José Ángel Ubieta: “Hemos avanzado más en investigación que en pastoral”

Biblista

(José Luis Celada) Se define como “un jubilado activo”, condición que José Ángel Ubieta ilustra con todo lujo de detalles, porque, a sus 84 años, este sacerdote bilbaíno cuenta con “bastante buena salud” y no poca actividad. Hace tiempo que dejó atrás las “primeras responsabilidades” (en la diócesis, en el Seminario de Derio, en la coordinación de la Biblia de Jerusalén…) y que, por fortuna, pudo ir “sorteando dificultades” en forma de enfermedad (un triple bypass coronario, un proceso de linfoma…).

Actualmente, colabora en la parroquia de los Santos Juanes, en el Casco Viejo de su ciudad, desde donde impulsa la formación permanente del laicado de modos muy diversos: acompañando la lectura en grupo del libro Jesús. Aproximación histórica, de José Antonio Pagola; impartiendo clases mensuales sobre san Pablo; o ayudando a grupos de liturgia a conocer mejor la Palabra de Dios. Asimismo, presta su experiencia y sus consejos al Seminario Diocesano, “atendiendo, escuchando y acompañando a nivel espiritual e intelectual”.

Sin embargo, este vasco originario de Gordexola –localidad paterna en la que aprendió a “conocer mejor la vida de pueblo”– sigue sintiendo especial debilidad por la que ha sido una de sus grandes pasiones: la Biblia. Tras su período formativo en Vitoria, recaló cuatro años en Roma hasta doctorarse en esta especialidad, con “la enorme suerte de pasar luego dos años en la Escuela Bíblica de Jerusalén”, recuerda.

Ahora, después de una larga etapa coordinando la Biblia de Jerusalén (DDB), cedió el testigo a Víctor Morla; pero, desde un “segundo plano”, asesora cuando se realizan las diversas revisiones. Porque Ubieta sigue empeñado en acercar la Palabra a la gente, asignatura que experimentó “un notable avance después del Concilio, aunque nos hemos quedado cortos”. En este sentido, reivindica para España, como ya sucede en Italia, la creación de Secretariados Diocesanos de Pastoral Bíblica (vinculados a la Delegación de Enseñanza o de Catequesis), un campo en el que “no se ha avanzado como en la investigación” y cuyo servicio ayudaría a “adaptar los temas bíblicos a la situación propia, haciendo más efectiva la lectio divina, la lectura en círculos bíblicos o un catecumenado bíblico”.

Junto a este proyecto, que “por ahora no está siendo efectivo”, el sacerdote vizcaíno espera ilusionado la exhortación papal fruto del Sínodo sobre la Palabra (2008), “porque es muy probable que haya alguna sugerencia que pueda mejorar este ámbito de realismo pastoral”. Mientras tanto, se lamenta del bajo índice de lectura de un libro como la Biblia, que exige “cierta pedagogía” para ayudar a “una lectura orante y a que se comprendan los textos, para un mejor aprovechamiento personal o en grupo”. A propósito de esta sugerencia, Ubieta destaca también la importancia de anteponer la Biblia al Catecismo, porque “algunos libros (los evangelios, los Hechos de los Apóstoles, ciertas cartas paulinas…) nos abren al atractivo de la persona de Jesús”; o, al menos, “combinar lo uno y lo otro”.

Y en todo ello anda enfrascado este veterano biblista, que, si bien reconoce como positivo el fomento de la investigación, vuelve a insistir en la necesidad de desarrollar una verdadera Pastoral Bíblica. “Yo ya no me encuentro con fuerzas para iniciar un movimiento –confiesa Ubieta–, aunque a amigos de uno y otro sitio les aconsejo que se muevan en esa dirección”. Quizás un día se vea cumplido su sueño.

En esencia

Una película:
todavía Ben-Hur.

Un libro: Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI, y la biografía de José María Javierre.

Una canción: Ogi zerutik (Pan del cielo).

Un deporte: me atrae el aspecto competitivo de los deportes.

Un rincón del mundo: la Cueva de Belén.

Un deseo frustrado: crear el Secretariado Diocesano de Pastoral Bíblica.

Un recuerdo de infancia:
acompañar a mi padre en su escritorio.

Una aspiración: descansar en los brazos de Cristo… que ya es hora.

Una persona: mi madre.

La última alegría:
asistir a la ordenación del tercer diácono permanente de la diócesis.

La mayor tristeza: que en nuestro País Vasco y en toda España no tengamos todavía la debida paz.

Un sueño: ver nuestro Seminario potente.

Un regalo: un grupo joven que camina en su variedad de vocaciones.

Un valor: la superación del espíritu tribal en la Iglesia.

Que me recuerden por… sembrar esperanza.

En el nº 2.715 de Vida Nueva.

Compartir