Los hijos: los grandes olvidados de la migración

La escuela boliviana ante los retos que plantean estos niños

(Marina de Miguel) “Cuando recién se fueron, me sentí un poco triste, pero después supe que era por nuestro bien, que se fueron por nuestro bien y estoy bien ‘nomás’, siempre nos llaman y nos dicen que nos extrañan”. En la historia reciente de Bolivia, millones de padres y madres han tenido que dejar a sus hijos mientras emigran para buscar una vida mejor en otro país, siendo España uno de los principales destinos. Con el corazón encogido por la separación de sus progenitores, deben enfrentarse a los retos que plantea la vida cotidiana como si fueran adultos: maduran solos y demasiado deprisa.

La red de Colegios Fe y Alegría, con el apoyo de Entreculturas (ONG jesuita para la educación y el desarrollo), ha querido analizar el impacto que provoca este proceso en todos los ámbitos de su vida, especialmente en la educación. El resultado ha sido Madurar sin padres, un revelador informe que ofrece una innovadora perspectiva de la migración. La encuesta abarcó a 291 estudiantes de 35 escuelas bolivianas, que viven la emigración de la madre (44%), del padre (40%) o de ambos (16%). Sus edades oscilan entre los 10 y los 14 años.

“Son los grandes olvidados. En todos los procesos migratorios hay niños que deben enfrentarse a una situación de gran vulnerabilidad, y si no se trabaja con ellos, las consecuencias sociales pueden ser muy negativas”, explica Cristina Manzanedo, responsable del informe en España. “La emigración de los padres irrumpe en la escuela afectando al desarrollo escolar de sus hijos. Este hecho transciende los meros resultados académicos de los estudiantes, incorporando nuevos aspectos afectivos, emocionales, además de expectativas, frustraciones y motivaciones”.

Igual que las dos caras de una moneda, la distancia de los progenitores, la vivencia en el nuevo hogar y situaciones diferentes a su historia pasada marcan el perfil de estos estudiantes. Desde una óptica negativa, el estudio muestra cómo la emigración “es un momento propicio para transgredir los derechos de los niños y adolescentes”: la violencia, la inseguridad alimentaria o el uso del tiempo son aspectos a los que se une la violación de su derecho a vivir como niño o adolescente.

La tendencia demuestra que hay mayores posibilidades de vulnerabilidad cuando es la madre la que emigra, y el padre, que no puede asumir las competencias de su pareja, delega su responsabilidad en terceros.En muchas ocasiones, las palabras de los niños evidencian temor al hablar de sus tutores y relatan situaciones extremas de forma disfrazada: “No me quería quedar con mis tíos, porque en la casa vivía una chiquita y a ella le agarraban a patadas y le hacían dormir en el baño en un colchón viejo. También le salía pus de sus orejas, era bien flaca. Un día la chiquita avisó a sus profesores y vinieron como cinco camiones de policías, pero no le llevaron porque (mi tío) es militar”, comenta Lucía (los nombres de estos testimonios, recogidos del informe, son ficticios, de acuerdo con la Ley de protección de la infancia).

En el lado positivo se encuentra que son niños y adolescentes –más cuando se trata de mujeres– con mayores niveles de autonomía y de capacidad para asumir responsabilidades. Éste es el caso de Joana, que vive con sus abuelos maternos. Su madre ha emigrado y, según sus propias palabras, “mi papá se ha perdido”. Tiene la responsabilidad de ayudar en la cocina a sus abuelos y los deberes escolares los hace por las noches. Pero también lo es de Sara que, como ella misma comenta, “(…) bueno, a mi me toca cocinar y casi todo lo que una mujer hace en el hogar: lavar, planchar y todo eso; quehaceres de la casa”.

La tristeza por la separación es el sentimiento más generalizado que experimentan estos niños. Entre el primer y el tercer año demandan el retorno de sus padres, y el 73% de ellos prefiere que vuelvan antes que migrar con ellos. A partir del tercer año, el deseo de retorno disminuye y aumenta el deseo de migrar con sus padres o, al menos, se van acostumbrando a su nueva situación.

