Cardenal Julio Terrazas: “Evo Morales puede caer en el ridículo presentándose como un líder religioso”

Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana

(Darío Menor) Al cardenal Julio Terrazas, arzobispo de Santa Cruz y presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana  (CEB), le toca lidiar con uno de los líderes políticos más incómodos para la Iglesia latinoamericana, Evo Morales. Una semana después de la polémica audiencia entre el presidente indigenista y el Papa (en la que, entre otras cosas, aquél pidió la abolición del celibato y el sacerdocio femenino, ver VN nº 2.708), fue el cardenal Terrazas quien se reunió, el 24 de mayo, con Benedicto XVI. En el encuentro, el purpurado diseccionó la situación de la Iglesia católica en Bolivia y las amenazas que se ciernen sobre ella, recibiendo el cerrado apoyo del Pontífice.

El cardenal Terrazas, muy bregado en las difíciles relaciones Iglesia-Estado, tiende la mano al Gobierno de su país, aunque tacha de apresurado y forzado el cambio que éste impulsa. Le advierte el presidente de la CEB a Morales que tenga cuidado al presentarse como “el salvador de todos los indígenas del mundo” y como una “personalidad casi a la misma altura que la de los otros líderes religiosos”, ya que corre el riesgo de caer en el ridículo. Deja, además, el cardenal una receta sabia, exportable para cualquier país: “El acento de la Iglesia no puede parecerse a ningún tipo de ideología: tiene que superarlas y ayudar a ir más allá de las deficiencias y diferencias”.

¿Cree que la Iglesia boliviana está viviendo su período más difícil desde el inicio del actual ciclo democrático, en 1982?

Hemos tenido siempre períodos con dificultades, con luces y sombras. No han faltado más las sombras que las luces a lo largo de nuestra historia. Últimamente se ha producido un cambio fuerte, y que era esperado por toda Bolivia para superar las injusticias y desigualdades que existían. Quienes tienen la responsabilidad de Gobierno han intentado ponerlo en marcha cuanto antes, con la mayor rapidez posible, sin tener en cuenta la paciencia mental, espiritual y psicológica que hace falta frente a los procesos de cambio. Han querido hacerlo a la fuerza, por lo que nosotros hemos reaccionado diciendo que todo cambio, al menos en un país católico como el nuestro, tiene que ser a partir de los valores evangélicos, y, sobre todo, respetando el gran valor de la vida y de la dignidad humana. Por estas razones, ha habido algunas incomprensiones que, llevadas quizás al extremo, las hacen parecer como insalvables. Nosotros estamos dispuestos a un diálogo profundo y esclarecedor, a volver a repetir lo que siempre decimos, que es que estamos por el bien común, por la caridad, por la justicia, por el respeto a la dignidad humana y a todos los derechos humanos. No estamos en contra de nada, sino a favor de lo que se quiere hacer, pero siempre con esta dimensión nuestra, que es irrenunciable. Ese acento de la Iglesia no puede parecerse a ningún tipo de ideología; tiene que superarlas y ayudar a ir más allá de las deficiencias y diferencias que pueden surgir cada vez más.

Estado laico

¿Se encuentra cómoda la Conferencia Episcopal Boliviana con una Constitución que pone al mismo nivel a Dios y a Pachamama, a la Madre Tierra?

Nosotros hemos sido los primeros en pedir al Estado que clarifique a qué se refiere cuando habla de Estado laico. La Iglesia no ha peleado por mantener el privilegio de decir que el catolicismo es la religión oficial. Absolutamente no. Hemos sido muy abiertos: pensamos que si se entiende bien lo que es una nación laica no tenemos por qué oponernos a ello. Se debe respetar la libertad de todos los grupos y de todas las personas. Sin embargo, sí que surge una incomodidad cuando se utiliza el pretexto de ser un Estado laico para dar signos de laicismo, de querer superar todo lo que sea el Dios de los cristianos, de dejarlo a un lado, sin voz ni voto dentro de la vida del país. Por lo demás, pensamos que se pueden retomar las costumbres antiguas y ancestrales, la gente puede seguirlas libremente.

¿Qué quería conseguir Evo Morales cuando se reunió con el Papa y le pidió la abolición del celibato y la apertura del sacerdocio a la mujer?

