La última frontera de la Vida Religiosa

Una experiencia intercongregacional reúne a 140 órdenes en el Sur de Sudán

(Darío Menor) En las elecciones presidenciales celebradas en Sudán el pasado mes de abril, todos los miembros de las ONG debieron abandonar el país para evitar la influencia política que, según el Gobierno, podían ejercer sobre la población. Seguían, además, la recomendación de la ONU sobre los riesgos que corrían quedándose. Sólo desafiaron la medida los 23 religiosos, hombres y mujeres de catorce congregaciones y quince nacionalidades, que trabajan sobre el terreno en el proyecto de Solidaridad con el Sur de Sudán (SSS), una iniciativa en la que participan, con personal o financiación, más de 140 órdenes religiosas católicas.

Su decisión de mantenerse en todo momento al lado de los sudaneses es una muestra del profundo compromiso de su misión, que tiene como principales objetivos la formación de profesores y personal sanitario con los que esta vastísima región africana pueda contar para su desarrollo autónomo futuro.

El proyecto de SSS, impulsado por la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) y su homóloga masculina (USG), conforma un nuevo tipo de misión marcado por la colaboración entre distintas congregaciones que supera las diferencias de nacionalidades, idiomas, sexos y carismas. Esta nueva manera de entender el trabajo misionero nace con el Congreso sobre Vida Religiosa celebrado en Roma en 2004 (Pasión por Cristo, pasión por la humanidad), en el que se apostó por dotar de más imaginación y colaboración a los proyectos de ayuda al desarrollo y evangelización en los países pobres.

“En mi opinión, la forma moderna de misión no debe consistir sólo en construir edificios: hay que pensar a lo grande. Con una iniciativa ambiciosa, muchas otras más pequeñas surgirán. Hay que desarrollar bases y trabajar con las conferencias episcopales locales”, cuenta Pat Murray, directora ejecutiva del proyecto de SSS y religiosa del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, una congregación más conocida en España como Madres Irlandesas. Jorge Gallardo de Alba, hermano mexicano del Instituto de La Salle y responsable del área educativa de la misión de SSS, apunta que esta iniciativa debe ser “un paradigma” para la Vida Religiosa. “Si el trabajo conjunto funciona en circunstancias tan difíciles como las del Sur de Sudán, ¿por qué no iba a hacerlo en otros lugares más abiertos? Lo que debemos hacer es intentarlo”, apunta.

La misión de SSS tiene tres focos: salud, educación y pastoral. Este último objetivo pretende impulsar la reconciliación de la población para que prenda la llama de la justicia y la paz, una necesidad básica después de casi cinco décadas de guerra, acabadas en 2005 con la firma de los acuerdos entre el régimen de Jartum (árabe y musulmán) y el Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés (MLPS), que defiende los intereses de la parte meridional del país, de cultura negra y religión cristiana o animista. Desde aquel año, el MLPS mantiene un gobierno independiente de facto, fuera del control de las autoridades de Jartum. La escisión total del Sur de Sudán puede llegar el año que viene, con la celebración del referéndum sobre la independencia, una consulta que amenaza con volver a hacer estallar la tensión en la zona, ya que el Gobierno central de Omar al Bashir no parece dispuesto a permitir la ruptura definitiva del país.

El añejo conflicto que mantienen la parte meridional de Sudán con el norte del país es étnico antes que religioso: enfrenta a la parte de la población que se considera árabe con la que tiene una conciencia africana. “En la región de Darfur, al oeste del país, se trata de la misma lucha, aunque los dos bandos son de religión musulmana”, explica Murray. “La crisis de Darfur, que ha gozado de un gran espacio mediático internacional, ha contribuido a que se olvide aún más la situación del Sur de Sudán. En esta zona siempre ha habido luchas. Las historias de secuestros de población para la venta posterior como esclavos son antiquísimas. Luego está el choque entre los intereses de los ganaderos y los agricultores…”. Son, pues, el conflicto entre identidades y la vieja pelea entre Caín, el agricultor, y Abel, el ganadero, antes que las guerras de fe los que explican la crisis de la zona meridional de Sudán.

