Libros

El enigma del mal


Un libro de Marcel Neusch (Sal Terrae, 2010). La recensión es de Diego Tolsada.

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El enigma del mal

Autor: Marcel Neusch

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander

Páginas: 192

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(Diego Tolsada) Pretender hallar una solución clara y definitiva al problema del mal es tarea imposible. Los libros sobre el tema suelen atinar en el análisis y el balance histórico, pero encuentran serios problemas al llegar a la parte propositiva. Y es que el mal no es tanto un problema cuanto un misterio (por usar terminología de G. Marcel).

Pero una cosa es no encontrar una solución definitiva y otra ofrecer una exposición clara y sencilla. Y eso, la obra de M. Neusch lo consigue. Editada por primera vez en 1990, ha tenido ediciones posteriores, la última ésta que nos ocupa. No estamos, pues, propiamente ante una novedad, pero sí ante un acierto.

Un acierto, en primer lugar, por el contenido mismo. El autor, en la introducción, ha ofrecido un resumen del contenido. El primer capítulo está dedicado al hombre rebelde que es Job, que no es sólo el sufriente, sino el sufriente que exige de Dios una respuesta a la injusticia del dolor no merecido, pero que, encontrándose cara a cara con ese Dios, tiene que quedarse en la ignorancia del porqué del mal. El mal interpretado nos ofrece un panorama de las teorías (míticas, metafísicas y científicas) que los hombres hemos intentado dar a ese enigma. Son intentos de comprensión, pero, sobre todo, una muestra de resistencia ante el mal. Hay, de todos modos, una respuesta especial: el mal afrontado por el mismo Dios en Jesús de Nazaret. Una respuesta no teórica, sino existencial; que no responde al mal desde los argumentos, sino asumiéndolo hasta el fondo y hasta el final. En Jesús el creyente encuentra una respuesta vital al escándalo del mal en la locura de la cruz. Y en Jesús, encontramos también un comienzo de acción: el mal combatido. No hay que comenzar por explicarlo, sino por luchar contra él. Ante el mal, lo único digno del ser humano es la lucha. Y el creyente puede contar con una victoria definitiva, porque el mal está condenado a la luz de la victoria de la cruz.

Un acierto también por la muy atinada exposición en la marcha del discurso, que no se ciñe sólo a la articulación de los capítulos, sino al desarrollo interno de cada uno. Muestra de ello es el repetidamente usado esquema ternario en diversos apartados. Manejado con gran maestría, este recurso añade claridad y precisión para seguir la lectura. La aparente sencillez esconde, en el fondo, un gran rigor en el pensamiento y un profundo dominio del tema.

Y un acierto, por fin, el que en esta edición se hayan añadido anexos sobre temas tratados en la primera parte, pero que, por su gran actualidad, requerían una sugerente actualización. Abordan cuatro puntos: ¿es el pecado original el origen del mal?, ¿qué pensar desde el cristianismo de la reencarnación?, ¿cómo afrontar hoy la cuestión del infierno? y el no menos complejo tema del exceso de mal o la debilidad de Dios.

Si hubiera que hacer alguna objeción, cabría señalar que el autor maneja una sola manera de comprender el mal, la más clásica desde Agustín de Hipona: el mal como concepto negativo, como ausencia de bien y, por tanto, como no-ser, como carencia más que como realidad positiva. Hacer esta opción es muy legítimo, pero hay otras aproximaciones a la realidad del mal como entidad positiva y que hubieran merecido, al menos, ser recordadas y tenidas en cuenta, pues parecen hacer mayor justicia al enorme exceso de mal que atribula a tantos seres humanos. Ante ello, parece que se queda corto decir que el mal es simplemente una carencia y no tiene una entidad positiva.

De todos modos, quede como última afirmación el acierto que supone que el creyente pueda disponer, en un tema tan difícil y de tanta actualidad, de un libro breve, serio y completo en los planteamientos, y sencillo en el lenguaje y la exposición.

En el nº 2.725 de Vida Nueva.

Actualizado
15/10/2010 | 08:34
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