Cesare Pasini: “La Biblioteca Vaticana custodia la universalidad del saber”

Prefecto de la Biblioteca Apostólica Vaticana

(Texto y fotos: Darío Menor– Roma) Desde el 15 de julio de 2007, a la Iglesia le falta uno de sus brazos principales en el mundo de la cultura: la Biblioteca Apostólica Vaticana. Cerrada por el deterioro que sufría una de las alas del edificio en que tiene su sede, el Palacio Apostólico, esta institución fundada a mediados del siglo XV por el papa Nicolás V reabrirá sus puertas el 20 de septiembre, terminadas las obras de remodelación y modernización. La comunidad científica espera ansiosa ese día para poder volver a disfrutar de los tesoros que custodia la Biblioteca de los Papas, en cuyos anaqueles se encuentra gran parte del conocimiento y de la historia de la humanidad. Cesare Pasini, prefecto de este paraíso de los bibliófilos, destaca el valor que supone para la sociedad que el Vaticano lleve más de 500 años conservando bienes que, sin el empeño de la Iglesia, se habrían perdido.

¿Hay expectación entre los estudiosos?

La espera se inició el 16 de julio de 2007, el día después del cierre. Hemos tenido muchas señales de personas deseosas de que llegase este momento. Para ir contando a la comunidad científica y a los interesados cómo iba la reforma, enviamos periódicamente un boletín, recibido por más de 6.000 personas. Para muchos es su casa.

¿En qué ha cambiado?

Encontrarán una entrada renovada y un ascensor ampliado. Se moverán entre las salas de una manera más cómoda y fácil. Disfrutarán de armarios renovados para dejar sus objetos personales y de una tarjeta personal novedosa. Hemos establecido una conexión inalámbrica que permite conectarse a la red interna con cualquier ordenador desde dentro de la Biblioteca.

Además de la obra, hemos desempeñado una continua labor de organización y proyectado de los trabajos. La previsión y preparación de la reapertura ha sido también muy laboriosa; significa la reubicación de las salas y de los fondos. En este área es clave el proyecto de seguridad, con el cual todos los libros que tenemos estarán equipados con un chip que permite saber en todo momento dónde se encuentran y quién ha solicitado su consulta. Es como una especie de GPS.

¿Se han producido robos?

Afortunadamente, muy pocos, y en el pasado. Este sistema está centrado en garantizar la seguridad. Supone un importante efecto disuasorio para los posibles ladrones. Pero no existe nada que garantice al 100% la seguridad de todos los fondos.

Máxima conservación

Cuenta también con una suerte de búnker. ¿Qué fondos son custodiados allí?

Se trata del almacén de los manuscritos, construido en los años 80. Se ha renovado para evitar la producción de polvo fino tanto del pavimento como del techo. Con el nuevo cemento y una pintura especial no se produce polvo, que es el enemigo número uno de los libros. También se han revisado ahora los parámetros de temperatura y de humedad para garantizar la máxima conservación. Además, se  ha añadido una sala específica para los papiros. Se le llama búnker porque está bajo tierra, aunque con una particularidad: cuando fue construido el patio interior, estaba a un nivel distinto al actual. Ahora está más alto, por lo que el almacén ha quedado por debajo y, por tanto, bajo tierra. Obviamente, no tiene ventanas y está a prueba de cualquier catástrofe natural o ataque.

¿Cómo se ha organizado la custodia de los fondos durante las obras?

La mayor parte de esta fase ya la hemos concluido satisfactoriamente. Los manuscritos fueron colocados temporalmente en el Archivo Secreto Vaticano, y ya han vuelto a la Biblioteca. Están en el búnker. La forma de meter nuestros fondos en cajas y colocarlos cada uno según sus necesidades de conservación ha sido muy estudiada. Esto ha supuesto meses de preparación y, luego, de traslado. El retorno ha sido más sencillo: sólo había que abrir las cajas y poner los fondos en su justo lugar.

¿Se ha perdido o dañado alguno?

No. Lo hemos realizado con mucho cuidado, justo para evitar esos problemas. Hemos mantenido siempre el orden y las condiciones que cada bien precisaba. Tampoco hemos encontrado al mover los fondos ningún manuscrito o libro impreso importante que no supiésemos que teníamos. Con los manuscritos era imposible; son revisados de forma muy precisa cada año. Con los libros impresos tampoco ha habido sorpresas; llevábamos tiempo re-etiquetándolos para dotarles del nuevo sistema de seguridad. La informatización cada vez mayor de las bibliotecas evita precisamente la pérdida de ejemplares.

¿Cuál es su bien favorito?

Poco antes de entrar en la Biblioteca, había llegado el famoso papiro Bodmer 14-15, que contiene los Evangelios de Lucas y Juan escritos en el siglo II. Está fragmentado, pero tiene una amplia consistencia. Se trata de un manuscrito muy importante. Ha sido un regalo de parte del americano Frank Hanna, que lo adquirió en la subasta que organizó la fundación Bodmer para venderlo. Es un recuerdo muy hermoso. Es antiquísimo, es el que conserva los Evangelios con una fecha más lejana. Hace además pensar que, si contiene a Lucas y a Juan, probablemente también existía un ejemplar con Marcos y Mateo. Se trataría, pues, de un testimonio físico del Evangelio cuadriforme ya en el siglo II, como dicen algunos testimonios. Fue usado como códice en un único fascículo. Habría probablemente otro con los Evangelios de Marcos y Mateo. Otro signo hermoso es que fue usado en la liturgia, lo que provocó que los primeros folios se perdieran o quedaran hechos pedacitos. Estos trocitos en el siglo IV o V fueron pegados a un cartón y guardados como reliquia.

¿Y el más valioso?

Es difícil de decir. Entre nuestras joyas se encuentran algunos manuscritos ilustrados del Renacimiento, como la Biblia Urbinate o los manuscritos virgilianos Vergilius Romanus y Vergilius Vaticanus. Las ediciones actuales de la Eneida están basadas en estos ejemplares. Otra de las joyas es la Divina Comedia que poseemos. Es una de las más antiguas y está ilustrada por Botticelli. También, por supuesto, el papiro Bodmer 14-15 o el códice en pergamino del siglo IV que contiene toda la Biblia.

¿Qué área interesa más a los estudiosos?

Su fondo del Renacimiento, justo nace en esa época. Ahora está aumentando el interés por estudiar las miniaturas y, por tanto, del arte del manuscrito. Aquí está custodiada la universalidad del saber y de la cultura. Esta institución muestra esa posición tan eclesial y humana como es la universalidad. No es una biblioteca religiosa, sino de cultura universal, lo que significa algo muy importante para la humanidad. Se conservan bienes que ésta no tendría si no hubiesen sido bien cuidados durante siglos en el Vaticano, que los considera un tesoro. El cristianismo está atento al valor humano y a la riqueza de su saber, por lo que custodia con orgullo estos bienes. Los libros son una manifestación de la universalidad eclesial. La Biblioteca sirve de encuentro para personas y grupos alejados, que a veces nada tienen que ver con la religión, pero que tienen una sensibilidad por la cultura.

dmenor@vidanueva.es

En el nº 2.720 de Vida Nueva.

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