Una peregrinación de la mente al corazón

Llega a España la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana

(Glòria Carrizosa) Nos enseñaron a orar con la mente, a hablar y a pedir o dar gracias a Dios, pero hay otra forma de rezar: la meditación, un peregrinaje interior, “la oración del corazón que nos une con la conciencia humana de Jesús en el Espíritu”, según palabras de John Main, OSB (1926-1982), quien recuperó la tradición contemplativa cristiana. Este religioso creó el primer Centro de Meditación Cristiana en Londres en 1975, actualmente con más de 2.000 grupos en 100 países que se encuentran semanalmente. El pasado mes de mayo, Laurence Freeman, OSB, discípulo de Main y director de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, realizó su primera visita a España, a Barcelona, para impulsar el incipiente movimiento que ha surgido aquí.

Laurence Freeman

Martes, 18 de mayo: la casa de espiritualidad San Felipe Neri de la Ciudad Condal está a rebosar; el motivo: una mesa redonda sobre diferentes experiencias de meditación. Laurence Freeman habla por primera vez en nuestro país: “No podemos conocer a Dios sólo por el pensamiento. La meditación cristiana nos hace sentir comunidad. La Iglesia del futuro será contemplativa, abierta al diálogo con otras religiones y con una laicidad madura”. Entre el público escuchan atentamente Marta Pérez y Fina Becerra. La conferencia sirve para confirmar sus propias certezas, y gracias a la página web www.meditacioncristiana.com, se ponen en contacto a través del programa ‘Medita con un amigo’. Marta, casada y con dos hijos, ya hace dos años que, navegando por Internet, descubrió la Comunidad Mundial de Meditación Cristiana. Desde entonces le envían semanalmente textos de Main y Freeman que le ayudan a meditar. Pero el siguiente paso ha sido la necesidad de relacionarse y compartir la experiencia.

Cada noche a las 22:00 h. Marta se une en la meditación con Fina, y también con Mario y Mª Teresa. Antes de empezar, escucha música tranquila durante cinco minutos, relaja el cuerpo, en silencio, con poca luz, y empieza a repetir el mantra maranatha, que quiere decir, en arameo, “ven, Señor Jesús”. Repetirlo lentamente, sin pensar en nada, sin ninguna imagen en la mente, y decirlo con fe. Tan sencillo y tan complicado al mismo tiempo, “porque al pronunciarlo, los pensamientos empiezan a cruzar tu mente. Al renunciar a las imágenes llegamos a la pobreza del espíritu”.

Fina, de 70 años, abuela, después de estar toda la vida buscando su camino espiritual, unida en oración con los otros miembros del grupo, se siente más segura, más feliz: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo [Mateo 18, 20]. Todo mi ser se abre a Dios y me siento llena de su presencia”.

Marta participa a través de Internet

Mónica Carrillo, de Buenos Aires, desde que practica la meditación experimenta como si “el Espíritu Santo fuese un pajarito que cuando estoy en silencio se come mis miguitas [preocupaciones] que ensucian el mantel”. Hubo una época en su vida en que las palabras le sobraban para orar. “¿Qué le puedo decir a Dios que Él no sepa? Gracias a la meditación, he experimentado la consolación y me he abierto a la tolerancia, experimento más amor por los que me rodean”.

Silencio, quietud y sencillez son los tres principios básicos de la meditación cristiana. Primero hay que silenciar el cuerpo; la quietud es tomar conciencia de que somos “santuario del Espíritu Santo”; la sencillez es vaciar al máximo el pensamiento, repetir la palabra sagrada, maranatha, con fe y amor. “De tan sencillo, es complicado, los pensamientos vienen y van, pero la repetición del mantra –la oración pura para los primeros cristianos– acaba enraizando en el corazón. Es como poner en movimiento un péndulo, que cuanto más se mueve, tú haces menos fuerza. Al final, ya no repites la palabra de forma consciente, sino que llega al corazón y se abre al Misterio, lo que en la tradición filosófica se conoce como ‘ojo de contemplación’; se cierra el ojo de los sentidos, de la razón, para abrirse al Cristo, al centro de toda tu vida”. Marco Schrorlemmer explica lo que él practica con un pequeño grupo en la Universidad Autónoma de Barcelona. De padre alemán y madre catalana, casado, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, redescubrió como “una grata sorpresa” la meditación que existía en la tradición cristiana, ya que “esta espiritualidad se relaciona más con las prácticas orientales”. Fue a Londres por trabajo y contactó con Laurence Freeman, en el Centro de Meditación que allí tienen, “un monasterio sin paredes”, desde donde impulsan toda su labor. Freeman, monje de la congregación benedictina olivetana, le animó a formar un grupo y a impulsar la meditación cristiana en Cataluña.

