Desafío bajo tierra

Buried (enterrado)

(J. L. Celada) Mientras el ínclito James Cameron sigue aspirando a inmortalizar su nombre (en 3D, por supuesto) en el Olimpo del celuloide con una edición especial de Avatar, un treintañero de origen gallego, Rodrigo Cortés, amenaza los esquemas de una industria empeñada en aplaudir cada innovación tecnológica, en detrimento incluso de otras múltiples posibilidades que ofrece este arte. Y una de ellas, la exploración de nuevos recursos narrativos, es la que el joven realizador lleva hasta consecuencias impensables en Buried (Enterrado).

Un corto (15 días) y el posterior debut en el largo (Concursante), tan apreciados por cierta crítica como ignorados por el resto de los mortales, eran todo su bagaje en la profesión. Pero su último trabajo, rodado con un solo actor (Ryan Reynolds) en un único escenario (un ataúd de madera), parece llamado a dar que hablar; y mucho. Ni es un monólogo con vocación teatral ni una historia de ciencia ficción sobre un planeta a punto de desaparecer. Lo que aquí se nos propone es un thriller: atípico, arriesgado, casi imposible, pero un thriller, al fin y al cabo.

Definido el género, no queda otra que descender –entre la expectación y la claustrofobia– al interior de este desafío bajo tierra, para descubrir que el buen cine depende más de una idea brillante que de grandes presupuestos o sofisticados efectos. Porque ni el mayor espectáculo visual cala tan profundamente en el público como la identificación con el protagonista de la peripecia relatada. Un hecho al que esta vez no sólo estamos invitados, sino abocados.

Desde su inquietante comienzo a oscuras, entre toses y jadeos acelerados, Buried (Enterrado) introduce al espectador en la escalada de incertidumbre y desesperación que padece un transportista civil norteamericano secuestrado por insurgentes iraquíes dentro de una tumba en algún lugar del desierto. Un mechero, una linterna, un boli y un móvil son su única compañía. Aliados suficientes, sin embargo, para que el director ponga en marcha un poderoso ejercicio cinematográfico, pleno de ritmo, tensión dramática y un magnetismo desasosegante y cautivador a partes iguales. No necesita para ello voces en off, flashbacks o planos de exteriores. La imaginación del patio de butacas es su mejor arma.

Cada plano perfectamente estudiado, cada grito, cada silencio…, todo ayuda a describir con pulso de cirujano la cuenta atrás de este hombre atrapado en la trampa mortal de una sociedad (inevitable metáfora) cuya hipócrita burocracia no repara en daños colaterales. De ahí las oportunas puyas de la cinta contra el sistema y sus gotas de hiriente humor negro.

Se hace difícil recomendar (o desaconsejar) esta película, porque tanta angustia acumulada durante hora y media sólo es comparable a las soberbias lecciones de cine que nos regala. Eso sí, todo apunta a que estamos ante uno de los títulos imprescindibles de la cinematografía contemporánea.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL:
Buried

DIRECCIÓN:
Rodrigo Cortés

GUIÓN:
Chris Sparling

FOTOGRAFÍA:
Eduard Grau

MÚSICA: Víctor Reyes

PRODUCCIÓN:
Adrián Guerra y Peter Safran

INTÉRPRETE: Ryan Reynolds

En el nº 2.724 de Vida Nueva.

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