Ángel Medina: “¿Jubilación en la Vida Religiosa? ¡Ni hablar!”

Marista

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Ángel Medina Bermúdez es marista, tiene 52 años y la mayor parte de su vida ha estado viviendo en Paraguay. Allí ha sido Superior Mayor de su congregación. Desde hace dos meses, es el Superior del Centro Marista de Espiritualidad en El Escorial. Nos habla de su tarea, los cursos denominados ‘Umbrales’ y de su esperanza…

¿Qué significa ‘Umbrales’ para un religioso marista?

Es una metáfora que quiere reflejar que los religiosos somos personas cuyas vidas son un constante paso a nuevas etapas para vivir. De los 55 a los 65 años, se siente la tentación de mirar al pasado con la sensación de misión cumplida o casi cumplida y ver el futuro como un horizonte incierto. Intentamos redescubrir los tesoros escondidos en el campo de la vida. Así fue como nacieron el programa ‘Horizontes’, para hermanos en torno a los 35 años, y ‘Umbrales’, para los que están sobre los 60 años, con dos meses de experiencia internacional y multicultural. Simultáneamente, siguieron los cursos más extensos de cinco meses, llamados ‘Senderos’, para hermanos de la “edad mediana”.

‘Umbrales’ son ocho semanas donde no cortas con el pasado ni sueñas con un futuro irreal, sino que tratas de releer la historia vivida como historia de salvación. Estamos en la tercera sesión, y la valoración nos dice que se fundamenta la esperanza en lo que vendrá más allá de que la sociedad jubile o que los años impongan su ley de vida.

¿Cuáles son las necesidades de un consagrado en esta etapa de la vida?

Mirar de manera nueva el “cuadro” de la propia vida; escuchar y entender las necesidades de la existencia y hacerse, de nuevo, “discípulo del aire”, del “soplo”, de la “atmósfera” de Dios.

En los dos meses, los momentos más significativos han sido…

La síntesis integradora, para beber del propio pozo después de lo recibido y escuchado durante la semana; el de saborear que somos hermanos en la diversidad internacional y multicultural; y el de los sueños “imposibles”, el que nos hace soñar más allá de nuestras posibilidades porque Dios nos lleva sobre sus hombros.

¿Cómo percibe un formador el momento de la Vida Religiosa?

La historia no viene definida por los números o las cantidades, sino por la calidad de la vida y de las personas, y creo que hay muchas personas de calidad en el laicado, el presbiterado y la Vida Religiosa. Por otro lado, nuestros fundadores no crearon las congregaciones para ser más o menos, sino que estaban plenamente convencidos de lo que habían soñado… Ahí está su fuerza y la nuestra.

Por lo que ha podido experimentar, ¿es la misma Vida Religiosa en América que en Europa?

Hay muchos matices. En América Latina está surgiendo un rostro propio: indígena, afroamericano, andino, mestizo…  Pero somos la misma Vida Religiosa, los mismos “locos y locas” que creemos en Jesús y en la gratuidad de su Evangelio.

¿Cuál considera que es la prioridad de nuestras congregaciones hoy?

Sin duda, la esperanza. Quien ha vivido toda su vida en una congregación mantiene los cromosomas originales y genuinos y por eso goza lo que es, a pesar de sus años y de lo “malo o feo” que es nuestro mundo, porque es el mejor mundo que existe y además es en el que Dios nos ha puesto. La esperanza de quien tiene la “exigencia” de ser generoso, y además serlo sin límites, es lo que más se asemeja a lo que el Maestro nos muestra en el Evangelio. Una esperanza que te ayuda a amar de verdad lo que eres y vives. Además, saber que las congregaciones son fruto del querer de Dios, de soplos de su Espíritu y encarnación viva en los fundadores, muestra que el futuro es también “susurro” del gran protagonista de esa nueva Iglesia que nació en Jesús de Nazaret. Por tanto, serena y gozosamente, sabe esperar a que detrás de la aparente tormenta, la brisa suave es claro signo de la presencia de Dios y, así, sabe y aprende a prestar fina atención a esos sonidos inconfundibles que emanan del Espíritu.

MIRADA CON LUPA

El día que queremos tenerlo todo calculado, comienza el fin de la Vida Consagrada. Ésta se fundamenta en el misterio y la sorpresa de Dios. Por eso este tiempo es bueno y el momento de los consagrados también. Esta era donde tenemos una edad elevada y menos fuerza es también la de la sabiduría, la profecía y el saber estar. Lo nuestro es sembrar… Vendrán generaciones que recojan. En eso consiste la fe de nuestra “profesión”.

lgonzalez@vidanueva.es


En el nº 2.721 de Vida Nueva.

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