Antonio Ceballos: “A veces nos faltan signos y gestos visibles de lo que predicamos”

Obispo de Cádiz y Ceuta

(José Luis Celada– Fotos: Jesús de la Luz) El pasado 31 de julio, Antonio Ceballos Atienza (Alcalá la Real, Jaén, 1935) cumplía 75 años, edad canónica de jubilación. Ahora, a la espera de que el Papa acepte su renuncia como obispo de Cádiz y Ceuta, recuerda para Vida Nueva los desafíos de esta diócesis y su etapa de ministerio episcopal, al tiempo que reivindica para la Iglesia más “signos y gestos visibles de lo que predicamos”.

Acaba de alcanzar la edad canónica de jubilación tras más de dos décadas de ministerio episcopal, en su mayor parte en Cádiz y Ceuta. ¿Qué balance haría de estos últimos 16 años al frente de esta diócesis?

Efectivamente, el 31 de julio, cumplida la edad canónica, envié al Santo Padre Benedicto XVI la carta que indica el Canon 401, p.1, en la que le notifico que pongo a su disposición mi oficio pastoral como obispo diocesano de Cádiz y Ceuta.

El camino recorrido durante estos 16 años al frente de la diócesis ha sido muy positivo, a pesar de las dificultades y obstáculos propios de toda Iglesia que hace una nueva travesía pastoral al final del siglo XX y comienzo del XXI. Han sido unos años de esfuerzo pastoral por parte de toda la Iglesia Diocesana, sobre todo por la importancia y centralidad que ha tenido y está teniendo el Sínodo Diocesano. Durante estos años, he realizado la visita pastoral en todos y cada uno de los arciprestazgos y en todas y cada una de las parroquias. Han sido diez años seguidos de visitas pastorales. Esta experiencia ha supuesto para las parroquias un verdadero momento de gracia, bendición y revitalización. Y, por otra parte, me ha supuesto un conocimiento de la realidad de cada comunidad parroquial, no sólo en lo referente a las instituciones y grupos parroquiales, sino también en lo que hace referencia a la vida de las personas que allí viven. Para mí, todo esto ha supuesto una gran ayuda a la hora de hacer camino como “Pastor que conoce a sus ovejas y ellas le conocen”.

Aniversario de ‘La Pepa’

Aunque ha cumplido ya los 75, si su salud le respeta, todo apunta a que verá prorrogada su estancia en la sede al menos hasta 2012, coincidiendo con el Bicentenario de ‘La Pepa’, aquella primera Constitución Española aprobada en 1812 por las Cortes de Cádiz. ¿Cómo está preparando la Iglesia gaditana este aniversario?

La voluntad de Dios es para mí la verdadera paz. Sinceramente, no sé si estaré al frente de la diócesis hasta 2012. Eso sí, la Iglesia gaditana se está preparando, según sus posibilidades, para la celebración del Bicentenario de la Constitución de las Cortes de Cádiz. Escribí ya una carta pastoral en la que indicaba que la Iglesia estuvo presente en 1812 y que lo estaría también en 2012, ofreciendo lo que la Iglesia puede aportar según nuestras posibilidades. Existe ya una Comisión Diocesana, formada por sacerdotes y laicos, que está trabajando en ello, en sintonía, claro está, con las autoridades autonómicas y municipales.

¿Cuáles son hoy los principales desafíos pastorales de una diócesis tan heterogénea en tantos sentidos (nivel de vida, fuentes de ingresos, densidad poblacional…?

La superficie del territorio diocesano (3.772 km2) y la alta densidad demográfica de nuestros pueblos (771.363 de población total residente, para 117 parroquias). Una diócesis que, en su gran parte, está en la costa; en la que la capital y la sede episcopal están en un extremo de la provincia; donde hay que atender otra zona, Ceuta, para la que hay que atravesar frecuentemente el Estrecho, hace que se tengan que recorrer muchos kilómetros. La mayor fuente de ingresos debe estar en el sector servicios (tenemos muchos kilómetros de costa en la que encontramos zonas de alto nivel económico, pero ya se sabe que esto es meramente temporal). La misma densidad de población puede facilitar la acción pastoral de nuestros sacerdotes. Pero hay también otras zonas de la diócesis de pequeñas poblaciones, y esto hace que muchos sacerdotes estén sobrecargados de tareas pastorales.

En referencia a los acontecimientos de carácter humano y social, la Iglesia Diocesana vive inmersa tanto en los gozos y alegrías como en los problemas y avatares de su gente, que destaca, ya se sabe, por tener un carácter alegre, de acogida, tolerancia e integración.

