Gaudí y Barluzzi

(Jorge Juan Fernández Sangrador– Director de la BAC)

“Si Antonio Gaudí se entregó en cuerpo y alma a la edificación del templo barcelonés, pernoctando incluso al abrigo de su incipiente estructura, y llevó una vida cristiana devota y ejemplar, Antonio Barluzzi no se quedó, en eso, atrás”

Antonio Gaudí recibió, en 1883, el encargo de proseguir la construcción del templo expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona, pues el arquitecto Francisco de Paula del Villar, iniciador de las obras, había cesado por desavenencias con Juan Martorell, asesor de José María Bocabella, que fue quien realmente ideó el proyecto original. Este consistía en hacer una réplica de la Santa Casa de María y José en Nazaret, conservada según una piadosa tradición en Loreto; luego, la cosa derivó por otros derroteros.

Un año después de que Gaudí hubiera empezado a trabajar en la iglesia de la Sagrada Familia, que Benedicto XVI consagrará el próximo 7 de noviembre, nacía en Roma Antonio Barluzzi, arquitecto que habría de levantar importantes santuarios –los primeros, en vida aún de Gaudí– en Tierra Santa: Tabor, Huerto de los Olivos, Monte de las Bienaventuranzas, Campo de los Pastores, Tumba de Lázaro y Dominus Flevit. A ellos, con el fin de leer la palabra de Dios y celebrar la eucaristía, peregrinan sin cesar gentes provenientes de todos los países del mundo.

Si Antonio Gaudí se entregó en cuerpo y alma a la edificación del templo barcelonés, pernoctando incluso al abrigo de su incipiente estructura, y llevó una vida cristiana devota y ejemplar, Antonio Barluzzi no se quedó, en eso, atrás. Pues también él entendió, y así procuró conducir su existencia, que, en la construcción de la Casa de Dios, el arquitecto ha de ser el mejor sillar.

jjfernandezs@vidanueva.es

En el nº 2.726 de Vida Nueva.

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