¿Una mezquita en la Zona Cero? Entre el derecho y la prudencia

(Vida Nueva) La posible construcción de un centro musulmán cerca del trágico escenario del 11-S es lícita. Pero, dadas las reacciones que ha suscitado, cabe preguntarse: ¿ha sido una propuesta prudente? Josep Miró, miembro del Pontificio Consejo para los Laicos, y Jordi López Camps, ex director genera de Asuntos Religiosos de la Generalitat de Cataluña, abordan este tema en los ‘Enfoques’.

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¿Diálogo interreligioso o provocación?

(Josep Miró i Ardèvol– Director del Institut d’Estudis del Capital Social de la UAO y miembro del Pontificio Consejo para los Laicos) El presidente de los Estados Unidos intervino en el conflicto afirmando que se trataba de una iniciativa que entraba de pleno en el derecho a la libertad religiosa y de culto. Después Obama matizó lo dicho, pero, como afirmación general, lo dicho por el líder de los Estados Unidos es cierto. Es la misma posición que tiene la Iglesia de Nueva York. En definitiva, los musulmanes tienen derecho a disponer de un lugar de culto si cumplen, como así ocurre, con las exigencias municipales. Todo esto es muy positivo, pero la fidelidad a la realidad exige que contemplemos otro nivel adicional de lectura.

En general, nadie impide la construcción de una mezquita en los Estados Unidos, pero el conflicto ha surgido por el lugar. Hay una razón de sensibilidad y prudencia, es decir, de la elección del mejor camino para el fin que se persigue. Si los fines son los aducidos por los promotores del proyecto –como gesto de diálogo interreligioso y de integración de los musulmanes–, y no hay por qué dudar de ello, hay que decir que los promotores no han escogido la vía mejor. Y es que no basta con que el fin sea un bien, y un lugar para la práctica religiosa lo es, sino que además es necesario que los medios escogidos también sean buenos.

Hagamos memoria. Hace ya algunos años, las carmelitas quisieron construir una capilla muy cerca de Auschwitz. Muchas organizaciones judías pusieron el grito en el cielo. Se planteó una reflexión: aquel camino escogido para honrar a los muertos en Auschwitz, ¿cumplía con el fin elegido o corría el riesgo, al herir la sensibilidad, de no resultar un acto de amor? La capilla no se construyó. Este tipo de reflexión deberían planteársela así mismo los musulmanes que quieren la nueva mezquita.

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Los derechos de los musulmanes nos protegen

(Jordi López Camps– Ex director general de Asuntos Religiosos de la Generalitat de Cataluña. Autor del libro Asuntos religiosos, PPC) Quienes proponen el centro musulmán están completamente amparados porque les protege un derecho fundamental de toda democracia: la libertad religiosa. Sin embargo, el ejercicio de este derecho siempre se debe contextualizar y analizar si colisiona con otros derechos o crea algún problema capaz de alterar la cohesión o modificar los valores básicos de la sociedad. En el caso de Nueva York, es evidente la existencia de una tensión social notable.

Hay un sector de la ciudad opuesto activamente a la construcción del Centro Córdoba. Con todo, por más respetables y comprensibles que sean los sentimientos aducidos, tiene mayor consistencia jurídica el amparo de un derecho que el respeto a las emociones. De tal modo que el decisor político está perfectamente protegido desde el punto de vista normativo. Sin embargo, ¿hay alguna razón política que justifique prohibir la construcción de este centro?, ¿tendría esta justificación mayor entidad que la defensa de un derecho fundamental? Parece totalmente descabellado pensar que esto último fuera así.

Es evidente que el malestar afecta a una parte importante de la sociedad neoyorquina. Según cuál sea la decisión tomada, seguro que tendrá una importante repercusión electoral. No obstante, ¿han de tomarse las decisiones políticas con el rabillo del ojo puesto en las encuestas de opinión pública? Por fortuna, tanto el presidente de los Estados Unidos como el alcalde de Nueva York han introducido sensatez en el debate y han defendido la construcción del centro musulmán cerca del lugar donde unos fanáticos fundamentalistas sesgaron brutalmente la vida de miles de personas.

Más información en el nº 2.722 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea los ‘Enfoques’ íntegros aquí.

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