Críticas a las palabras de Angelo Amato sobre la Vida Consagrada

Religiosos analizan para ‘Vida Nueva’ las alusiones del arzobispo al influjo negativo del Concilio Vaticano II

(J. Lorenzo / J. L. Celada) Extrañeza, desacuerdo, tristeza o “dolorida sorpresa”. Son algunas de las expresiones que emplean varios religiosos consultados por Vida Nueva para calificar la homilía del arzobispo Angelo Amato en la beatificación de la Madre María de la Purísima, el 18 de septiembre en Sevilla, cuando el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos realizó ciertas apreciaciones “injustificadas e injustas” sobre el influjo del Vaticano II en la Vida Consagrada (VC), que denotan, además, una “falta de seriedad”.

Amato destacó que la nueva beata, “en el difícil período posconciliar, perseveró en la sana tradición, indicando a sus hermanas aquel camino de santidad y de servicio querido por la santa fundadora, rechazando la moda efímera de cambios externos, exentos de eficacia apostólica”.

Un juicio que al salesiano andaluz Antonio Mª Calero le resulta “inaceptable”, porque “valora ‘superficialmente’ (por simples signos externos) el mucho amor, el mucho sufrimiento, el sincero deseo de miles y miles de religiosos y religiosas de ser fieles a Jesús en nuestro momento histórico”.

Más aún, fue el Concilio el que ayudó a la Vida Religiosa (VR) a “distinguir lo esencial de lo accidental”, defiende el carmelita descalzo Camilo Maccise, quien se duele de que se consideren “esenciales aspectos secundarios como el hábito…”, mientras se “ignora la entrega amorosa de quienes, gracias al Concilio, con espiritualidad evangélica han renovado su opción por los pobres, hasta el martirio, con una fidelidad creativa a su carisma en el mundo hoy”.

“El Concilio no es el responsable de todos los males”

Los encuestados se quejan de que el Concilio se vea como el origen o el responsable de todos los males de la VC. “El diagnóstico es más complejo”, advierte el marianista José María Arnaiz, ex secretario de la USG. “Debe incluir aciertos, muy grandes, y por supuesto algunos errores”.

Es posible –tercia el hermano Álvaro Rodríguez Echeverría, superior general de La Salle– que no siempre hayamos estado a la altura, y que hayamos pecado por menos, no por más, en la llamada del Concilio a la fidelidad a nuestras fuentes y a la atención a los signos de los tiempos”.

Más información en el nº 2.723 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el reportaje íntegro aquí.

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