Él ha deseado siempre encontrarse con el Santo Padre. Sus solicitudes van mucho más allá de lo que la Iglesia considera prioritario. Nosotros estamos con otras dimensiones, con otras búsquedas y con otros problemas. Con su pretensión de obtener una respuesta inmediata a sus demandas buscaba hacer una maniobra de distracción. Creo que el presidente está representando el papel que le han dicho que él tiene: el del salvador de todo el mundo indígena. Morales se presenta como el que salvará a los indígenas de todo el mundo y sostiene que tiene una personalidad casi a la misma altura que la de los otros líderes religiosos. Todo eso que le han ido insinuando aparece con claridad en alguna de sus actuaciones. Dicen por ahí que lo grande y lo hermoso está a un segundo de lo ridículo, y él puede caer en esta situación al apuntarse a cosas que no le corresponden.

Hasta ahora, la raíz indígena de Bolivia ha sido un elemento enriquecedor del cristianismo en este país. ¿Considera que con las actuales políticas puede cambiar y convertirse en un peligro para la identidad católica boliviana?

Desde hace mucho tiempo se ha convivido. La mayoría de la población es católica, pero, a la vez, un buen número de personas ha mantenido sus ritos, sus costumbres. Eso no se borra de la noche a la mañana. Por el momento, cuando hay una insinuación de dejar a la Iglesia a un lado, esta tendencia rebrota con rapidez. La preocupación no sólo se da entre la oposición política, también entre gente del partido del Gobierno, quienes ven con temor que se les arrebate esa gran riqueza que significa el Evangelio.

Usted es arzobispo de Santa Cruz, una de las regiones de Bolivia que pide una mayor autonomía al Estado central. ¿Piensa que se verán nuevas revueltas como las acaecidas en el pasado?

Llevo 19 años en Santa Cruz y no he notado síntomas de separación, de destruir el país. Puede haber un pequeño grupo de personas que dicen eso, pero como ocurre en los otros lugares de Bolivia. En otros sitios se habla de la nación aimara, de la nación quechua… Lo que sí se ha sentido en Santa Cruz son las ganas de tener una cierta autonomía, de que se produzca una descentralización administrativa. También se pide el derecho a disponer de los propios recursos para el bien de todo el país. Eso creo que está claro. No veo que lo que está sucediendo ahora vaya a derivar más tarde en el separatismo. Al menos, espero no verlo.

¿Qué papel debe jugar la Iglesia en este proceso?

Debe respetar a los grupos con que se trabaja. No todo es igual en Bolivia: hay diferencias enormes de unos grupos a otros. Lo que se pide para el Altiplano está bien y es justo que se consiga; el mismo derecho tienen las regiones del Oriente para pedir ciertas cosas que son necesarias para su propio crecimiento y para su propia madurez.

Su posición en esta cuestión causó tensiones con el Gobierno de Morales. ¿Piensa que de ahí vinieron las acusaciones de corrupción que se hicieron contra usted?

No sé si ése ha sido un punto de tensión, porque las diferencias venían de diversas cuestiones. En cualquier caso, es evidente que lo ha utilizado con este fin. Estamos tranquilos porque si la mayoría del pueblo y de mis feligreses pide una cosa, creo que si es justa y no es destructiva para el país, hay que seguir hacia delante. Si, por el contrario, hubiese una intención de acabar con Bolivia, de fomentar un divisionismo ciego, por supuesto que no lo podríamos apoyar.

Usted tiene una página en Facebook, donde dialoga con sus feligreses. Se ha tomado en serio el llamamiento del Papa para que los sacerdotes vean Internet como un territorio para la evangelización…

En estos momentos ya no hay forma de escapar. Es importante entrar en esta dinámica que aporta relaciones rápidas y creo que, también, cada vez más profundas. Por eso, utilizar este medio me parece una manera, como dice el Papa, de ir creando redes de comunicación y de amistad. Se puede hacer sentir a alguien que en un mundo tan complicado todavía hay un espacio de comunicación. Es por ese aspecto por el que me metí en la aventura de Internet. Estoy contento por ello, la respuesta es buena y creo que es un pequeño punto dentro de todo lo que hace tanta gente.

¿Cómo fue su audiencia con Benedicto XVI, el pasado 24 de mayo?

Fue enriquecedora, llena de ánimo para seguir adelante, para continuar nuestro trabajo como Iglesia. Es lo que me corresponde como arzobispo de Santa Cruz y como cardenal de Bolivia.

