La Fiscalía belga desmiente la implicación de Danneels en el ‘caso Dutroux’

Falsas informaciones le vinculaban con los crímenes de los años 90

El cardenal Danneels se dirige a la audiencia

(María Gómez) Acoso. Así es como muchos califican lo que está ocurriendo en Bélgica en las últimas semanas con respecto a la Iglesia católica. La ‘caja de los truenos’ se abrió el pasado abril, con la dimisión de Roger J. Vangheluwe como obispo de Brujas, tras admitir que había abusado de un joven durante su etapa de sacerdocio y primeros años de episcopado; fue la muestra más dolorosa de los casos de pederastia que avergüenzan a la Iglesia en Bélgica.

En la línea marcada por Benedicto XVI, los obispos han manifestado su disposición a colaborar con la Justicia. Lo reiteraron incluso después del “inaudito y grave” (en palabras de Bertone) episodio del 24 de junio, cuando, en busca archivos relacionados con estos delitos, la Policía registró la sede de la Conferencia Episcopal, el antiguo domicilio del cardenal Godfried Danneels y la catedral de Saint Rombaut (donde se llegaron a abrir las tumbas de los cardenales Suenens y Van Roey).

El 6 de julio, el país se desayunó con la difícilmente digerible ‘información’ del diario flamenco Het Laatste Nieuws, según la cual entre la documentación intervenida al primado emérito de Bélgica había papeles y fotos del ‘caso Julie y Mélissa’, un atroz suceso que conmocionó al país en los años 90: ellas eran dos de las niñas secuestradas, torturadas y asesinadas por Marc Dutroux, condenado a cadena perpetua en 2004. El hecho de que ese mismo día el cardenal Danneels fuera interrogado en la Fiscalía durante diez horas desató todas las interpretaciones posibles.

Keulenner (dcha.)

En realidad, Danneels fue escuchado como testigo de la Policía judicial, y no como presunto autor. Además, los materiales incautados eran dos CD-Roms “enviados por una persona bien conocida por la prensa y por el Arzobispado” y que también recibieron “periodistas judiciales, políticos y otras personalidades del país. No se trataría, por tanto, de un ‘hallazgo único’”, aclaró, al día siguiente, el abogado del Arzobispado de Malinas-Bruselas, Fernand Keulenner. En una comparecencia de prensa, señaló que “sería lamentable que una ‘información’ bajo el secreto profesional y el de la instrucción haya sido comunicada voluntariamente a la prensa por personas ligadas a la institución para causar sensación. Esto no contribuiría a la serenidad de la investigación”. El viernes 9, la Fiscalía desmintió lo más perverso de lo publicado. El cardenal ha pedido una investigación para aclarar lo sucedido.

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DE LA JUSTICIA AL SENSACIONALISMO, por Alfonso Borrás, vicario general de Lieja (Bélgica)


Entre la lógica democrática del ejercicio de la justicia, igual para todos los ciudadanos, y la lógica mediática del sensacionalismo a toda costa, cabe tener en cuenta otros dos parámetros para tratar de entender lo que está ocurriendo.

Desde y más allá de la valorización del ser humano como individuo, protagonista de su destino, la modernidad ha determinado un proceso de secularización como distinción entre sociedad civil, Estado e Iglesia(s) y la crítica de las instituciones en cuanto marco a menudo en contra de la(s) libertad(es). La religión ya no es un asunto público, cosa de Estado, y viceversa, éste ha dejado de ser confesional. El individuo moderno ya no soporta las instituciones, sobre todo las instancias éticas y religiosas. De ahí lo que la socióloga francesa Danièle Hervieu-Léger llama la “exculturación” del hecho cristiano.

En la historia de Bélgica (¡180 años de existencia!), la Iglesia católica ha sido desde su principio un pilar ideológico fuerte con sus potentes instituciones temporales (escuelas, hospitales, asociaciones, etc.). Más que en otros países europeos, la Iglesia ha jugado un papel mayor cultural y socialmente, provocando, sin querer, una sutil pero real oposición “laicista” –como dirían los italianos–, tanto por una parte de la franja liberal como por parte de las izquierdas anticlericales, que quieren acabar con lo que se imaginan del “poder” de la Iglesia católica en Bélgica.

Sin querer ser paranoico, pienso que la exculturación del cristianismo y el laicismo anticlerical son dos factores que acentúan la impresión de acoso que sufre la Iglesia en este país. Pero, al mismo tiempo, sigo convencido de que el momento presente puede ser beneficioso para que la misma Iglesia descubra cómo situarse auténticamente en la sociedad belga, cómo entrar humildemente en diálogo con los ciudadanos y seguir caminando en la búsqueda de la verdad. Sin privilegio de fuero. Ni de cátedra. ¡El Evangelio le basta!

En el nº 2.716 de Vida Nueva.

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