El Camino de Santiago, una experiencia interior

(Vida Nueva) Se acerca la solemnidad de Santiago Apóstol, y lo hace en el marco de este 2010, Año Santo Compostelano. No volveremos a celebrar otro hasta 2021. Por eso, miles y miles de peregrinos dirigen sus pasos estos días –y a lo largo de los doce meses– hacia la ciudad gallega para encontrarse con el patrono español. Atrás queda el Camino, cuyos orígenes y rutas se rememoran en este ‘Pliego’, escrito por el franciscano y también peregrino Francisco Javier Castro Miramontes; una experiencia salvífica de encuentro con Dios, con los demás y con uno mismo.

El propio autor nos avanza en su introducción lo que podremos encontrar en las páginas del ‘Pliego’: “Estas palabras tratan de ser una invitación cordial, fraterna, a retomar el camino de la vida, pues no en vano el Camino de Santiago es una metáfora de la vida misma, que puede ser entendida como un constante peregrinar hacia una meta que, quizás, sea como regresar a casa: recuperar la inocencia original, retornar al paraíso perdido.

Y para ello aludiremos a la historia remota y reciente, porque el Camino hunde sus raíces en una historia multisecular, con lo cual tendremos que remontarnos a Galilea, tierra natal de Santiago Zebedeo, y aludir al nacimiento del fenómeno jacobeo como una auténtica génesis milagrosa en base al descubrimiento de un sepulcro venerado desde entonces como locus sancti, lo que generó una corriente de peregrinación a lo largo de los diversos ‘caminos’ históricos que han conformado este bello y, a un tiempo, extraño fenómeno actual que damos en llamar ‘Camino de Santiago’”.

Entre esos caminos, Castro Miramontes cita los más significativos: el Camino Francés, la Ruta o Vía de la Plata, la Ruta Marítima del Mar de Arousa, el Camino del Norte, el Portugués, el Inglés y el de Fisterra-Muxía.

La espiritualidad del camino

“Pero el Camino es, sobre todo, espiritualidad –prosigue el franciscano–, que ha sido la fuerza, la energía auténtica que ha hecho posible también el florecimiento del arte jacobeo, una espiritualidad que nació siendo pura religiosidad (pietatis causa) para convertirse hoy en pura universalidad de valores humanos que confluyen y fructifican en el Camino en el contacto entre personas provenientes de los rincones más recónditos del planeta, en contacto también con la naturaleza, con uno mismo… y con Dios, que es el resumen providencial de tantas bellas historias que protagonizan quienes son los auténticos protagonistas del Camino: los peregrinos y peregrinas.

Y ya se sabe aquello de ‘no hay camino, se hace camino al andar’, o lo que es lo mismo, hay tantos caminos como peregrinos, porque cada persona es en sí misma un camino que sólo él o ella puede transitar”.

Francisco Castro ahonda en el tema de la espiritualidad del Camino subrayando que “lo verdaderamente importante no es en sí la ruta física, tal o cual camino, tal o cual sendero, sino el camino del peregrino, su propia experiencia interior en contraste con lo que la ruta le va ofreciendo por fuera, porque el Camino tiene la rara virtud de estar hecho a la medida del peregrino.

El Camino es un alfarero que va configurando y modelando tu persona de modo que al final, cuando tu ser entero repose tras el esfuerzo en la cuna compostelana, casi no te reconocerás, porque hay un antes y un después, siempre y cuando tu corazón haya sido el motor de tu peregrinar”.

El autor ofrece, para concluir, un “retrato” del Camino que él ha conocido, de los múltiples significados que para él tiene. Para él, el Camino es: humildad, sufrimiento, solidaridad, un cuerpo, pobreza, naturaleza viva, arte, historia y esperanza.

Más información en el nº 2.715 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el ‘Pliego’ completo aquí.

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