Tímidos avances en la concienciación ecológica en la Iglesia

Se han emprendido varias iniciativas, pero no son comunes a todos los cristianos

(Marina de Miguel) “Tenemos, de hecho, el deber de entregar la Tierra a las nuevas generaciones en un estado tal que también ellas puedan habitarla dignamente y conservarla ulteriormente”. La llamada que Benedicto XVI realizó en el Angelus del 29 de agosto para presentar la Jornada por la Salvaguardia de la Creación (1 de septiembre) es otra manifestación del interés y preocupación que tiene la Iglesia desde hace siglos por la protección de la naturaleza. Catástrofes como las inundaciones de Pakistán o el desastre ecológico producido por el vertido de petróleo en el Golfo de México hacen urgente llevar a la práctica el respeto por la Creación, un compromiso de todo cristiano.

Para ello van surgiendo diversas iniciativas dentro de la Iglesia, pero todavía queda mucho por hacer. Éste es el caso de la Peregrinación Verde que, con motivo del 1 de septiembre, ha impulsado el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa junto a la Iglesia ortodoxa para subrayar que “la crisis ecológica que hoy atraviesa Europa no está disociada de la actual crisis moral del continente, sino que una influye sobre la otra”.

Como reconoce Fernando Fuentes Alcántara, secretario técnico de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española (CEE), “la Iglesia se ocupa de esta problemática, aunque no de una forma suficiente en nuestro país y sin extenderse al conjunto de la comunidad cristiana”. La principal acción la desempeñan, en su opinión, instituciones muy reconocidas (Justicia y Paz, Manos Unidas y el Movimiento Rural Cristiano), o aquellos cristianos que materializan su compromiso a través de ONG ecologistas.

No obstante, apostilla que el creyente debe asumir el respeto por el medio ambiente como una preocupación por la ecología humana. “La naturaleza tiene inscrita una ‘gramática’ que es obra del Creador”, explica para indicar que los planteamientos cristianos se abren a los más importantes problemas que muestra el reto ecológico, es decir, “la apertura a la vida, que afecta al mundo natural y al mundo de la vida humana, aspecto en el que está implicado el problema del aborto y el uso desmedido de los bienes de la naturaleza”. Estas cuestiones se abordarán en el curso sobre Doctrina Social de la Iglesia, La crisis ecológica, un reto ético, cultural y social, que organiza la Comisión junto a la Fundación Pablo VI.

Anuncio y denuncia

Para José-Román Flecha Andrés, catedrático de Teología Moral de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) y uno de los ponentes del curso que se va a celebrar en Madrid del 6 al 8 de septiembre, la Iglesia debe tener en este ámbito una función profética, aludiendo al documento de Puebla de 1979. “El profeta anuncia los valores pero, al mismo tiempo, tiene que denunciar los antivalores, los abusos y, en términos del creyente, los pecados estructurales que desestabilizan la armonía del ser humano”. El problema, se lamenta, es que las dos cosas cuestan trabajo: ante el anuncio, se hacen oídos sordos y, ante la denuncia, hay persecución.

“En el ámbito universitario se están haciendo muchas cosas desde hace bastante tiempo”, afirma recordando las Jornadas de Teología que, en colaboración con la Junta de Castilla y León, celebró en la Colegiata de San Isidoro de León en 1990 –fruto de éstas es el libro Ecología y Creación. Fe cristiana y defensa del Planeta–. Junto a los congresos y cursos, destaca la dirección de tesis y tesinas sobre ecología, la participación en la preparación e inclusión de temas sobre el respeto al medio ambiente en los libros de enseñanza y programas de catequesis e, incluso, la colaboración con el gobierno regional y central en distintos proyectos. “Tanto en el magisterio como en la enseñanza se está influyendo mucho en los diversos grados, desde la educación primaria hasta la universitaria. Es una tarea que se ve menos que las manifestaciones con banderas en la calle”, añade.

Entre el 6 y el 8 octubre, el catedrático dirigirá el simposio organizado por la UPSA sobre Ecología y Ecoética que, según adelanta, “pretende ser un abanico multidisciplinar para ver la situación, además de las perspectivas de futuro y oportunidades de intervenir en la conciencia social”.

La Comisión Diocesana de Pastoral del Ambiente de Valencia es pionera en la asunción de este reto por parte de las diócesis, de ahí su participación en el curso sobre la “crisis ecológica”. Su responsable, Ferrán Lluch i Girbés, señala que esta iniciativa pretende hacer ver que “la Palabra de Dios no invita tanto al dominio de la Creación como a su contemplación y responsabilidad de cuidarla”. Esta reflexión han inspirado el trabajo de los grupos, las campañas de Justicia y Paz o Manos Unidas o las jornadas de delegados diocesanos de catequesis, que versaron sobre La creación y la salvación en la catequesis.

Con respecto a iniciativas concretas, apunta que se han dado pequeños pero decisivos pasos. Tal es el caso de los cursos del Instituto de Ciencias Religiosas para agentes de pastoral o que la educación ambiental haya llegado a formar parte del ideario de varios colegios cristianos. Por ejemplo, el colegio Santiago Apóstol de Marxalenes, en Valencia, está construyendo su nuevo edificio de acuerdo a las premisas de alta eficiencia energética.

Tanto en esta diócesis como en el resto de la geografía es preciso señalar la labor de concienciación que llevan a cabo distintas publicaciones de religiosos y religiosas.

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FE Y CAMBIO CLIMÁTICO: UNA RELACIÓN NO ENTENDIDA


“No puedes plantear que la superación de la pobreza y el trabajo en una organización de desarrollo es ajena a los efectos causados por el cambio climático, y más cuando es producido por el hombre”. Así explica Marco Gordillo Zamora, director de campañas de Manos Unidas, el creciente interés por la ecología que ha experimentado la organización católica. Esto es percibido en las dos últimas iniciativas de sensibilización. En Desarrollo y Justicia climática, además de pedir la reducción de los gases de efecto invernadero, introduce el concepto de justicia climática: esta reducción no debe obstaculizar el derecho al desarrollo de los países pobres.

La segunda campaña lleva como lema Contra el hambre, defiende la tierra y relaciona la escasez de alimentos con la ecología. “Dentro de la evolución de la sociedad hoy hay una conciencia ecológica mayor que hace 40 años. En cuanto a los creyentes, esto se conjuga con la tradición de respeto a la naturaleza, por lo que se puede decir que hay una renovada visión e interés por trabajar en este ámbito”.

Sin embargo, no duda en reconocer que algunos cristianos todavía no entienden la vinculación entre la ecología, el desarrollo y la fe, por lo que conciben estas preocupaciones como más propias de movimientos de izquierdas. “Nosotros también hemos recibido alguna crítica indicando que hemos perdido el rumbo”, confiesa.

Ante esto aboga por mayor educación para el desarrollo a través de campañas y formación. “Ser solidario no es apoyar una campaña, es plantearte cómo estás viviendo y cómo afecta a los otros”.

En el nº 2.719 de Vida Nueva.

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