Rubén Salazar: “Santos abrirá un diálogo más intenso con la Iglesia en Colombia”

El presidente del Episcopado colombiano acaba de ser nombrado nuevo arzobispo de Bogotá

Rubén Salazar, nuevo arzobispo de Bogotá

JIMMY ESCOBAR G. | “Generar una mayor cercanía de diálogo con el Gobierno nacional y con las autoridades locales”, anuncia Rubén Salazar Gómez (Bogotá, 1942), actual presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia y nuevo arzobispo de Bogotá, nombramiento que fue hecho público el jueves 8 de julio. En diálogo con Vida Nueva pocas horas después, Salazar ha manifestado también que será muy propositivo de cara a la realidad colombiana. Habla de los temores que le asaltan en su nueva responsabilidad y de lo que espera del presidente entrante de Colombia, Juan Manuel Santos. Asimismo, anuncia que estudiará en detalle el programa del nuevo Gobierno para acompañarlo en lo que coincida con la Doctrina Social de la Iglesia.

– ¿Cómo recibe el nombramiento para la Arquidiócesis de Bogotá?

– Hay toda una serie de sentimientos. En primer lugar, una alegría importante por la confianza que el Santo Padre me ha demostrado con este nombramiento; una alegría grande de poder servir a la Iglesia en un sitio especialmente importante del país, y también de poder regresar aquí, al sitio donde nací y donde no he podido estar mucho tiempo. Sí, hay muchos motivos de alegría, pero, al mismo tiempo, hay temor frente a los grandes retos de la tarea que se ha recibido y una conciencia muy clara de las limitaciones, de los defectos y las incapacidades propias. Y, por lo tanto, hay una invitación que el Señor me hace y que recibo muy fuertemente para mirarlo a Él y no mirarme a mí mismo, para descubrir todo su amor, toda su bondad, toda su misericordia y pedirle toda su luz y gracia que necesito.

Primeros temores

– Dentro de esos temores normales, ¿qué es lo que más teme?

– La situación de la Arquidiócesis. Aunque yo sé que está muy bien pastoralmente, que está muy bien organizada, es muy dinámica, tiene un presbiterio excelente, tiene una riqueza enorme de comunidades religiosas, etc., sin embargo, son retos muy fuertes, especialmente desde el campo social: la evangelización de lo social, todas estas situaciones de pobreza, de conflicto social que se presenta permanentemente. El temor es no ser suficientemente capaz de orientar la pastoral, de orientar todo el trabajo que haga la Iglesia para responder a esos grandes retos.

– Más allá, ¿existe otra preocupación personal alrededor de la Arquidiócesis de Bogotá?

– No, ninguna otra, en absoluto.

– ¿Se esperaba, monseñor, en algún momento esta nueva responsabilidad?

– Pues se decía tanto que yo era candidato, que estaba en la terna… que uno al final se dice: ‘Bueno, hay una posibilidad’. Pero de la posibilidad a la realidad hay mucho trecho. Así que recibe uno el nombramiento con una cierta sorpresa.

– Usted deseaba tanto volver aquí, que es de imaginar que son muchos los planes en mente…

– El papa Juan Pablo II, al terminar el Jubileo del año 2000, en la carta apostólica que nos mandó a todos, Novo Millennio Ineunte, decía que el programa pastoral ya existe, porque ese programa es Jesucristo. Ésa es la realidad, es decir, lo único que nosotros tenemos que hacer es anunciar a Jesús. Por lo tanto, no traigo un programa pastoral preimaginado o preorganizado. Vengo con la persona de Jesús en mi mente y en mi corazón. Y vengo antes de todo a ver la realidad, a escuchar, a observar, a empaparme de qué es lo que hay, de cuáles son los retos fundamentales que se plantean en este momento para luego sí empezar a trabajar en un plan pastoral.

Relaciones con el nuevo Gobierno

– En las relaciones con el nuevo Gobierno nacional y, por supuesto, con las autoridades locales, ¿qué tiene previsto?</strong

– Mucha cercanía, pienso ser muy propositivo, podríamos decirlo así, en este campo, buscar encuentro, buscar diálogos, buscar posibilidades de intercambios de puntos de vista. Pienso que ése es un campo en el que tenemos mucho por hacer y creo que el Gobierno del presidente Santos nos abre espacios para un diálogo mucho más intenso.

– ¿Han mantenido conversaciones en las últimas horas?

– No, porque ahora mismo él está fuera, pero mantuve un diálogo bastante largo, de casi tres horas, antes de la primera vuelta electoral, cuando aún era candidato. Él escuchó muchos de mis puntos de vista, yo también escuché muchos de los suyos y constaté una gran capacidad de apertura, de escucha, un gran deseo de hacer las cosas bien. Por tanto, pienso que va a haber muy buenas relaciones.

– ¿Qué promesas de candidato le gustaría recordarle al presidente electo?

– Precisamente ayer [7 de julio] tuvimos una reunión los arzobispos y decíamos que tenemos que estudiar muy bien y a fondo el programa del presidente Santos, que antes de cualquier acercamiento o diálogo sobre puntos concretos, tendríamos que empaparnos muy bien del programa que él quiere desarrollar. Y en eso estamos, tratando de conocerlos más a fondo, de lo que va a proponer al país. El discurso que pronunciará el 7 de agosto en el juramento del cargo es muy importante para conocer cuáles son sus propósitos y estamos listos para saber cómo podemos colaborar al máximo para que el programa pueda llevarse a cabo y que se puedan subrayar los elementos que, de acuerdo a la Doctrina Social de la Iglesia, son los más importantes.

La pobreza, verdadera emergencia</span

– ¿Qué aspectos le generan mayor preocupación hoy por hoy a nivel nacional?

– La pobreza, principalmente, y, aunque ésta tiene muchos factores, en especial me preocupa la pobreza que se deriva de la falta de fuentes de ingreso. El país necesita una reactivación económica a nivel ciudadano, no solamente a nivel ‘macro’. El señor presidente Uribe nos deja un país con un crecimiento económico considerable a nivel ‘macro’, pero a nivel de las pequeñas comunidades, a nivel de las personas, han aumentado el desempleo y la pobreza. Es decir, estamos viviendo una situación de verdadera emergencia. Pienso que el presidente Santos es consciente de eso y que, por lo tanto, va a proponer una política económica que trate de aplicar el crecimiento económico del país para convertirlo en desarrollo de las personas y de las comunidades. En ese campo pienso que nosotros podemos ayudar mucho.

– ¿Qué recomendaciones adicionales haría al presidente?

– Creo que todavía es prematuro darle consejos. Diría, más bien, gracias a ese diálogo previo cuando era candidato y en el que constaté su apertura, capacidad de escucha y su deseo de acertar, que ojalá los mantenga y que sea una constante de su Gobierno.

– ¿Por parte de la Iglesia será necesaria una iniciativa paralela para estimular el empleo?

– Nosotros tenemos una pastoral social muy fuerte: hay 21 programas de desarrollo y paz que afectan a más de 600 municipios del país, y son muy interesantes, porque son programas en los que se busca verdaderamente ese desarrollo integral de la persona y de las comunidades para poder consolidar la paz, para que cesen los conflictos, que son los que fundamentalmente encienden de manera permanente la violencia. Ése es un ejemplo de que, en ese sentido, ya generamos una pastoral del empleo. Generar procesos de desarrollo integral de las personas, lógicamente, también incluye el aspecto económico.

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