¿Qué está necesitando la Iglesia boliviana hoy en día?

En estos momentos, la Iglesia boliviana, dentro de la dinámica que se está viviendo en América Latina, necesita un esfuerzo por mantenerse despierta para responder así a los nuevos desafíos que se están viviendo en el país y en el continente. Un gran desafío viene con la capacidad de mantenerse serena, sabiendo que su mensaje es para todas las generaciones e intereses, y que debe ser traducido al estilo y a las formas que hoy se requieren para ser escuchado.

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EL PASTOR BENIGNO, por J. L. Celada

Figura año tras año entre los personajes más populares en las listas confeccionadas por algunos medios de comunicación de su país. Y no porque Julio Terrazas Sandoval sea el primer cardenal boliviano (sólo antes José Clemente Maurer, arzobispo de Sucre entre 1951 y 1983, aunque de origen alemán, había recibido la púrpura en 1967), sino porque ha sabido ganarse la admiración, el respeto y el cariño de sus compatriotas. Aunque, al parecer, no de todos. Su residencia en Santa Cruz de la Sierra ha sido objeto del ataque de quienes pretenden acallar su profética voz. Pero ni estos embates, ni esos otros que ha sufrido su delicado corazón y que le han obligado a pasar varias veces por el quirófano, han logrado que este hombre “noble y abierto” –así le definen sus más allegados– ceje en el empeño de mantenerse fiel a su lema episcopal: ser “servidor de todos”.

Nacido hace 74 años en el seno de una familia numerosa de Vallegrande, una comunidad de la zona más favorecida del país habitada por gentes emprendedoras y curtidas en las relaciones humanas y sociales, siendo todavía adolescente, Julio Terrazas recaló en el seminario de los Misioneros Redentoristas de San Bernardo (Chile). De Salta a Córdoba, del noviciado a sus estudios de Filosofía y Teología, el joven religioso regresa de Argentina a su tierra para recibir la ordenación sacerdotal (1962). Desde allí, viaja a Europa, concretamente a Lille (Francia), donde obtiene la titulación en Pastoral Social.

Con la década de los 70 del pasado siglo XX, se le suceden las responsabilidades en el seno de su congregación, hasta que, en abril de 1978, Pablo VI le nombra obispo auxiliar de La Paz. Daba comienzo así el ministerio episcopal de este creyente y pastor cuyos dichos y hechos han dado fe de que “siempre ha estado del lado de los empobrecidos”. Primero en la capital, presidiendo, por ejemplo, el funeral del jesuita catalán Luis Espinal, asesinado en 1980 durante la dictadura de García Meza; luego en Oruro (1982-1991); y ahora en Santa Cruz, donde acuden de todos los puntos de la ciudad a sus concurridísimas eucaristías dominicales de las siete de la mañana para escuchar sus palabras.

Su mensaje “es valiente, nunca ofende; va a lo esencial; siempre anuncia y, cuando denuncia, lo hace con caridad y tacto”, reconocen quienes han tenido oportunidad de escucharle con frecuencia. No cabe duda de que, como hijo fiel de san Alfonso María de Ligorio, cree sin fisuras en la “benignidad pastoral”, un principio que ilumina su discurso y que ha tratado de guiar su ejercicio al frente de la Conferencia Episcopal Boliviana durante 18 años.

Y desde esta alta responsabilidad que hoy sigue desempeñando –compaginada, entre otras, con la presidencia del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM o como consejero de la Pontificia Comisión para América Latina y miembro del Pontificio Consejo para los Laicos–, el cardenal Terrazas deja una y otra vez la impronta de una personalidad que apuesta por la cercanía, el diálogo, el encuentro, la inclusión… Actitudes que hoy más que nunca necesita su país. Y por eso “levanta la bandera de la paz que nace de la justicia”; y por eso “anuncia al Dios de la Vida, que quiere una vida digna y plena para todos”; y por eso “invita y ofrece los brazos de la fraternidad a todos los bolivianos, porque todos son necesarios para construir esa Bolivia que todos soñamos”. Algún día la historia –si las autoridades de este país latinoamericano no han sabido o no han querido hacerlo– se encargará de reconocer el verdadero protagonismo de Julio Terrazas.

En el nº 2.712 de Vida Nueva.

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