Marco (izq.) y el P. Laurence (centro) en Montserrat

Marco reconoce que después de la visita de Freeman, mucha más gente se ha interesado por este tipo de oración. El propio religioso se entrevistó con el obispo auxiliar de Barcelona, Sebastià Taltavull –ya que el cardenal Sistach se encontraba fuera de la ciudad–, quien les animó a crecer en Cataluña y a seguir con sencillez su labor espiritual. Asimismo, Freeman, junto con Marco, quiso visitar el santuario de Montserrat, donde concelebró y se entrevistó con varios monjes, y visitó las ermitas donde vivieron los padres Estanislao y Basili, ya fallecidos.

La inspiración del fundador

John Main nació en Londres en 1926. De joven estuvo destinado como diplomático en Malasia. Allí conoció a un monje hindú que le enseñó a meditar repitiendo un mantra. Al volver a Londres, entró en la comunidad benedictina. Su maestro de novicios le indicó que aquello “no era un modo cristiano de rezar”. Años después, estudiando la figura de Juan Casiano (siglo IV, quien introdujo el monacato en Occidente), leyó que, cuando este sacerdote fue al encuentro de los primeros monjes cristianos, “los padres del desierto”, en Egipto, le explicaron cómo se tenía que rezar. Main descubrió, con sorpresa, que utilizaban el mismo sistema de oración que le había enseñando aquel monje hindú.

John Main

Con la apertura que supuso el Concilio Vaticano II, Main volvió al camino de la meditación y creó el Centro de Londres. En los años 70, el obispo de Montreal le pidió abrir una nueva comunidad benedictina en Canadá. Main murió joven, en 1982, y su discípulo Freeman continuó con su labor. Para Main, la oración contemplativa no era un privilegio de los monjes o de los místicos; todos estamos llamados a esta dimensión espiritual. “San Pablo decía: ‘Ya no rezo yo, sino que Cristo reza en mí’”. “La meditación no es el único modo de llegar a Dios, pero en mi experiencia –escribió Freeman–, nos capacita para hacernos completos, conscientes del Espíritu que Jesús ha enviado a nuestro corazón”. Generalmente, después de meditar, no ocurre nada. “No se trata de ver nada extraordinario –afirma Main–, sino de descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas, que es lo cotidiano fusionado con lo extraordinario”.

Las personas que practican este camino espiritual consideran que, día a día, con confianza, el mantra va enraizando en sus corazones, tienen más dominio de sí mismas, pueden aislarse del ruido y encontrar la paz, experimentan la bondad, el amor, la paciencia. El camino es largo, de toda la vida, pero es un camino de amor, es una aventura, es un viaje de la mente al corazón, una experiencia atrevida para quien no tiene miedo a explorar en su interior y, más allá de las palabras, abrirse a Dios y a sus hermanos.

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Gran expansión en América Latina

En países como Argentina, Paraguay y Venezuela, los grupos de meditación cristiana  tienen una gran implantación. La responsable de este crecimiento es la página web www.meditacioncristiana.com, que cuenta con 5.000 suscriptores en todo el mundo. Existe un foro de meditadores en Internet y el programa ‘Medita con un amigo’. También hay eventos anuales, como el retiro de Semana Santa en la isla Bere, en Irlanda; el retiro anual en Monte Olivetto, Italia; y el Seminario John Main, que se imparte cada año en agosto.

Lucía Gayón, de Itxapa, México, es la persona que trabaja de forma infatigable para difundir las enseñanzas de la meditación cristiana a través de la Red. Vivió 20 años en Montreal, donde conoció al P. Main, y quedó impactada por sus enseñanzas. “Él creía mucho en la labor de los laicos en la Iglesia. Cuando regresé a México, en 2005, elaboré esta página web”. En Brasil hay una fuerte comunidad desde hace diez años. El próximo mes de noviembre, el P. Freeman viajará a México, Venezuela y Argentina.

www.meditacioncristiana.com

www.meditaciocristiana.cat

En el nº 2.721 de Vida Nueva.

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