Fray Leopoldo de Alpandeire ya es beato

Más de cien mil personas asisten en Granada a la beatificación del capuchino limosnero

(Jaime Vázquez Allegue– Granada) Unos minutos antes de las diez de la mañana, la artista granadina Rosa López entonaba emocionada el Ave María de Schubert versionado para la ocasión. Mientras tanto, una cuidada organización y cientos de voluntarios terminaban de colocar a los últimos fieles llegados de todas partes para asistir a la beatificación de fray Leopoldo de Alpandeire, el capuchino limosnero, en uno de los eventos más esperados de los últimos años, que tuvo lugar el domingo 12 de septiembre en la base aérea militar de Armilla (Granada), ante la presencia de más de cien mil fieles.

El rito de la beatificación se inició con la lectura por parte del padre Alfonso Ramírez, vicepostulador de la causa, de una semblanza de fray Leopoldo. Con los asistentes en pie y tras la lectura en latín de la Carta Apostólica de Beatificación, se descubrió el tapiz con el que comenzó la procesión de la reliquia del metatarso del pie derecho del fraile cumpliendo, de esta manera, con el rito establecido por la Iglesia.

Acto seguido y bajo la presidencia de Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, acompañado por el Ministro General de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, Mauro Jöhri, por los cardenales Carlos Amigo Vallejo y Antonio Cañizares, por los arzobispos de Granada y Toledo, numerosos obispos de distintas diócesis españolas, y más de un centenar de sacerdotes, se celebró la eucaristía de acción de gracias. Entre los fieles también estaba la joven puertorriqueña Ileana Martínez, la mujer del milagro de fray Leopoldo.

Pilar que fortalece la Iglesia

En su homilía, Amato declaró que la beatificación de fray Leopoldo era un pilar más que fortalecía a la Orden de los capuchinos y a la Iglesia. El beato limosnero, como lo definió el presidente de la Congregación para la Causa de los Santos, fue un modelo de trabajo y oración en momentos de persecución religiosa, en medio de las dificultades de la posguerra, en situaciones de rechazo y recelo del nombre de Dios. Por eso, afirmó Amato, Granada es la ciudad de fray Leopoldo. Por ella caminó, en ella evangelizó y con su testimonio acercó a Dios a muchos granadinos.

Al finalizar la eucaristía, los fieles recitaron tres Ave Marías, tal y como solía hacer el fraile limosnero cada vez que tenía oportunidad, y se lanzaron vivas por el nuevo beato de la Orden capuchina y de la Iglesia española. La ceremonia concluyó con la entonación del himno a fray Leopoldo y la declaración del 9 de febrero –fecha de su muerte– como el día en el que el calendario litúrgico de la Iglesia recordará su figura.

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