La Iglesia pide la protección de los presos más vulnerables

Alerta del crecimiento de la población reclusa

(Marina de Miguel) “En colaboración con las autoridades civiles, la Iglesia tiene la ardua tarea de ayudar a los detenidos a reformar su vida, a reconciliarse con sus familias y sus amigos y, en la medida de lo posible, a asumir las responsabilidades y deberes que le permitan llevar una vida recta y honrada en el seno de la sociedad”. Éste es, según explica a Vida Nueva Vicente Jiménez Zamora, obispo de Santander y responsable de la Pastoral Penitenciaria, uno de los principales objetivos que tiene la Iglesia ante la realidad de las cárceles. La Semana de Pastoral Penitenciaria, que anualmente se celebra en torno a la festividad de Nuestra Señora de la Merced (24 de septiembre), busca sensibilizar a los fieles sobre una realidad que a menudo es desconocida.

“Esta pastoral –continúa el prelado– tiene como finalidad hacer partícipe de la salvación que anuncia Jesucristo a los hombres y mujeres presos, posibilitando su restauración en su dimensión personal, espiritual y comunitaria”. La Iglesia diocesana procura dar respuesta a las demandas de las personas privadas de libertad a través de las capellanías establecidas en todos los centros penitenciarios. Así, hacen presente a la Iglesia, anuncian y celebran la fe (Área Religiosa), atienden las necesidades personales, familiares y sociales (Área Social) y laboran en el ámbito legal para humanizar el sistema penal y penitenciario (Área Jurídica).

José Sesma León, director del Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Comisión Episcopal Española, expresa la preocupación de la Iglesia en España ante el constante aumento de la población penitenciaria, tanto extranjera como autóctona. Si el 31 de diciembre de 1978 sumaba un total de 10.463 reclusos (10.101 hombres y 362 mujeres), a 31 de marzo de 2010 era ya de 76.863 (70.708 hombres y 6.155 mujeres). Esto genera superpoblación en los centros, ya que en España no se da, de momento, un número limitado de plazas.

Puesto que la “dignidad del preso es siempre mayor que su culpa” y que “cada persona que delinque es un reto para la acción evangelizadora”, como señala Jiménez, el 8º Congreso Nacional de Pastoral Penitenciaria, celebrado en Madrid del 10 al 12 de septiembre, tuvo por lema Iglesia, colectivos vulnerables y justicia restaurativa. Los enfermos mentales representan el 25% de la población reclusa, lo que supone, como señaló el obispo en su discurso, un reto para las autoridades, la sociedad y la Iglesia: “El incremento de estas personas sin duda revela la escasa atención que todavía se presta a la salud mental por parte de los sistemas de salud y la insuficiencia de recursos para el diagnóstico precoz y el tratamiento”.

La situación penal de las mujeres con hijos a su cargo también fue abordada. “Estamos pensando en los niños y lo que puede repercutir en su futuro la experiencia de haber vivido en la cárcel”, arguye Sesma, indicando que la separación conlleva muchos problemas, por lo que hay que buscar otras fórmulas para que la madre pague por su delito sin afectar al niño.

Otros grupos sensibles son los indigentes (alrededor del 30% de los reclusos) y los ancianos.

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HACER POSIBLE LA REINSERCIÓN


Desde las capellanías se vive con inquietud –según constata José Sesma León–el futuro de los extranjeros. Una vez cumplida su condena, son expulsados de forma indiscriminada a sus países de origen. Ante ello, la Pastoral Penitenciaria española, a través de la Comisión Internacional de Pastoral Penitenciaria Católica, tomó la iniciativa en 2007 y presentó a las Naciones Unidas una propuesta encaminada a armonizar los ordenamientos jurídico penal y el de extranjería con la dignidad del ser humano.

“Se ha avanzado poco a poco desde la legislación y desde la praxis en la reinserción de todos los presos”, afirma Vicente Jiménez Zamora para explicar la creación, por parte de las Administraciones Penitenciarias (Administración central y la de Cataluña) de 27 Centros de Inserción Social y 25 Secciones Abiertas. “Desde la Pastoral Penitenciaria se procura colaborar con estas instituciones en el logro de este noble objetivo, especialmente con las personas que carecen de familia, trabajo, vivienda o salud, a la espera de que algún día sean asumidas plenamente por la sociedad estas necesidades de sus propios miembros”, apostilla Sesma.

En el nº 2.722 de Vida Nueva.

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