El catecismo y la vulgaridad

(+ Amadeo Rodríguez Magro– Obispo de Plasencia)

“Un catecismo propone, con un lenguaje sencillo, que no vulgar, y de un modo ordenado, las esenciales y sólidas certezas en las que creen los católicos. En él se contiene, como depósito de su memoria, todo aquello que se le muestra a cuantos se acercan a la fe y a la vida de la Iglesia”

Según se ha podido leer en los medios de comunicación, un personaje de cierto relieve en nuestra vida social y política le ha faltado al respeto a uno de nuestros símbolos más apreciados: ha calificado al catecismo católico como una vulgaridad. Todo ha venido a cuento de su cruzada en favor de la asignatura Educación para la Ciudadanía, de la que, según parece, es inspirador, y de su consecuente rechazo de la enseñanza de la religión en la escuela. Para él, en la clase de Religión sólo se enseñan “las cuatro vulgaridades” del catecismo. Esta afirmación, además de ofender a los profesionales que trabajan en la escuela con gran competencia y capacidad, es una falta de consideración hacia el mismo catecismo, que, desde luego, no es vulgar. Avalan su valor y servicio los muchos siglos de educación en la fe de este benemérito libro.

Por si acaso no lo sabe, el catecismo es el documento de la fe en el que se recogen y se formulan las verdades fundamentales en las que cree un cristiano; es el instrumento que en la larga historia de la Iglesia se ha utilizado para la transmisión de todos aquellos contenidos que los cristianos creen, celebran, viven y rezan. Un catecismo propone, con un lenguaje sencillo, que no vulgar, y de un modo ordenado, las esenciales y sólidas certezas en las que creen los católicos. En él se contiene, como depósito de su memoria, todo aquello que se le muestra a cuantos se acercan a la fe y a la vida de la Iglesia en cualquier lugar del mundo, sean adultos o niños. Y su contenido es siempre el mismo para cualquier ámbito de la educación en la fe: para la familia, la catequesis parroquial y la escuela. En la familia y en la catequesis se utiliza como base de la iniciación en la vida cristiana; en la escuela, sin embargo, se ofrece como contenido cultural que enriquece los otros saberes y valores que los niños católicos aprenden en ella.

arodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.714 de Vida Nueva.

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