Los obispos del Congo sueñan con un país mejor

La Iglesia se une a la celebración por los 50 años de independencia de la República

(María Gómez) África está de celebración. Casi una veintena de países están a punto de conmemorar los primeros 50 años de su independencia. En la República Democrática del Congo, la fecha fue el pasado 30 de junio, una efeméride a la que también ha querido sumarse la Iglesia católica.

Los actos principales tuvieron lugar en Kinshasa (la capital), adonde acudieron, entre otros mandatarios nacionales e internacionales, el rey belga, Alberto II, y el arzobispo Luigi Travaglino, oficial de la Secretaría de Estado vaticana, que ejerció de representante pontificio.

Además, se han realizado varias misas en las distintas diócesis del país. Ya el 21 de junio, durante la apertura de la 46ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO), el presidente del Episcopado y obispo de Tshumbe, Nicolas Djomo, recordó que durante este año jubilar es oportuno ofrecer oraciones de agradecimiento a Dios por el país, por el sentido de pertenencia a una única nación y por la resistencia de la población a una posible división del país. “La celebración del jubileo de oro de la independencia –añadió– es un tiempo para renovar el empeño y la confianza en Dios y en nosotros mismos para promover el bien común y la solidaridad nacional”.

Fruto de esa Plenaria es el mensaje que el Episcopado ha remitido al pueblo congoleño, titulado Nuestro sueño de un Congo más bello que antes. A lo largo de diez páginas, los obispos insisten en este jubileo como alegría y acción de gracias, también por el papel que ha desempeñado la Iglesia en este tiempo al servicio del pueblo congoleño a través del anuncio del Evangelio y por su “acción multiforme dirigida a la apertura integral y la salvación del hombre”. Pero lejos de la idealización, califican la situación actual como de “sueño quebrado”, tras “50 años de tribulaciones y ocasiones fracasadas”.

“El hombre congoleño no ha estado en el centro de la acción política, económica ni social”. En lo político se ha preferido “la legitimidad de las alianzas políticas y militares a la que concede un servicio leal al pueblo” y se ha sufrido una etapa “jalonada por las violencias y las guerras más atroces y devastadoras”. En lo económico, se persigue la expoliación de los enormes recursos naturales del país en favor de los intereses extranjeros. Y en lo social falta “un plan de desarrollo digno de este nombre”.

La propuesta de los obispos es “reavivar la esperanza de nuestro pueblo”, poniendo los recursos al servicio del hombre congoleño, así como convertir a la educación en una prioridad y forjar una “nueva mentalidad, un nuevo espíritu y una nueva cultura: el respeto al bien común y a la palabra dada, el sentido del esfuerzo, el amor al trabajo y el patriotismo”.

En el nº 2.715 de Vida Nueva.

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