Warhol, el católico escondido

Una exposición en Nueva York muestra la obra religiosa del gurú del ‘pop art’

(Juan Carlos Rodríguez) A partir de su muerte, la fe católica de Andy Warhol (Pittsburgh, 1928-Nueva York, 1987), la gran figura de la pintura pop, ha dejado atrás el espacio de lo oculto para rebelarse a los cuatro vientos. Si ya hace cuatro años una exposición en el Museo Diocesano de Barcelona mostraba un Warhol íntimo y espiritual, es ahora en Nueva York en donde, por primera vez, se expone de manera metódica y unitaria la obra religiosa del pintor que rompió con toda convención.

La muestra, titulada Andy Warhol: La última década, exhibe en el Brooklyn Museum su obsesión por la imaginería cristiana, especialmente con sus versiones de La última cena, relacionada con cómo veía la fe. A lo largo de casi cincuenta obras, la exposición muestra su renovado espíritu de experimentación y su gran productividad durante los últimos diez años de vida. Sin embargo, se concentra en la obsesión “por la imagen de Cristo y los discípulos”, tanto que en 1987, cuando el artista falleció a los 58 años, había realizado más de cien obras derivadas del cuadro de Leonardo da Vinci.

Impertinente, descarado y extravagante como personalidad del mundo del arte, Warhol mantuvo siempre en privado su devoción católica. “Sólo sus confidentes más cercanos sabían que era una persona religiosa y que iba a misa frecuentemente”, reveló Sharon Matt Atkins, comisaria de la muestra. Warhol comenzó a explorar en su obra temas religiosos relativamente tarde, cuando comienza a reflexionar sobre la inevitabilidad de su muerte. “Después de cumplir  50 años –añade Atkins–, dio un giro trascendental a su carrera”.

El catolicismo de Warhol, en cualquier caso, no fue sobrevenido. Sus padres, inmigrantes procedentes de Eslovaquia, le educaron en su niñez en el rito bizantino católico, que contaba con una iglesia en Pittsburgh, la ciudad-meca del carbón y el acero en donde nació. Rápidamente destacó con un estilo sorprendente y radical. Y ese mismo catolicismo, contrastado con su sensibilidad moderna y su visión crítica del siglo XX, es el que exploró a partir, sobre todo, de 1978. Para muchos es la ‘cara B’ de la vida de Warhol.

De su obra, precisamente, esta veta católica está muy presente, transcendiendo las sopas Campbell, las latas de jabón Brillo, los retratos de Marilyn, Jackie Kennedy y Mao, para enfrentar la muerte: sillas eléctricas, accidentes de tráfico y santas cenas. Sin ser tan popular, es, sin embargo, mucho más profunda y espiritual.

La crítica le acusó de “artista de los negocios”, a raíz de sus confesiones en su libro autobiográfico La filosofía de A a B y de B a A (1975), en el que exponía su pensamiento con rotundidad y sentido del humor: “Hacer dinero es arte, y el trabajo es arte, y un buen negocio es el mejor arte”. Pero pocos sabían que mucho de aquel dinero recaudado a coleccionistas y amigos iba a parar a los más desfavorecidos en múltiples actos de caridad.

Más información en el nº 2.714 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, vea el reportaje íntegro aquí.

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