Jerusalén, princesa de la paz

Israel, Palestina y Jordania alcanzan un acuerdo histórico para proteger el patrimonio de la ciudad santa

(Juan Carlos Rodríguez) No hay que volver la vista atrás a más de tres milenios en los que la ciudad sagrada de judíos, musulmanes y cristianos ha sido testimonio de todas las formas de guerra, conquista y dominación. Pero Jerusalén, con todas sus reminiscencias sagradas, siempre había logrado imponerse a la destrucción. Ahora se erige de nuevo en “princesa de la paz”, su significado etimológico, aunque parezca imposible.

Israel, Palestina y Jordania –que, según el tratado de 1994, tiene la potestad de velar por el estado de los santuarios musulmanes y cristianos en Jerusalén Este– han asumido un compromiso “inédito e histórico” en la 36ª reunión del Comité de Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), celebrada en agosto en Brasilia, para trabajar en un plan que preserva la ciudad vieja. La Unesco la incluyó en 1982, un año después de ser declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, en su lista de bienes amenazados.

Por primera vez, las tres partes están dispuestas a poner fin a obras y excavaciones ilegales que “comprometen la integridad” de la ciudad, según las alegaciones jordanas que dieron origen al acuerdo. Según la Unesco, el “avance de expediciones exploratorias” han minado muchos de sus 220 monumentos históricos, sobre todo, el subsuelo de la gran mezquita de Al-Aqsa y su imponente cúpula dorada, con la excusa de la búsqueda de restos del Templo de Salomón o vestigios del rey David.

La Unesco ha proyectado un instituto de preservación del patrimonio arquitectónico, financiado por la Unión Europea, y un centro de restauración de manuscritos islámicos de Al- Aqsa, que se completará con la rehabilitación del Museo Islámico de Al-Haram ash-Sharif.

Capital discutida

El adjetivo de “histórico” al acuerdo lo ha otorgado la organización, dado que el mero movimiento de una pequeña piedra en las bíblicas callejuelas puede provocar un conflicto internacional. El “plan con miras a la salvaguardia del valor universal excepcional de la ciudad vieja de Jerusalén” fue presentado por las delegaciones de las tres partes: Jordania, custodio histórico de los lugares santos del Islam desde el Mandato Británico y que controlaba Jerusalén Este hasta que fue derrotada en la guerra del 67; Israel, que desde entonces tiene la soberanía de toda la ciudad, aunque la comunidad internacional no reconoce su control en la parte oriental; y la Autoridad Nacional Palestina, que aspira a que sea la capital de su Estado pese a la negativa israelí.

Con la mediación de la Unesco parece que la paz vuelve a Jerusalén. O, al menos, el compromiso de que obras o excavaciones no se harán por iniciativas unilaterales, como la rehabilitación e inauguración en marzo de la restaurada sinagoga Hurva, que provocó que el grupo islamista Hamas declarara un “Día de la Ira” en protesta porque la sinagoga amenazaba la supremacía aérea de la Cúpula de la Roca.

Manu Leguineche la describió así: “Más de un tercio de la humanidad tiene raíces espirituales en esta ciudad que contaba diecinueve siglos antes de que naciera Cristo. Se la cita ya en la Biblia con el nombre de Salem y los egipcios la llamaban Urusalimu, la ciudad de la paz. Una paz de la que nunca hasta el presente ha disfrutado”.

Más información en el nº 2.719 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el reportaje completo aquí.

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