Entre los principales desafíos que, de una u otra forma, afectan a toda la comunidad diocesana, figura el paro, sobre todo juvenil, a causa de la crisis de la industria en general, del sector naval, de la pesca y la agricultura, mucho más acuciado en estos momentos de fuerte crisis económica y financiera en España y en el mundo. Dar respuesta cristiana y evangelizar en esta situación hace que en cada momento se tengan que estar haciendo proyectos para un acercamiento del Evangelio a nuestras gentes.

Se le ha visto encabezando algunas manifestaciones en contra de los despidos masivos que se han producido antes y durante esta larga crisis que padecemos. ¿Está respondiendo la Iglesia española a la altura de la situación?

La Iglesia española siempre trata de estar a la altura de los tiempos en los que vive, y lo hace con la valentía necesaria y solidaria de siglos (basta con leer los documentos que últimamente ha publicado la CEE al respecto). Creo, de todas formas, que a veces nos faltan en algún momento signos y gestos visibles de lo que predicamos. La forma de adhesión a determinados momentos sociales de gran calado, como los ocurridos últimamente en la Diócesis de Cádiz y Ceuta, son gestos y signos que en determinados momentos hay que hacer y manifestar.

Además de los distintos grupos parroquiales, los organismos diocesanos incluidos en el área de Acción Socio-Caritativa (Cáritas Diocesana, los Secretariados de Pastoral de la Salud, Pastoral Penitenciaria, Pastoral Obrera, Manos Unidas, la Comisión Diocesana de Justicia y Paz y el Secretariado de Migraciones), están llevando a cabo una importante promoción humana a través de programas y proyectos concretos de asistencia a los más pobres y necesitados; ofreciendo, a la vez, los caminos para el descubrimiento de Jesucristo en cada una de sus tradiciones. Hay una mayor sensibilización, en este campo, de toda la comunidad diocesana motivada por la reflexión realizada en el Sínodo Diocesano de 2000.

Un andaluz en Castilla

Un andaluz como usted fue primero obispo de Ciudad Rodrigo para después volver a su tierra. ¿Conocer la realidad que se pastoreará garantiza una mayor sintonía con la feligresía, como reivindican algunos colectivos en los nombramientos episcopales cuando reclaman prelados oriundos?

A mí en Ciudad Rodrigo me fue muy bien. Ellos decían: “Un andaluz en Castilla…”. La verdad es que fui muy feliz. Imagino que la clave está en la caridad pastoral. Ahora en Cádiz y Ceuta me sigue yendo muy bien. Conozco mejor a las gentes y sus costumbres, sintonizo con una forma de ser y de pensar que, sin duda, puede ayudar desde un principio en la tarea pastoral, pero considero que la caridad pastoral y la ilusión y la entrega son las mismas. Volver a la tierra en la que uno nace siempre es agradable, y la verdad es que en ella deseo morir como el grano de trigo, evangélicamente hablando.

Echemos un vistazo al pasado. Usted fue durante años director del Secretariado de la Comisión Episcopal del Clero de la CEE y de los Cursos de Formación Sacerdotal para la Región Andaluza. Con los ecos todavía cercanos del Año Sacerdotal, ¿en qué medida cree que ha cambiado el perfil de los presbíteros a lo largo de estas décadas?

Como director del Secretariado de la Comisión Episcopal del Clero en la Conferencia Episcopal Española, considero que fueron para mí unos años de mucho trabajo, un buen trabajo conjunto de obispos y sacerdotes, pero un momento de gracia. Se celebraron entonces el Simposio de Espiritualidad del Presbiterio diocesano secular, el Congreso sobre la Espiritualidad del Presbítero diocesano secular… Se llevaron a cabo cursillos de arciprestazgo y fraternidad apostólica. Realmente, fueron unos años de verdadera ilusión y entusiasmo para los presbíteros, e incluso para los seminarios. La formación permanente con los presbíteros quedó bien tratada y, sobre todo, la de los cursos de Formación Permanente en la Región Andaluza.

Este Año Sacerdotal ha supuesto, tal y como pretendía el papa Benedicto XVI, una gran valoración del sacerdocio y una llamada a la conversión en la vida y ministerios de los sacerdotes de todo el mundo. Por mi parte, tengo que destacar que ha sido una llamada muy profunda a vivir la “apostolica vivendi forma de los Presbíteros” ya anunciada en el Concilio y después expresada en Pastores Dabo Vobis y en donde se llama la atención a vivir la dimensión apostólica de la pobreza, del celibato y de la obediencia.

