‘Una ampolla vale más que mil palabras’

(+ Ciriaco Benavente Mateos– Obispo de Albacete)

“Se dice que los jóvenes de hoy, hijos de la abundancia, son blandengues, incapaces de aguantar el silencio, de compromisos líquidos, que practican una ética indolora, que son  reacios a lo que huela a Iglesia. Puede ser. Pero les he visto dormir sobre esterillas, pasar fríos y calores, caminar en silencio o cantar con los pies destrozados”

A primeros de agosto peregriné a Santiago con un grupo de jóvenes, ciento sesenta y siete de la diócesis y otros quinientos de otras Iglesias hermanas, acompañados de sus respectivos obispos. La experiencia fue tan dura como para que algunos días doliera cada milímetro del cuerpo, pero tan plena como para que la alegría reventara por cada poro. Es una plegaria oportuna para los tiempos que corren. Porque cuando uno se asoma a determinados programas de televisión, a algunas tertulias radiofónicas o contempla como normales, cuando no elevados a la categoría de derechos, hasta los comportamientos más execrables, puede indigestarse o perder la noción de la belleza.

Se dice que los jóvenes de hoy, hijos de la abundancia, son blandengues, incapaces de aguantar el silencio, de compromisos líquidos, que practican una ética indolora, que son  reacios a lo que huela a Iglesia. Puede ser. Pero les he visto dormir sobre esterillas, pasar fríos y calores, caminar en silencio o cantar con los pies destrozados. Ignacio J. García, uno de  ellos, ha publicado un artículo con un título bien sugerente: Una ampolla vale más que mil palabras. Y les aseguro que los obispos nos hemos sentido entre ellos como en casa. La mayoría participaba con un interés admirable en los ratos de oración, en las catequesis del Camino, en la Eucaristía, al caer la tarde. Se confirma aquello de que cuando al joven se le pide poco, no da nada; cuando se le pide mucho, lo da todo. Pero hay que sacarle del ambiente trillado, ponerle en situación. La pedagogía del Camino favorece el encuentro consigo mismo, con los otros, con el Otro. Hasta los pocos más indiferentes confiesan que han vuelto diferentes.

No comprendo, con la que está cayendo, que haya gente de Iglesia cuyos prejuicios les llevan a despreciar estas “movidas”. Si al menos pudieran presentar otros métodos con algún resultado. Ya verán cómo la próxima JMJ, en Madrid, será una lluvia de gracias para miles de jóvenes.

En el nº 2.719 de Vida Nueva.

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