Cruentas agresiones

Sí que tienen, en cambio, un componente religioso las agresiones que la población sufre cada cierto tiempo por parte del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), el grupo rebelde ugandés liderado por Joseph Kony. Este criminal, responsable del asesinato de miles de personas en toda África central, se considera una suerte de profeta, aunque no tiene problemas morales para matar, violar y arrasar por donde pasa y servirse de batallones de niños soldados. Sus periódicas incursiones en el Sur de Sudán son una amenaza para la misión de SSS. A Kony no le tiembla el pulso a la hora de asesinar a cristianos, como demostró el pasado otoño, cuando atacó una parroquia de la diócesis de Tombura-Yambio, matando y crucificando a siete de sus feligreses. El obispo local, Eduardo Hiibiro Kussala, pidió entonces la intervención internacional y de la Iglesia universal, porque el Gobierno del MLPS es, en demasiadas ocasiones, incapaz de garantizar la seguridad.

Gallardo de Alba cuenta la valiente reacción que tiene la población local cuando hay rumores de un ataque del LRA: “La gente levanta una valla alrededor de donde trabajan los hermanos y les protegen con arcos y con fechas, armas que nada pueden hacer contra el LRA, pero aun así, psicológicamente, nos dan una gran sensación de seguridad”. También están amenazados los centros del SSS en la zona septentrional de la región, cerca de la frontera con el área bajo control de Jartum. “En Malakal, las hermanas vieron enfrente de su casa cómo dos grupos rivales se mataban a machetazos. Ellas se quedaron en medio de la lucha y se libraron de milagro”. Pese a estos episodios de violencia, el religioso de La Salle sostiene que la situación es cada vez más tranquila y que son perceptibles las pequeñas mejoras que el Sur de Sudán está viviendo.

Tras escuchar las necesidades de la población y de las diócesis de la zona y conseguir el beneplácito del MLPS, los impulsores del proyecto de SSS han establecido cinco bases en esta región, en las ciudades de Juba, Torit, Yambio, Malakal y Wau. En estas localidades han levantado centros de formación sanitaria, institutos para la instrucción de profesores y una institución para que el clero y los religiosos mejoren su educación. Estos edificios no sólo se han convertido en puntos cruciales para el desarrollo de la región; también son espacios de contacto con el mundo.

“No podíamos empezar con la tiza y la pizarra, debíamos estar a la altura de la actualidad. Por eso nos han hecho falta ordenadores y conexiones a Internet. Así la gente puede estar en contacto con las nuevas tecnologías”, cuenta Murray.

Desde estos cinco lugares, los miembros del proyecto de SSS se desplazan por toda la región para dar cursos de formación a profesores y sanitarios y pastorear a los fieles. El objetivo final, como en tantos otros proyectos, es que los sudaneses que hoy están recibiendo la formación sean los que en un futuro desarrollen las instituciones creadas, convirtiéndose así éstas en autosuficientes. Las diócesis del Sur de Sudán jugarán un papel principal en el difícil proceso de pasar el testigo y conseguir así que el 80% de analfabetismo (90% entre las mujeres) y la tasa de un médico por cada 100.000 personas dejen lugar a cifras más positivas. De momento, por las aulas de formación para docentes ya han pasado más de 600 maestros de primaria. “Si tenemos en cuenta que cada uno de ellos tiene una media de 70 alumnos, podemos medir el alcance que tiene nuestra labor”, apunta Gallardo de Alba.

