Vinagreras conciliares

(José Luis Corzo– Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid)

“Le dije al hermano Cabezas durante el postre: ‘Mira, hemos vivido un cambio tan grande en estos años, que aún no lo podemos asimilar. La Iglesia era como esta jarra de agua –que puse ante nosotros–, y del Concilio salió como estas vinagreras –y puse a su lado un cestillo metálico con aceite, vinagre, sal y pimienta–. Todavía no hemos logrado pasar de la jarra hasta ellas’”

Hasta que no llegué a Madrid, hace ahora veinte años justos, no me enteré del cambio de la Iglesia española. En mi diócesis salmantina, la de don Mauro Rubio, en la que había vivido otros veinte años y más, no había nuevos movimientos ni cosas raras. Tal vez, sólo la lentitud rural para asimilar bien el Vaticano II, pero, en el fondo, una balsa de aceite. Qué sorpresa el pluralismo eclesial que noté en Madrid y que, con los años, se ha ido convirtiendo en claras fracturas visibles por toda la geografía española. Hasta he llegado a preguntarme varias veces: ¿qué hicimos mal los del Concilio? (porque yo asistí absorto y entusiasmado, desde lo alto de la columnata de Bernini, a su clausura el 8 de diciembre de 1965).

Pues bien, una vez, Saramago me ofreció una frase diáfana que yo no había podido pronunciar, pero era mía: “Hasta que no las digo, las cosas no las sé”. Así que el otro día se las dije al hermano Cabezas durante el postre: “Mira, hemos vivido un cambio tan grande en estos años, que aún no lo podemos asimilar. La Iglesia era como esta jarra de agua –que puse ante nosotros–, y del Concilio salió como estas vinagreras –y puse a su lado un cestillo metálico con aceite, vinagre, sal y pimienta–. Todavía no hemos logrado pasar de la jarra hasta ellas y aún nos andamos por aquí” –y puse en medio mi vasito de vino con un poco de aguachirle–. “Con decirte, Pepe, que cuando yo estudié Ecclesia con el P. Vence antes de ir a Roma, era algo ideal, abstracto y puro. Pero el Concilio miró a la Iglesia en el mundo actual, sal y vinagre, aceite y pimienta, y siempre en cambio… Pasar cuesta mucho. Por eso algunos retroceden y dicen que su vasito es la jarra”.

En el nº 2.725 de Vida Nueva.

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