La Iglesia de Sudáfrica ante el Mundial de Fútbol

Entre otras actividades pastorales, destaca la lucha contra la prostitución

(José Carlos Rodríguez Soto) Si es usted aficionado al fútbol, navega por Internet y además conoce el inglés, escuche este consejo: no deje de visitar el portal web www.churchontheball.com (literalmente, “La Iglesia en el balón”). Allí podrá encender una vela virtual para animar a su equipo en los Mundiales, rezar para que Dios aparte a futbolistas y espectadores de todo mal y –si es de los afortunados que viajará al país africano– conocer los horarios de culto en las parroquias más próximas a los nueve estadios donde jugarán las selecciones nacionales.

Con esta curiosa iniciativa, la Iglesia católica de Sudáfrica ha saltado al terreno de juego de cara al Mundial de Fútbol, que comienza el próximo 11 de junio y que, como afirma en la página de inicio el cardenal arzobispo de Durban, Wilfrid Napier, “es una oportunidad para subrayar el papel importante que el deporte desempeña en nuestras culturas africanas. El deporte requiere paciencia, perseverancia, respeto… Todos ellos son valores que nuestras sociedades –especialmente la africana– necesitan mucho”. El cardenal Napier, fotografiado en un estadio tocando el vuvuleza (una trompeta de plástico con la que los sudafricanos animan ruidosamente a su equipo nacional durante los partidos), afirma al final de su presentación que “la única victoria que merece la pena es la de la dignidad humana”.

Tráfico de personas

Pero además de informaciones sobre fútbol y actividades pastorales, este sitio web pretende también atraer la atención sobre la tragedia del tráfico de seres humanos y la explotación sexual de menores, un tema que ha sido objeto de una intensa campaña por parte de la Iglesia de Sudáfrica desde hace varios años. ‘Talitha Kum’, una red internacional de religiosas de 19 congregaciones que lucha contra el tráfico de personas, celebró en febrero de este año una conferencia en Johannesburgo para buscar formas de contrarrestar esta lacra durante los Mundiales de Fútbol.

Sudáfrica es conocido por ser uno de los centros neurálgicos donde las redes internacionales de prostitución hacen su agosto. Según datos de la Conferencia Episcopal, estas mafias pueden llegar a hacer entrar en el país 40.000 mujeres, muchas de ellas menores, de países vecinos. “Todos saben que los que controlan este negocio tienen casas próximas a la frontera con Mozambique, donde encierran a las chicas que vienen de este país y las drogan, antes de enviarlas a los burdeles”, dice el misionero comboniano español Rafael Armada, párroco de Waterval –en el noreste del país– desde 2001 hasta finales del año pasado. Según Armada, “las atraen con falsas promesas de un trabajo bien remunerado en Sudáfrica y, una vez en el país, les dicen que tienen que pagar una deuda exorbitante y las tienen en situación de verdadera esclavitud”. El año pasado, durante el Sínodo Africano, el cardenal Napier denunció los intentos de la FIFA de presionar al Gobierno sudafricano para que despenalizara la prostitución durante la celebración de este evento.

Otra voz prominente de la Iglesia sudafricana que ha denunciado el tráfico de personas es la de Buti Tlhagale, presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Johannesburgo. Durante una misa celebrada el pasado 8 de mayo en Pretoria para rezar por las víctimas de la explotación sexual, Tlhagale, conocido por no tener pelos en la lengua y que recientemente clamó contra los casos de abusos a menores en la Iglesia africana, acusó al Gobierno de complicidad al hacer la vista gorda: “El Gobierno dice que la gente es lo primero, pero es una hipocresía decir esto y acordar protección sólo a unos pocos privilegiados y no a los más vulnerables”, dijo durante su homilía, en la que retó a las autoridades a emplear recursos “para erradicar esta forma de corrupción y esclavitud”.

Enorme labor social

La Iglesia católica sudafricana se encuentra en una situación poco común en el continente africano: es una confesión minoritaria que representa sólo el 6% de la población, en una sociedad que pertenece en su mayoría a otras confesiones cristianas. Sin embargo, a pesar del modesto porcentaje que representa, su labor social es enorme: “La mitad de las personas seropositivas del país son atendidas por instituciones católicas”, asegura el padre Armada.