Los impulsores de la iniciativa SSS han intentado que todos sus miembros sean muy flexibles y que la comunicación se haga en un solo idioma, el inglés, que es también la lengua que el Gobierno del MLPS pretende utilizar para cohesionar la región y diferenciarse del norte. “El árabe es visto como el idioma del opresor”, explica el religioso de La Salle. “Nuestra primera misión ha sido enseñarles bien el inglés a los profesores de Primaria. Hay muy pocos que estén formados y casi ninguno tiene un título. Nuestro programa educativo es, en realidad, doble: enseñanza del inglés y bases para la docencia”. La elección del inglés ha hecho que algunos de los religiosos interesados en participar en el proyecto hayan debido prepararse durante un año antes. También hay sacerdotes y consagrados locales a los que el proyecto les está pagando estudios de postgrado para que puedan luego volver a la región y hacerse cargo de los centros de formación con garantías. “Estas iniciativas hacen que el coste operativo del proyecto sea alto, por lo que necesitamos donantes que lo mantengan, no sólo que paguen la construcción inicial de los edificios. El presupuesto de este año para mantener a 23 personas en unas condiciones muy espartanas es de medio millón de dólares. El coste total del proyecto de SSS es de ocho millones. Con esa cantidad construiremos los centros que nos hacen falta”, cuenta la directora ejecutiva.

Para obtener ese dinero, el proyecto cuenta con un comité de recogida de fondos en Roma que llama a la puerta de congregaciones, instituciones de la Iglesia y estatales, particulares… “Las órdenes religiosas han dado alrededor de 2,5 millones de euros. La Agencia Española de Cooperación Internacional ha entregado casi un millón. También han colaborado Manos Unidas y Cáritas. Luego hay historias extraordinarias de donantes, como la de un señor que murió en Roma y dejó el dinero obtenido con la venta de su casa, 500.000 euros, para la gente del Sur de Sudán”, explica Murray.

Hay que intervenir

Pese al dinero ya recogido y al compromiso de los 23 religiosos que están hoy trabajando en el terreno, se necesitan todavía muchos brazos y fondos para que los centros del proyecto sigan caminando. A la hora de pedir fondos –cuenta Gallardo de Alba–, los impulsores del proyecto tratan de convencer a los donantes de que son conscientes del peligro que supone la misión y que, precisamente por eso, hay que intervenir. “No podemos esperar a que llegue la paz, debemos ayudar a construirla con nuestro trabajo”.

Pat Murray

La espléndida realidad conseguida hasta ahora por la iniciativa de SSS y los excelentes frutos que promete el futuro son casi un milagro a los ojos de Joseph Abangite Gasi, obispo emérito de la diócesis de Tombura-Yambio y primer demandante de ayuda para el Sur de Sudán una vez aparcado el conflicto armado. Él fue quien viajó a Roma para solicitar a la Iglesia universal que se preocupase por la situación de su país después de décadas de guerra civil. El guante lanzado por monseñor Gasi acabó siendo recogido por las dos uniones de Superiores Generales, la masculina y la femenina, que crearon una comisión para viajar primero al Sur de Sudán con el objetivo de conocer de primera mano cómo era la situación, y organizar luego un proyecto de colaboración.

Pese a la endémica inestabilidad del territorio, a sus bajísimos índices de desarrollo –se trata de una de las regiones más pobres del mundo– y a las dificultades para encontrar apoyo y financiación, Murray está convencida de que las iniciativas de SSS saldrán adelante y tendrán éxito. Es éste, en su opinión, el lugar donde debe estar la Iglesia. “Nuestra misión es acudir a los márgenes, allí donde existen las mayores carencias. Ellos necesitaban sentir que la Iglesia universal seguía preocupándose por ellos”, cuenta. Pero, a la vez, reconoce que este proyecto supone también un reto de futuro para la Vida Religiosa. “Este proyecto parte de una nueva idea de evangelización, en la que también nosotros somos evangelizados. El auténtico regalo añadido de este proyecto es mostrar que se puede vivir juntos, tanto los locales de distintas tribus, como los religiosos de diferentes congregaciones que formamos parte de esta iniciativa”.

En el nº 2.714 de Vida Nueva.

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