La experiencia fue muy concreta y acepté por motivos muy sencillos. Ante todo, porque vi con claridad que el Señor en ese momento me pedía colaborar generosamente en esa tarea apostólica; en primer lugar, por la riqueza y el extraordinario valor de los contenidos; en segundo lugar, por la alegría de sentirme parte de un acercamiento y un mensaje a los sacerdotes, por los que he tenido y sigo teniendo un afecto y predilecciones sinceras; y, por último, porque me he implicado en la vida y ministerio de los presbíteros, tanto en los años de ministerio pastoral en mi diócesis de origen y otras colaboraciones, entre ellas la de la Conferencia Episcopal, como en los años de vida y ministerio episcopal en las diócesis donde he estado.

Describir el perfil de los presbíteros siempre exige hacerlo de una forma aproximativa. Considero que el cambio se nota más en el sacerdote joven. Es hijo de la época en la que vive. No hay lucha generacional, como pudo ocurrir en otros momentos, pero los que ya no somos tan jóvenes hemos vivido muchas etapas a las que nos hemos tenido que ir adaptando con gran esfuerzo y con mucho sufrimiento. Esto hay que tenerlo en cuenta. Creo que la clave está en ser presbítero viviendo la dimensión apostólica y misionera en el ejercicio permanente de la caridad pastoral con el espíritu de Pastores Dabo Vobis: en pobreza, celibato y obediencia apostólica

Curas a Tánger

Pese a la evidente escasez de efectivos, están enviando ustedes sacerdotes a la vecina Archidiócesis de Tánger, en una iniciativa que habla por sí misma de la necesaria comunión eclesial. ¿Cómo surgió la idea? ¿En qué medida puede ser una solución de futuro?

Nuestra diócesis en Ceuta es fronteriza con Marruecos y existen buenas relaciones entre las diócesis. Con el Arzobispado de Tánger hemos firmado un acuerdo de colaboración, como Diócesis de Cádiz y Ceuta en 2009, por dos años, con el fin de ayudarla en varios puntos (clero, asesoramiento canónico y jurídico, etc.). Es un signo de colaboración evangélica, idea que surgió ante las necesidades de atención a los cristianos existentes en el Norte de África. Sólo pensamos que sería una sencilla presencia misionera, llevada a cabo con ilusión. En cuanto al futuro, ya se verá la experiencia. Tanto el arzobispo de Tánger como yo, junto con nuestros cleros respectivos, lo vemos como un proyecto interesante y hermoso.

La llegada de inmigrantes a la costa gaditana o por el Estrecho y la convivencia con un importante colectivo de población musulmana, especialmente en Ceuta, ponen sobre el tapete otros dos desafíos pastorales de primer orden: las migraciones y el diálogo interreligioso. ¿Cómo está trabajando su diócesis en estos ámbitos.

Estos últimos años se ha visto la necesidad y urgencia de ir potenciado algunas lagunas en la pastoral diocesana; entre ellas, hay que destacar la labor extraordinaria llevada a cabo por el Secretariado Diocesano de Migraciones, desarrollando una gran animación misionera, de formación humana y cristiana, como le indicaba antes, tanto a través de programas y proyectos como de acciones concretas de asistencia a los más pobres y necesitados. Existe una gran sensibilidad pastoral y una gran colaboración por parte de todos, tanto los secretariados, como las parroquias e instituciones. Ya sabe que el número de emigrantes desde África a las costas gaditanas ha bajado bastante. Hace tiempo, gracias a Dios, que no hay tantos muertos. Fueron unos momentos muy dolorosos cuando he asistido a los entierros de tantas personas.

La relación con otras grandes religiones es aún incipiente en la diócesis, ya que no es una realidad muy extendida en sus distintas localidades, a excepción de la ciudad de Ceuta, donde se da una convivencia pacífica y de cooperación entre musulmanes, judíos, hindúes y católicos. Sí se ha constatado que ha crecido mucho la presencia de musulmanes en la ciudad autónoma de Ceuta.

Ya para acabar, ¿cómo le gustaría ser recordado entre sus fieles y el pueblo de Cádiz y Ceuta?

Un obispo que hizo sencillamente lo que tenía que hacer en ese momento histórico, descubriendo los signos de los tiempos. Vivió cada día la caridad pastoral y apostólica en todas sus dimensiones con una actitud contemplativa y misionera.

En el nº 2.720 de Vida Nueva.

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