Otro frente en el que las parroquias católicas trabajan es el de la integración y la convivencia entre personas de distintos grupos raciales, algo que está todavía lejos de lograrse, como confirma el misionero: “En una ocasión llevé a un coro formado por negros de mi parroquia a una capilla en una localidad de mayoría blanca, y cuando empezaron a cantar, varios blancos salieron de la iglesia”. Armada cree que “habrá que esperar a la próxima generación, la formada ahora por niños que no han conocido el apartheid y se educan juntos en las mismas escuelas”.

Desde que se conoció que Sudáfrica sería la sede del Mundial de Fútbol 2010, el país ha tenido que ocuparse de varios retos. Se han invertido 5.540 millones de euros, la mayor parte dinero público, en mejorar su infraestructura, sobre todo de transportes: se han construido nuevas autopistas y un nuevo tren de Johannesburgo a Pretoria, aunque de momento sólo funciona el tramo que va del aeropuerto a Johannesburgo. También se ha mejorado la seguridad –no hay que olvidar que Sudáfrica es uno de los países con una tasa más alta de criminalidad del mundo– y durante los Mundiales todos los efectivos de la Policía y el Ejército estarán acuartelados para evitar incidentes desagradables, como el ocurrido el pasado enero en Angola, cuando el autobús donde viajaba la selección de Togo fue ametrallado por un grupo rebelde en Cabinda.

Además, y como no podía ser de otra manera, tanto la FIFA como el Gobierno sudafricano se han volcado en una gran campaña publicitaria para atraer al mayor número posible de aficionados. Esto último se ha presentado muy difícil en un contexto de crisis económica mundial. Los primeros cálculos, demasiado optimistas, de hace dos años, hablaban de dos millones de aficionados esperados durante el campeonato. A finales de abril de 2009, esta estimación se rebajó a unos 450.000, y a mediados de abril los organizadores declaraban que sólo esperaban 200.000. También a mediados de abril, la FIFA expresó su preocupación por el medio millón de entradas que quedaban sin vender. Muchos señalaron que parte del problema se debía a que los tickets se vendían por Internet, y en la mayor parte de los lugares de África la gente no tiene aún acceso regular y fiable a la Red, y no son aún muchos los africanos que tienen una tarjeta de crédito. Todo esto significa que muchos africanos (sudafricanos incluidos), incluso los que tienen medios suficientes, se encontraban con dificultades prácticas insalvables.

Africanos orgullosos

Finalmente, la FIFA –que no suele ser famosa por su flexibilidad– tuvo que ceder y aceptar que el medio millón de tickets se pusieran a la venta en las ciudades de Sudáfrica, y sólo el primer día (el 15 de abril) se habían vendido ya 50.000. La mayor parte (un 60%) ha ido a manos de sudafricanos, que han podido pagar al contado y en ventanilla; un 38% a aficionados de otros continentes; y sólo un 2% al resto de países africanos. Ahí es donde se ha acusado el bajón: sólo 11.000 entradas, cinco veces menos de lo previsto.

Pero aunque el número de visitantes sea menor del esperado y a pesar de todos los retos a los que la Sudáfrica del post-apartheid se enfrenta, hay un dato que es seguro: la gente en este país, y también en el resto del continente africano, se siente orgullosa de que un acontecimiento de esta envergadura se celebre en su suelo. Por una vez, por lo menos África será noticia por algo positivo, percepción que aumentará si alguno de los seis equipos africanos que se han clasificado (Argelia, Camerún, Nigeria, Costa de Marfil, Ghana y Sudáfrica) llega por lo menos a semifinales.

La Iglesia católica sudafricana, al tiempo que alerta sobre peligros como el tráfico de personas, tiene también motivos para alegrarse. Así lo recoge la oración compuesta para la ocasión: “Que todos encuentren en esta ocasión alegría para celebrar el hermoso juego del fútbol y el hermoso juego de la vida según tus planes, Señor, para el bien de toda la humanidad”.

jcrsoto@vidanueva.es

En el nº 2.709 de Vida Nueva.

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