Similar normalización se experimenta en el rendimiento académico, donde las encuestas realizadas en los Colegios de Fe y Alegría revelan que el promedio de las calificaciones de estudiantes con padres emigrantes es ligeramente inferior al general. Pero habría que puntualizar diversas salvedades, pues, a pesar de que asumen las tareas domésticas, las chicas logran destacar en la escuela, lo que evidencia que esa madurez precoz determina su comportamiento dentro y fuera de la escuela. “Ahora soy más estudiosa. Porque si él está allá es para que nosotros nos superemos”, comenta una estudiante.

En cuanto al comportamiento en clase, oscila entre la autoexclusión o la participación muy activa, llegando incluso a ser líderes de sus compañeros.

Un problema sin digerir

El documento Madurar sin padres también recoge la percepción que de este fenómeno tiene la escuela, por lo que ha contado con la participación de docentesy juntas escolares. “Efectivamente, la emigración es una necesidad económica pero algunos padres lo hacen por liberarse de la responsabilidad. Allí lo único que hacen es cuidar la parte económica y olvidarse del resto”, opina un docente, mostrando así cómo, si bien asumen que la decisión de migrar está motivada por una situación económica adversa, esto no compensa las consecuencias que tiene en la vida de los niños y en su rendimiento.

“Es verdad que la emigración no es un fenómeno nuevo en Bolivia, pero sí el crecimiento acelerado de los últimos años y que lo hagan mujeres solas. Las escuelas están viviendo todos estos cambios con desconcierto, tenían un modelo de familia con el que trabajaban bien y no están adaptados a la nueva situación”, explica Cristina Manzanedo para indicar que la escuela aún no ha terminado de digerir ni encontrar los mecanismos para responder a este nuevo perfil de estudiantes. Un ejemplo de ello es la respuesta que el representante de una junta escolar da sobre si se debe mantener el Día de la Madre y del Padre, cuando hay alumnos que están separados de sus progenitores: “Yo creo que deben mantenerse, ya que es una tradición de años, años y años. No hay por qué borrarlo, al contrario, en esas fechas hay que tratar de estrecharlos”.

Sin embargo, hay profesores que prestan una atención especial ante estos alumnos, se preocupan por ellos y, en ocasiones, mantienen un estrecho contacto con los padres ausentes. A juicio de Manzanedo, la elaboración de este informe es un primer paso para que la escuela asuma su papel en esta nueva situación y así “lograr una escuela que abra nuevos horizontes, que sea integradora y no exclusiva”.

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Ser madre a través de Internet

Leonor Lucila Fernández

“El amor de una madre es fuerte, si presiento las cosas malas que les ocurren a mis hijos a pesar de las distancias, debe ser por ese amor, que no tiene fronteras”. Como Leonor Lucila Fernández, son muchas las bolivianas que viven en España a miles de kilómetros de sus hijos. Primero emigró su marido y, meses después, lo hizo ella, sin despedirse de su hija pequeña porque, como relata, “no hubiera podido reunir las fuerzas para marcharse”. “Hay programas en los que los concursantes están 21 días sin ver a sus seres queridos, yo ya llevo casi seis años sin poder abrazarlos”, se lamenta, animando a que todas las madres que se encuentren en su situación sigan adelante.

También la separación provoca, como refleja su propia experiencia, efectos en las madres: “He cambiado mucho mi forma de pensar. Al estar alejada de mis tres hijos, he adquirido valores importantes, no tan materiales. El dolor te hace cambiar y valorar muchas cosas, aspectos pequeños en los que antes no reparabas”.

El teléfono y, especialmente, Internet se han convertido en los medios para avivar el vínculo que le une a su familia. “A través de ellos sigo alimentándolo como una plantita, regándolo con agua. A veces exagero, prefiero no comprarme cualquier cosa y hablar con ellos. Lo que me gusta de la tecnología es que me trae a mis hijos, aunque sea su rostro y su voz”. En la actualidad está terminando un curso de formación, pero espera reencontrarse con ellos muy pronto. Ése es su sueño.

En el nº 2.709 de Vida Nueva.

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