión en la defensa de los derechos de los inmigrantes arrancó una de las mayores ovaciones del millar de participantes en el encuentro.

Su testimonio vital y apasionado llenó de nervio la sala, cautivada hasta entonces por las ponencias inaugurales, más academicistas pero muy iluminadoras, como la de Rufino Domínguez (México), que se centró especialmente en la mataza de los 72 migrantes  brutalmente masacrados en Tamaulipas. O la de Aurora Javate, de Filipinas (100.000 emigrantes al año, 2.000 personas que salen a diario, un millón de niños creciendo sin padres…), sobre la vulnerabilidad de las mujeres emigrantes.

Convención sin ratificar


Abdelhamid El Jamri
(Marruecos), presidente de la Comisión de la ONU sobre Trabajadores Migrantes, por su parte, invitó a ratificar la Convención de Trabajadores Migrantes (CTM), algo que ningún país europeo ha hecho, pese a que ello afectaría a más de 200 millones de emigrantes (población que, de constituir un país, sería el quinto más importante del mundo).

Especialmente interesante para la delegación española resultó la intervención de Sara Prestianni (Italia) sobre el control, externalización de fronteras y todo tipo de lucha contra la inmigración irregular y su incidencia en los Centros de Internamiento para Extranjeros. Entre la variada oferta de paneles y talleres, los representantes de la Comisión Episcopal de Migraciones llegados desde España participaron en todo lo relacionado con La religión y las migraciones, donde se reconocía a la Iglesia como espacio común y de integración de los emigrantes con testimonios y estudios provenientes de la realidad migratoria eclesial de México, EE.UU., España, etc. Cabe destacar también las aportaciones de varias Cáritas de África en dichos paneles.

Fruto de esta participación, y a tenor del comunicado final del Foro, éstas son algunas de sus conclusiones: previsiblemente, las migraciones seguirán creciendo en número e intensidad el próximo siglo; la migración se feminiza; se corre el riesgo de que las estrategias gubernamentales de cooperación y desarrollo (por ejemplo, el ‘Plan África’ del Gobierno español) persigan sólo el que las personas no salgan de sus países, más que su auténtico desarrollo; hay que prestar atención al posible falso paradigma del desarrollo basado en la emigración internacional y las remesas…

Junto a estas pistas, conviene rescatar los pasos dados por las organizaciones de la sociedad civil para ayudar al inmigrante en su recorrido por el África subsahariana, donde varias Cáritas están dejando su impronta eclesial; la importancia de trabajar conjuntamente una estrategia que permita incidir en la ratificación de la CTM; la invitación a los movimientos sociales para crear un observatorio mundial de las fronteras. Y estar al tanto de que los acuerdos que se establezcan para la readmisión entre distintos países no sean un modo de facilitar la expulsión.

En sus aportaciones, la delegación española insistió en la necesidad de evitar la estigmatización mediática que sufren los emigrantes y la vulneración de sus derechos, especialmente de la familia, de las mujeres y de los niños. Una línea de pensamiento que ha sido constante en los pronunciamientos de la Iglesia española en este campo y de la que se hizo eco también la declaración final de este IV Foro Social Mundial de las Migraciones en Quito.

En el nº 2.727 de Vida Nueva.

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