Rafael Serrano: “Manos Unidas es la Iglesia que hay”

Entrevista al secretario general de Manos Unidas tras recibir la organización católica el Príncipe de Asturias

(Texto: María Gómez– Fotos: Luis Medina) La Comisión Permanente de Manos Unidas viaja a Oviedo para recoger, el 22 de octubre, el Premio Príncipe de Asturias 2010 a la Concordia. En esa delegación estará Rafael Serrano Castro (Baena, Córdoba, 1948), secretario general de esta ONGD católica desde 2002. En su amplio currículum destacan otros muchos cargos de responsabilidad en movimientos de Acción Católica durante décadas, desde presidente de la HOAC (1981-1989) hasta el actual de secretario general de la Delegación Episcopal de Apostolado Seglar de Madrid.

– ¿Cómo está viviendo la concesión del Príncipe de Asturias?

No cabe duda de que las características de este premio entroncan muy bien con nuestros objetivos, con lo cual la gente se siente muy identificada con este galardón, además de honrada. Por otra parte, no queremos perder de vista la dimensión de este premio para sensibilizar a la sociedad española y dar a conocer quiénes son los destinatarios de nuestro trabajo. Hay muchas personas en el mundo que pasan hambre, que sufren la injusticia, que realmente no reúnen las condiciones mínimas para poder desarrollarse como lo que están llamados a ser: personas y, para nosotros, hijos de Dios.

– ¿Es consciente la sociedad de que se está reconociendo a una organización católica?

La inmensa mayoría de la gente que conoce Manos Unidas sabe que somos una organización católica. Lo que pasa que a veces nos tildan de diferentes, de especiales, y aunque lo dicen como un piropo, a los que estamos al frente de la organización no nos gusta. Muchos quisiéramos pensar que, aunque nos vean como una Iglesia distinta, no lo somos. Somos y queremos ser la Iglesia que hay.

– ¿Encuentra hueco el laico en la Iglesia?

En el interior de la Iglesia, yo creo que, a pesar de que la teoría está muy clara, todavía el laico no acaba de encontrar un cauce de expresión propio. Yo creo que en la práctica todavía hay que avanzar mucho, necesitaríamos un nuevo espacio y una nueva época donde empezáramos a vernos como lo que realmente somos: un cuerpo corresponsable donde existen unos ministerios, unos carismas y unas funciones y todos tenemos algo que hacer. Pero se encuentran muchas dificultades.

El reto de la formación

– ¿Entonces el problema es que no hay espacio para gente muy preparada, o que la preparación está mal encauzada…?

Son las dos cosas. En el conjunto del laicado, tendríamos que avanzar más en saber que tenemos todos una tarea común y que se puede hacer de diversas maneras, y no absolutizar una única experiencia. Los sacerdotes tendrían que abrir un poquito los espacios de la parroquia para dar cabida a los movimientos y las asociaciones para dinamizar la pastoral. Y, por su parte, los movimientos y las asociaciones tienen que cambiar el chip y saber que van a la parroquia a colaborar y no a pescar, que ése es otro problema…

Empiezo a vislumbrar que va a llegar un nuevo momento en la sociedad española para un laicado articulado, consciente, comprometido y con capacidad suficiente para no identificarse con ningún proyecto político de carácter partidista.

Más información en el nº 2.725 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea la entrevista completa aquí.

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