Emilio Martínez: “Quienes ‘revisan’ el Concilio pueden hacerlo por miedo o nostalgia”

Carmelita descalzo

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Emilio Martínez, carmelita descalzo, tiene 46 años y lleva uno de vicario general de la Orden, donde se ha dedicado a la formación, el estudio y el gobierno. Tiene clara la urgencia de la misión: “Duermo mucho peor cuando soy cobarde, por más que quiero convencerme de que he sido prudente o respetuoso. Es tiempo de actuar y de tomar decisiones, asumiendo la responsabilidad de las mismas y sus consecuencias. Los efectos de todo esto son mucho menos penosos para mí cuando me libero de mi afán de quedar bien o ser aplaudido”.

¿Dónde ve el futuro de la Vida Religiosa?

Tiene que aprender a mirar para ver. Si salimos de este pequeño agujero que es Europa y el Primer Mundo descubriremos una Vida Religiosa llena de futuro, libre y dinámica, aun con todas las dificultades que acarrea la instauración y el crecimiento. El problema es que nosotros, ciudadanos y religiosos del Norte, tenemos dificultad en reconocer la calidad y la validez de las vocaciones de otros lugares. Y como nosotros somos pocos, dudamos del futuro…

Entonces, nuestro sitio en el Primer Mundo consiste en…

Una configuración clara con Jesús, que es un caminante al que nadie pone puertas, ni siquiera la muerte. Y, resucitado, sigue caminando, comiendo con los suyos, instruyéndoles… No tiene tiempo para instalarse ni anclarse porque le mueve el Amor más grande. Un familia religiosa no puede estancarse, ha de estar siempre en movimiento, ha de acudir a todos los frentes, con el dedo siempre mojado y en alto para saber por dónde sopla el viento del Espíritu. Me temo que, en el Primer Mundo, nos hemos quedado muy parados.

¿Y la capacidad para conectar con los jóvenes?

No viene mal un poco de autocrítica. Nos pesa mucho la costumbre y creemos haber encontrado un modelo de Vida Religiosa perfecto e incuestionable; nos hemos instalado y, a veces, nos molesta e inquieta que vengan personas cargadas de ideas nuevas que, en ocasiones, juzgamos cosas del pasado, ya superadas y, en otras, modificaciones y novedades peligrosas y sin sentido. Ante tanta instalación, los jóvenes viven incómodos, se sienten continuamente cuestionados, no queridos ni valorados…

¿Estamos en  un cambio de época en la Vida Religiosa?

Creo que viene algo nuevo. Lo viejo pasa y la Vida Religiosa va desplazando su centro de gravedad hacia el Sur y el Este. Las comunidades en el Norte serán cada vez más pequeñas, pero la Vida Religiosa crece en África, en Oriente y, al menos en parte, en América Latina. Llega la hora en que quienes vienen de esos países tendrán que tomar la palabra y el gobierno de las familias religiosas. Y nos regalarán una vida nueva, estoy seguro.

¿Es legítimo mirar atrás con nostalgia?

Quienes “revisan” el Concilio Vaticano II pueden hacerlo por miedo o por nostalgia. Esta tierra ha dejado de ser un lugar seguro y estable para los religiosos y, en el Primer Mundo, la Iglesia ya no es escuchada como antes. La historia progresa, avanza siempre, hasta la recapitulación de todo en Cristo. Y el Concilio fue un jalón en ese avance que ni por asomo está agotado. Identificar pureza de vida cristiana con éxito y reconocimiento; eso, desde Job, no vale. A eso no puede aspirar un discípulo de Cristo: no estamos aquí para ser muchos ni para ser aplaudidos.

¿Dónde encuentra la armonía entre libertad y peso institucional?

En el compromiso personal. No creo que el problema para la libertad sea la institución, sino las personas. El gran problema es instalarnos en la tranquilidad de una vida segura, creyendo que ya dijimos aquello de “aquí estoy para hacer tu voluntad” cuando emitimos los votos y basta. Y no es así. La vida se entrega cada día y tenemos que estar abiertos a lo nuevo.

MIRADA CON LUPA

Cada vez son más y lo dicen más claro: está aquí una nueva Vida Consagrada. No se trata de parches o acomodaciones. Es otro estilo, otra fuerza, otro modo de integrar el vértigo de los acontecimientos y los ritmos sociales. Es otro color, otro idioma… Otra historia. La fidelidad al Espíritu, aquella que nos lleva a entender coherentemente los signos de los tiempos, nos pide no mirar atrás, ni reeditar historias ni modos pasados. Algo está sucediendo… y hay que aprender a leerlo.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.725 de Vida Nueva.

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